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Un santo en el siglo XXI

JORDI SOLER. Restos humanos. Barcelona: Mondadori, 2013, 190 p.

Restos humanos es la novena novela del escritor mexicano Jordi Soler (La Portuguesa, Veracruz, 1963). Divida en tres actos, aborda la vida, por momentos inexplicable y absurda, de un santo que recorre las calles de una ciudad sin nombre en pleno siglo XXI.

El narrador, un periodista especializado en historias insólitas, es el encargado de escribir un artículo sobre este personaje “folclórico” que predica principalmente en un mercado y un burdel. Es un hombre incomprendido, blanco de burlas, ofensas y maltratos físicos, además, tiene pocos fieles, lo que deja claro lo complicado de su empeño: “no es fácil ser santo en este mundo acosado permanentemente por los demonios de la tecnología” (p. 25), acepta con entereza.

El santo se considera un líder espiritual “sin ataduras”, no es católico y no cree en Dios, por eso la mayoría de la gente se confunde, no entiende cuáles son sus propósitos y cuál es su papel, por lo que con frecuencia intenta explicarlo: “un santo es aquel que interviene en la vida del otro, aquel que con un solo toque, aparentemente inocuo, consigue que el otro cambie de ruta” (p. 62). Se dedica a hablar porque confía plenamente en el poder de la palabra para auxiliar a sus semejantes, su método de trabajo no consiste en dar sermones sino en hacer disertaciones sobre temas tan diversos, que van desde la filosofía y la espiritualidad, hasta el tarot, el yoga y los ovnis.

Jordi Soler. Fotografía de Brenda Morales Muñoz.
Jordi Soler. Fotografía de Brenda Morales Muñoz.

Es un personaje a todas luces misterioso y desconcertante, parece estar fuera de lugar, ser débil, ridículo, inocente y carecer de rumbo propio, siempre se mueve al compás de los otros porque siente la obligación moral de ayudar al prójimo.

Cuando conoce al santo, el periodista presiente que está frente a una gran historia pero no sabe con certeza la razón, no es sólo por el asombro que le causa que un hombre se dedique a la predicación vestido en túnica blanca y sandalias, sabe que hay algo más. Sin embargo, jamás podría haber previsto la complejidad de los acontecimientos que años más tarde iba a tener frente a él. Lo que había comenzado con una simple nota de color para un diario, se convirtió en un intrincado reportaje sobre el tráfico de órganos, corrupción y prostitución.

Aprovechándose de su inocencia y solidaridad, el santo es obligado a participar en un negocio ilegal. Un grupo de personajes siniestros lo acompañan en esta empresa, entre los que destaca un hombre inquietante de gafas y bufanda gruesas con nombre de rey franco, Childeberto, quien llega un día a su departamento pidiendo un sencillo favor: que le guarde un paquete pequeño en el congelador, ese es el momento en que se desata la vorágine que resquebraja definitivamente su vida. Es el inicio de su participación en una red internacional de tráfico de órganos que había comenzado en Portobello Road en Londres y que extendió sus actividades hasta involucrar a la mafia rusa y a varios políticos de alto nivel.

Lo único que había tenido claro era su misión como santo, pero, en algún momento, sus convicciones flaquean, duda de todo aquello en lo que había creído firmemente, hace cosas que nunca pensó y le aterra ver cómo ha cambiado, con cuánta tranquilidad miente, con qué cinismo demoledor y naturalidad, que raya en la desfachatez, se involucra en actividades criminales. Para el autor:

El santo es metáfora de muchas cosas, y a mí me sirve como contraste perfecto para el mundo que voy narrando en esta novela, un mundo lleno de oscuridad, de corrupción, de tráfico infame. El santo es el que pone la alquimia, el contraste, la luz de la novela, aún cuando es un hombre muy torcido. No es que sea Jesucristo, pero confía en valores que se van recuperando: la solidaridad con el otro, la amistad, la curación vía la conversación, el pensamiento mágico. Al no ser religioso tiene todo el disco duro disponible para el tarot, la astrología, la lectura mágica del mundo, ese tipo de cosas.1

De la mano del narrador, somos testigos de sus dificultades para escribir la historia, de sus dudas, de sus preocupaciones para hacer creíble un personaje que parece tan excéntrico. Recurre a películas como Simón del desierto de Luis Buñuel, La palabra de Carl de Theodor Dreyer y Nostalgia de Andréi Tarkovsky; a escritores de Europa del este como Andrujovich, Hajnóczy, Stasiuk, Bodor y László Krasznahorki, cuya novela, Melancolía de la resistencia (Acantilado, 2001), le sirve para entender al protagonista que se le sale de las manos.

Además del cine y la literatura, Soler, siempre ligado a la música, confiesa que todos los días, durante año y medio, escuchó la Misa Bruselense de Heinrich Ignaz Franz von Biber mientras escribía Restos humanos porque esa música instrumental barroca, “a veces espiritual, a veces heroica”2, lo ayudó a construir la novela que, en algún momento, como a su narrador, se le iba enredando.

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El periodista se pierde, no sabe cómo escribir, la historia iba creciendo y no quería pasar por alto detalles imprescindibles, sobre todo le agobiaba la presión del tiempo: “cada historia tiene su ritmo, su tempo, su música y su respiración, y si no se respetan estos elementos, si se ataca el tema a la velocidad que marca el periódico, la historia queda desnaturalizada, más que la cosa en sí queda su fugaz reflejo” (p. 38).

Uno de los grandes temas que propone esta novela es la identidad, ese es el principal problema al que se enfrenta el santo, lo llena de angustia tratar de entender quién es, no le queda claro si se convirtió en alguien más o si quizá siempre fue ese otro, duda si se transformó o sólo emergió su verdadera personalidad.

En Restos humanos está presente el estilo que ha caracterizado la obra Jordi Soler, en la que el humor negro ocupa un lugar central, aunque aquí también recurre al absurdo y a lo grotesco. Parece que cuando el autor aborda temas oscuros como éste o tan crudos como la guerra civil española y el exilio, que ha tratado en obras anteriores, apela al humor porque sólo así puede acercarse a ellos, de lo contario, sería imposible.

Con una prosa sumamente cuidada y certera el autor mantiene la atención del lector a lo largo de toda la novela, con saltos temporales y agilidad nos envuelve en un mundo corrupto en todos sus lados y en la degradación paulatina de un ser humano.

Acerca del autor

Brenda Morales Muñoz

Licenciada, maestra y doctora en Estudios Latinoamericanos (área de literatura) por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Realizó…

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Notas al pie:

  1. Entrevista concedida a Benito Garrido, Culturamas. Revista de información cultural, 16 de mayo de 2013, disponible en: https://goo.gl/2cBgth
  2. “A veces es una tortura sentarme a escribir”, entrevista concedida a Víctor Núñez Jaime, El País, sección Cultura, 8 de mayo de 2013, disponible en: https://goo.gl/m22SEm