El viejo, el asesino, yo y otro cuentos. Doral: Stockcero, 2009

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La suerte de Ugolino

Tras la caída del muro de Berlín y el colapso del Bloque Soviético, Cuba enfrentó una profunda crisis tanto económica como social en la que los años de 1993 y 1994 serán recordados como los más difíciles. En ese contexto marcado por la carestía, la historia de la literatura cubana de esos años se convirtió, a decir de Nanne Timmer, en una historia oral de la literatura, pues los textos circulaban en manuscritos o en ediciones de pequeño tiraje de mano en mano o mediante la realización de pequeñas reuniones de lectores. Paradójicamente, es en ese momento que la literatura cubana despierta ante la relajación de la censura y la efervescencia de los acontecimientos.  La publicación de la antología Los últimos serán los primeros se convierte en un hito, pues en ella el crítico Salvador Redonet reúne a los más jóvenes escritores de aquel momento. El último de los cuentos antologados, «La urna y el nombre (un cuento jovial)» pertenece a la más joven, Ena Lucía Portela, con sólo 20 años de edad en ese momento.

El cuento narra la convivencia entre dos jóvenes y una chica confinados en un departamento de La Habana. Para la investigadora Nara Araújo el cuento marcaba una etapa de madurez en la poética de la joven escritora cubana (quien de manera previa solo había publicado un cuento, «Dos almas nadando en un pecera»), pues pueden ya encontrarse bien definidos los elementos que definen su poética. Una voz narrativa que se desplaza de foco constantemente, una alta intertextualidad, la tematización y reflexión sobre la representación, así como la dispersión de elementos que obligan al lector a mirar de soslayo el contexto histórico de escritura del texto son centrales en la construcción de este relato.

Tres ex fools on the hill, ex universitarios llamados así por la ubicación de la Universidad de La Habana en una colina, Julio, René y Thais, un filólogo, un actor y una matemático respectivamente, han decidido correr la suerte de Ugolino (4). René los ha convencido de que tras la puerta la calle no existe y han decidido tapiarla. La narración se refiere en presente interpolando recuerdos que aportan datos sobre los tres jóvenes, por ejemplo, cómo Julio encuentra a Thais ―o Tata― «detrás de la puerta sin pestillo en el baño del templo evangelista, tratando de abrirse las venas con un cuchillo de mesa.» (2). El empleo del tiempo presente crea la ilusión de que el tiempo narrado y el de la narración coinciden, lo cual se refuerza con una disposición de la página acorde con el recuento de las acciones; así, cuando uno de los personajes  ofrece un menú de opciones de actividades para pasar el rato la palabra menú se sitúa como subtítulo ―segmentando también el cuento― y los párrafos se enumeran, pues cada uno refiere una de las posibilidades: 1.-Shangai, 2.-Veo-veo, 3.-Garfilotear. El cuento finaliza cuando Julio y Thais optan por una cuarta posibilidad, una que, según señala René, es una «versión libre del albur de Ugolino» quizá «demasiado libre» (8). René rechaza la posibilidad de integrarse y «observa a los amantes, a su lado en la cama. Le parece contemplar la cópula entre dos estómagos corroídos.» (9).

Inmortalizado por Dante Alighieri en La Divina Comedia, el político y noble de la ciudad de Pisa Ugolino della Gherardesca muere encerrado con dos hijos y dos nietos en la Torre della Muda en Pisa, en el siglo xiii. Dante lo sitúa en el Anténora, segunda zona del noveno círculo del Infierno, en la que se castiga a los traidores a la patria. En el canto xxxiii, Dante insinúa que tras días de confinamiento Ugolino devora a sus hijos:

Así hasta el día cuarto transcurrimos,
y a mis pies Gaddo se arrojó gritando:
«¡Oh padre, ayúdanos, porque morimos!»
Allí murió; como me estás mirando,
a los tres vi morir, uno por uno
entre el quinto y sexto; delirando
y ciego ya, cuando tocaba a alguno
de los cuatro, aunque muerto, le llamaba;
después, más que el dolor pudo el ayuno.»
(Infierno, Canto XXXIII)

Thais, René y Julio han decidido enfrentar una muerte por inanición. El relato no explicita los motivos de tan drástica decisión, más bien ofrece pistas difuminadas en el texto que posibilitan la formulación de una hipótesis que explique tan peculiar y trágica resolución. Los tres son considerados (¿por quién?) como «una cara desbordada y pálida», «un borrón, una mancha social» (2) que han perdido toda conexión con «el sentido común» (1). Se auto-segregan. René tiene dos semanas sin salir del departamento; ha convencido a Julio y a Thais de que la calle no existe y que tapiar la puerta significa «Un comienzo de deshacer esquemas, de abolir creencias, devino nuevos esquemas y creencias perfectamente insertables en la cotidianidad.» (5). La inexistencia del afuera, se reafirma cuando nadie del exterior viene a buscarlos, a ayudarlos. Thais se pregunta: «¿Por qué nadie llama a la puerta? ¿Dónde están los vecinos y los bomberos y la policía?» (7).

Es ineludible hacer la comparación entre el castigo impuesto a Ugolino y el autoimpuesto de estos tres jóvenes. El político y noble italiano ha sido encerrado en la Torre como castigo por su traición a la patria, castigo al que arrastra a su descendencia. Los hijos, según recrea Dante, se ofrecen al padre como alimento, como forma de liberación de la pena, pero también porque perciben la desesperación en el gesto del padre («por el dolor, las manos me mordía; / y ellos así me hablaron, pues movido / por el hambre creyeron que lo hacía: // “Menos nos dolerá, padre querido, / si nos comes, de carnes nos vestiste / y puedes desnudar lo que has vestido”», Inferno, Canto XXXIII). El encierro de estos jóvenes puede leerse como una metáfora del aislamiento, no del territorio geográfico, sino de sus individuos.

Por un lado, Cuba se ha quedado sola en el contexto geopolítico; sin las antiguas alianzas, con el cruel embargo impuesto por eua y con la política de la no cesión de posiciones políticas ante éste último, por lo que se ha impuesto una política interna de austeridad máxima; dado que ni la libreta de abastecimiento ni los salarios permiten asegurar la subsistencia de las familias, el hambre impera. Por otro, el estatus de decepción, de «mancha social» con que se consideran a pesar de haber sido universitarios ―la razón del abandono académico se omite―, parece estar vinculado a la trasgresión voluntaria o involuntaria de la norma social o bien del incumplimiento de las expectativas que socialmente se han depositado en ellos. El acto de estos tres jóvenes parece, en ese contexto, y como producto de la culpa, una inmolación.

Tras veinte años de publicación este cuento ofrece una interesante mirada a la «atmósfera psicológica» que experimentaban las generaciones más jóvenes de cubanos en la obligada transición de un mundo polarizado a otro, incierto. El cuento, además, es muestra de la destreza literaria de la autora y de una divergencia del tipo de literatura promovida por la cultura oficial de los años precedentes.

En 2009, la investigadora cubano-americana Iraida H. López publica una edición crítica de una recopilación de cuentos de Ena Lucía Portela titulada El viejo, el asesino, yo y otros cuentos bajo el sello editorial Stockcero, de Florida. En esta edición se incluyen tres relatos del libro de cuentos Una extraña entre las piedras (La Habana: Letras cubanas, 1999), cuentos dispersos publicados en revistas fuera de Cuba, entre los que está «La urna y el nombre (un cuento jovial)», y un testimonio ―«Alas rotas»― sobre su padecimiento desde temprana edad de Parkinson. La edición cuenta además con un Prólogo de Iraida López, una Nota a la edición, una Bibliografía primaria y una secundaria, así como una relación de datos de los cuentos y un listado de Temas de discusión e investigación. A las primeras páginas de esta edición es que lo redirijo para leer «La urna y el nombre (un cuento jovial)» aprovechando que Stockcero permite la lectura de este fragmento del libro como estrategia de venta. La edición es muy interesante pues incluye notas al alimón de López y Portela.

El viejo, el asesino, yo y otro cuentos. Doral: Stockcero, 2009

Lejos de los reflectores del fenómeno editorial de los noventa que Esther Withfield denómino boom cubano, la obra de Ena Lucía Portela, pese a ser de reducida circulación, ha consolidado poco a poco a la autora como una de las voces más interesante en el panorama literario latinoamericano contemporáneo. No solo por los premios literarios que sus cuentos o novelas han recibido ―entre los cuales está el Jaén de Novela por Cien botellas en una pared en 2002 o por haber sido seleccionada en 2008 entre los 39 escritores latinoamericanos menores de 39 años más importantes de América Latina por el Hay Festival en 2007, sino porque poco a poco sus lectores aumentan y lo intrincado, abigarrado y oscuro de sus narraciones se convierte más en una invitación que en un obstáculo. Asimismo el interés de la crítica internacional se ha desplazado de las superestrellas cubanas de la literatura de los noventa y ha redescubierto en Portela una prosa que no se ha desgastado con el cambio de condiciones en Cuba o por la pérdida de la avidez en un público interesado en conocer la vida en «el parque temática del socialismo» ―como llamó Iván de la Nuez a la Cuba de ese contexto―.

Este año, simplemente, la revista electrónica Otro lunes dedicó a Ena Lucía Portela un dossier en su edición número 27 que tuvo como intención dar una panorama de su obra y compilar algunos de los trabajos críticos sobre la autora, así como entrevistas e imágenes. En junio pasado, en el marco del congreso «Cuba Trasatlántica», organizado por la Universidad de Brown (eua), la Universidad de Granada (España) y la Universidad de La Habana, una de las mesas se dedicó a la obra de Portela; y el próximo 4 de octubre en la Universidad de Amberes tendrá lugar un encuentro entre los principales estudiosos de la obra porteliana.

Sea pues este comentario crítico a «La urna y el nombre (un cuento jovial)», bajo el pretexto de los veinte años de su publicación en la mítica antología de Los últimos serán los primeros, una invitación a descubrir las narraciones de Ena Lucía Portela.

Acerca del autor

Ivonne Sánchez Becerril

Investigadora del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Doctora y maestra en Letras por la UNAM. Licenciada en Lengua y Literatura de Hispanoamérica por la UABC…

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