Schaeffer Jean-Marie, Pequeña ecología de los estudios literarios. ¿Por qué y cómo estudiar literatura?, Buenos Aires: FCE, 2013.
Señala Jacques Rancière en las primeras páginas de La palabra muda que en la actualidad se necesita ser inmune al ridículo para llamar a un libro ¿Qué es la literatura?, tal vez esto se deba a que las preguntas necias es mejor no plantearlas, o quizás porque este cuestionamiento es una de las incontables cajas de pandora que amenazan con su mera presencia. Rancière apunta dos posibles vías para responder esta interrogante, la primera recurre a las características literarias de las obras, es decir, a los rasgos presentes en los discursos que se considera literarios para destilar una suerte de esencia que pueda dar cuenta de lo que la literatura es; la segunda desconfía de estos atributos y apela al público como el juez que determina el espacio de lo literario, sobra decir que en esta oposición se enfrentan el objetivismo esencialista y el relativismo. Sin embargo, el relativismo no es tan simple y el filósofo lo vincula con la historicidad de las artes, precisando que: “Una historicidad nunca se limita simplemente a las maneras de hacer. Es la relación entre maneras de hacer y maneras de decir. […] Las meras prácticas de las artes no pueden ser separadas de los discursos que definen las condiciones de su percepción en tanto prácticas de arte”. Así pues, Rancière evidencia que la oposición entre esencialismo y relativismo es falsa, no basta con abordar el problema de la literatura en sí, es necesario comprender estos discursos que orientan la valoración de lo literario, lo cuales han llegado a confundirse con el objeto del que hablan.
En relación con el replanteamiento que hace Rancière, en la Pequeña ecología de los estudios literarios, el más reciente libro de Jean-Marie Schaeffer publicado en español, se aborda el problema de la “crisis de la literatura” desde un enfoque distinto que se centra en el discurso académico construido en torno al objeto literatura. Para Schaeffer diversos hechos ayudan a desmentir esta supuesta crisis, entre ellos se encuentra el alto nivel de alfabetización de la humanidad, mucho mayor que en cualquier época anterior, y el predominio del lenguaje escrito en Internet, un medio que exige a sus usuarios habilidades de lectura y escritura superiores a las indispensables. Es aquí donde se hace una distinción decisiva, la literatura se ha desplazado del lugar hasta cierto punto central y privilegiado que tenía dentro del campo de la lectura, y esto mismo ha ocurrido con el libro impreso como medio de transmisión, la tecnología modifica no sólo los modos de circulación textual, también cambia lo que se lee y las formas en que se interpreta. Es evidente que Schaeffer está describiendo el contexto cultural francés, quizás europeo, y por lo tanto algunas de sus apreciaciones resultan cuestionables desde situaciones distintas; sin embargo, considero que los desplazamientos que indica son perceptibles en diversas sociedades, como es el caso de las zonas urbanas de México.
Después de afirmar que la lectura no está desapareciendo, Schaeffer se dispone a mostrar que lo mismo sucede con la literatura, el problema aquí radica en la naturalización de la noción erudita y “segregacionista” de literatura, la cual ha pasado de ser parte del aparato descriptivo académico a conformar las características necesarias del objeto estudiado. Como apunta el propio filósofo, “se tiende a reducir la «cultura literaria» a una de las representaciones instituidas, según la cual «La Literatura» aparece como una realidad autónoma y cerrada sobre sí misma”. Esta concepción establece una “delimitación segregacionista” que apela al “valor estético”, a la distinción entre “literatura de entretenimiento” y “literatura seria”, y en última instancia a la separación entre “alta cultura” y “cultura popular y de masas” para afirmar que La Literatura está en crisis. El asunto de fondo, según lo expuesto por Schaeffer, es que lo verdaderamente en crisis es una noción de literatura, histórica y cuestionable como tantas otras, pero una noción que por más de un siglo ha legitimado los estudios literarios en su caracterización se saber erudito.