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Adaptar y escribir guiones: incursiones cinematográficas de JEP

Viento muerto, viento falso, viento que no se alzó nunca:
es una ficción más soplada por inmensos ventiladores
eléctricos en un lugar de Europa que ha desaparecido.
«No perdura», JEP

En la obra narrativa de José Emilio Pacheco es frecuente encontrar menciones relacionadas con el cine; actrices, actores, directores, títulos de películas y «estrategias cinematográficas» pueden apreciarse en varios de los relatos de La sangre de medusa, en menor medida en El viento distante y con un peso mayor en Morirás lejos, novela a la que Edith Negrín ha dedicado recientemente un estudio en el que explora la influencia del cine en la construcción del relato; Negrín destaca cómo las miradas, las referencias directas a secuencias cinematográficas y la mención concreta de M, el vampiro de Düsseldorf (1931) de Fritz Lang, entre otros, desempeñan un papel fundamental en esta obra y señala que la afición de Pacheco por el cine lo llevó a experimentar con algunas de las posibilidades narrativas que este medio ofrecía. Sin embargo, su interés no se limitó a estas experimentaciones, principalmente a lo largo de los setenta Pacheco desarrolló un importante trabajo en la industria cinematográfica, durante esta década participó en ocho películas con la escritura de diálogos, creación de argumentos, adaptación de obras y guiones originales. Julián Soler, Jorge Fons y Jaime Humberto Hermosillo fueron algunos de los directores con los que Pacheco colaboró en distintas películas, pero sin duda fue su relación con Arturo Rispstein, a quien conocía desde hace muchos años, la mancuerna perfecta para crear algunas de las cintas más importantes de la cinematografía nacional. En una entrevista de 1986, comentó: «Guiones escritos como los de José Emilio Pacheco —dice Ripstein—, son pocos. De alguna manera él hizo que los guiones cinematográficos se volvieran literatura y puedan leerse como tal…».

La incursión de José Emilio Pacheco en el cine puede entenderse mejor al considerar la compleja situación de la industria cinematográfica nacional durante los últimos años de la década de los cincuentas, todos los sesentas y setentas. Si durante la Época de Oro el cine mexicano se situaba entre los mejores del mundo y dominaba el mercado latinoamericano, el retorno de las grandes producciones de Hollywood después de la Segunda Guerra Mundial, el envejecimiento de actores, directores, guionistas y personal técnico, además de la sostenida depreciación del peso, entre otros factores, hicieron que las producciones nacionales se estancaran en la repetición de fórmulas anteriormente exitosas pero poco o nada atractivas para las nuevas audiencias. Para José de la Colina la poca creatividad de la industria sólo era comparable con la avaricia de directores y productores, por lo que afirma que «los films mexicanos se inscriben en la zona más baja, más estúpida, más descaradamente comercial, de la cultura de masas». Por fortuna, frente a la anquilosada cinematografía de esos años, surge un grupo de jóvenes que buscó renovar las historias y la manera de hacer películas; educados bajo la influencia de la prestigiosa publicación Cahiers du Cinéma, publicada desde 1951, crean la revista Nuevo cine (1961-1962) y a través de ella polemizan frontalmente con guionistas, productores, directores y críticos reacios a arriesgarse con un cine distinto. El interés compartido por una renovación de la industria cinematográfica se tradujo en la creación de la Filmoteca de la UNAM y el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (1968) a instancias de Manuel Gonzáles Casanova, además del fortalecimiento del Banco Cinematográfico, activo desde 1942.

Vinculado al impulso privado y estatal que se le dio al cine nacional, en 1964 se convocó al primer «Concurso de Cine Experimental de Largo Metraje» por la Sección de Técnicos y Manuales del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica, al cual se inscribieron 30 películas aunque sólo 13 fueron terminadas para concursar. Fernando Benítez, director de La Cultura en México, apoyó el concurso y también su jefe de redacción, José Emilio Pacheco. José de la Colina, durante esos años crítico cinematográfico en distintas publicaciones y también guionista, señala que en este concurso participó la «inteligencia del país», pues algunos de los guiones filmados estuvieron a cargo de Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Juan García Ponce, Gabriel García Márquez, Juan Vicente Melo, Inés Arredondo y Juan de la Cabada. La fórmula secreta de Rubén Gamez y En este pueblo no hay ladrones de Alberto Isaac fueron las indudables ganadoras, aunque el resto de las cintas presentadas también eran de gran calidad, entre ellas se encuentra el tríptico El viendo distante (cuarto lugar en el concurso), conformado por El parque hondo de Salomón Latier, Tarde de agosto de Manuel Michel, ambas basadas en relatos de José Emilio Pacheco, y Encuentro. Mis manos de Sergio Vejar.

Latier, Michel y Vejar decidieron que los cortometrajes filmados por cada uno se integraran en el tríptico El viento distante para poder competir en el concurso de largometrajes, asimismo acordaron que las tres historias estuvieran centradas en la infancia. La adaptación de los cuentos de Pacheco, aparecidos en El viento distante en 1963, fue realizada por los propios directores y cada uno hizo, desde enfoques distintos, una gran trabajo; en El parque hondo Latier conserva la perspectiva de los niños que comenten un pequeño crimen para transmitir el temor y la ansiedad que sienten frente a la posibilidad de ser descubiertos. Michel, por su parte, opta en Tarde de agosto por una estructuración más arriesgada en la que una narración en segunda persona y en tiempo pasado se superpone a las imágenes que conforman la secuencia narrativa, haciendo que la anécdota sencilla del fracaso adolescente se transforme en una historia marcada por la nostalgia y, quizá, la frustración. Para José de la Colina la integración entre las películas de Latier y Michel zozobra con la última cinta, pues en Encuentro Sergio Vejar no logra seguir ni el tono ni la técnica de las dos obras anteriores, presentando una historia que cede frente al melodrama y el efectismo. Virginia Medina ha investigado profundamente esta época del cine mexicano y en sus indagaciones no ha encontrado algún documento en el que JEP exprese su opinión sobre estas primeras adaptaciones, aunque cabe señalar que diversos críticos de la época las valoran positivamente.

El año de 1971 marca el ingreso de Pacheco al mundo del cine, junto con Jorge Fons,  también director de la película,  y Eduardo Luján, adaptan la novela corta Los cachorros de Mario Vargas Llosa, relato ambientado en el Perú de los cincuentas y protagonizado por Pichulita Cuéllar, miembro de la clase alta limeña, quien después de un terrible accidente ve modificada su existencia. En la adaptación el relato se traslada a la Ciudad de México de principios de los setenta, con lo cual las alusiones a la «sexualidad incompleta» de Cuéllar se hacen evidentes y sus frustraciones, liberadas en el libro a través de actos de absurda valentía, en el film desembocan en una violencia directa en contra de las mujeres. Otro cambio fundamental es que la cinta está centrada exclusivamente en la figura de Cuéllar, mientras que en la novela el contrapunteo entre voces narrativas produce un efecto de colectividad que se desvanece en la película, este aspecto la pareció un cambio desafortunado a Vargas Llosa, aunque en general se expresó positivamente de la película. A más de cuarenta años de su filmación, las valoraciones sobre esta cinta son mucho más críticas que en el momento de su estreno, principalmente en lo que concierne a la representación de la sexualidad del personaje y a la reacción de rechazo que expresan las dos mujeres con las que se relaciona. No existe mucha información con respecto al grado de participación de Pacheco en la adaptación de la novela, pero al parecer la relación con Fons y Luján no terminó del todo bien, incluso su nombre fue omitido de los créditos durante algún tiempo.

Ese mismo año, 1971, a Arturo Ripstein le ofrecen filmar la adaptación de la obra Los motivos del lobo de Sergio Magaña, basada en los hechos ocurridos en la Casa de los Macetones, en la que Rafael Pérez Hernández mantuvo secuestrada a su familia por más de 15 años. Este proyecto se lo habían ofrecido a Luis Buñuel, pero él lo rechazó y recomendó a Rispstein como director. A Ripstein no le interesó trabajar con la obra de Magaña sino crear un argumento original a partir de la historia ampliamente cubierta por la nota roja. Ripstein se encuentra a Pacheco en los estudios Churubusco y al preguntarle si recuerda la historia recibe un resumen pormenorizado de los sucesos. «Entonces empezamos a trabajar en la hemeroteca. Le dije que hiciera la línea del argumento. Resultó tan formidable la sinopsis que Clasa Films la aceptó de inmediato. Luego hicimos el guión y así se hizo El castillo de la pureza, cuyos argumento y guión, precisamente, fueron galardonados con dos arieles».  En otra entrevista con Emilio García Riera, Rispstein cuenta el largo proceso de escritura del guión y lo divertido que era trabajar con Pacheco: «Ya en la primera lectura, cuando se lo leíamos a nuestras esposas, nos veían con unos ojos verdaderamente de pánico, mientras que Pacheco y yo nos botábamos al suelo de la risa». La mayor parte de la investigación documental la realizó José Emilio Pacheco, tarea abrumadora debido a la gran cantidad de materiales que se habían publicado del caso; Virginia Medina detalla cómo Pacheco condensó en el guión las distintas versiones que la prensa ofreció a lo largo de los años, limitando el número de hijos a tres y omitiendo algunos detalles que habrían hecho la historia aún más escabrosa. Desde El castillo de la pureza empiezan a perfilarse algunas de las constantes que aparecerán en los demás guiones de Pacheco: la intolerancia, el abuso, la sinrazón y el encierro. Cabe señalar que el guión de esta obra es uno de los pocos guiones de Pacheco que se han publicado.

Terminada la filmación de esta película, Ripstein comenta con Pacheco su interés en crear y filmar una historia centrada en la vida de los judíos en México durante la Colonia y mostrar algunos de los problemas que los enfrentaron con la Inquisición, aquí se encuentra el origen de El santo oficio de 1973. La investigación para la escritura de este guión la empezó Ripstein incluso antes de filmar El castillo de la pureza, aunque el grueso del trabajo previo a la escritura de la obra lo hizo JEP; aunque el director propuso el tema, fue el escritor quien lo desarrolló. En esta cinta el fraile dominico Gaspar de Carvajal asiste al funeral de su padre y se reencuentra con su familia a la que no había visto desde hace muchos años, al observarlos durante la ceremonia religiosa se da cuenta de que su madre y sus hermanos, judíos conversos, aún practican los ritos de su antigua religión. Gaspar le confiesa al padre Lorenzo sus sospechas y éste decide llevar el caso ante la Inquisición, dirigida por el implacable Alfonso de Peralta. Los Carvajal son encarcelados y torturados para que confiesen su crimen y aunque Gaspar nunca es el responsable directo de los tormentos, de alguna forma siempre está presente mientras su familia es supliciada. Ripstein comenta en la entrevista con García Riera que este guión también se publicó, puede consultarse en la Biblioteca Central, y añade que «ahí se pueden ver las excelencias de su prosa. JEP narraba muy bien: hacía guiones muy estructurados y su narración era impecable, estaba de veras estupendamente escrito el guión». La película fue nominada a la Palma de Oro en el Festival de Cannes en 1974 y es una de las más caras que Ripstein ha filmado, pues la ambientación creada minuciosamente en el guión por Pacheco fue hecha detalle a detalle (vestuario, muebles, etcétera) para la filmación.

Mientras rodaban El santo oficio, el actor ecuatoriano Jorge Fegan le contó a Arturo Ripstein la siguiente anécdota: durante la Segunda Guerra Mundial un grupo de europeos huyó a una pequeña isla que habían rentado al gobierno ecuatoriano, con lo cual buscaban mantenerse a salvo del conflicto y, al mismo tiempo, alejarse de los nativos y sus costumbres. Con lo que no contaron fue con que el calor insoportable y el aislamiento durante tantos meses iban a ser factores que casi terminarían con ellos. Ripstein comentó con Pacheco las posibilidades que ofrecía la anécdota y entre ambos escribieron el guión de Foxtrot, hasta ese momento la primera película del director estelarizada por actores extranjeros y cofinanciada por el Banco Cinematográfico de México y una empresa  productora de Peter O´Toole, el protagonista de la cinta. Ésta quizá sea una de la película menos interesante de las hechas por Pacheco y Ripstein, aunque cabe destacar que esto no se debe a la historia y tampoco a la dirección, sino al caótico desempeño de O´Toole y Charlotte Rampling. Cuenta Ripstein que durante el rodaje, O´Toole, famoso internacionalmente por su papel en Lawrence de Arabia, consumía distintas sustancias que lo mantenían alterado y eufórico por horas, haciendo que el rodaje fuera un verdadero suplicio para todos aquellos que no se dejaban llevar por las excentricidades del actor. Ripstein recuerda que una vez vio a Max Von Sydow, un actor riguroso y preciso, dando puñetazos a la pared mientras gritaba que jamás había trabajado con alguien tan complicado como O´Toole. La cinta fue un fracaso para la crítica y el público. Como dato interesante vale mencionar que Pacheco había escrito el guión en español y posteriormente fue traducido al inglés en Estados Unidos, pero cuando la cinta se comercializó en México y Latinoamérica, le encargaron a JEP la escritura de los subtítulos, con lo cual se añade una más a las innumerables actividades escriturales de este autor.

El último trabajo que Pacheco y Ripstein emprendieron juntos dio lugar a una de las mejores películas del cine mexicano, pero en este caso la escritura del guión, la adaptación de una novela, no es del todo obra del escritor. En 1977 le ofrecen a Ripstein un proyecto que Buñuel iba a realizar, pero que abandonó porque el actor que tenía en mente para estelarizar la cinta murió durante el proceso de preproducción. Ripstein cuenta entre burlas y veras que la figura de Buñuel fue un peso que soportó durante muchos años, aunque también le permitió hacer varias películas. El lugar sin límites (1964) es una novela que José Donoso escribió mientras vivía en la casa de Carlos Fuentes y originalmente el autor pensó que escribía un apartado de El obsceno pájaro de la noche, pero la presencia de la Manuela se le fue imponiendo para reclamar su propia historia. Ripstein cuenta que conoció la novela desde antes de su publicación por la cercanía que tenía con Fuentes, lo cual le permitió leer el texto de Donoso poco después de que lo terminara. La primera versión del guión fue encargada a Manuel Puig, quien hizo una adaptación «en argentino» poco comprensible para el público mexicano; un amigo de Puig modificó el texto para hacerlo más cercano al español de nuestro país, pero el resultado no fue convincente para Ripstein. Tampoco Puig estuvo de acuerdo y se negó a que su nombre apareciera en los créditos de la película, dos años antes había publicado El beso de la mujer araña y le dijo a Ripstein que no quería que lo identificaran como un escritor limitado a temáticas homosexuales. El director reelaboró el guión y recurrió a José Emilio Pacheco para mejorar lo escrito, sin embargo también colaboraron en esta obra Cristina Pacheco y Carlos Castañón, por lo que Ripstein comenta que el guión de esta película parte de un libro chileno, adaptado por un argentino y modificado por un grupo de mexicanos. Al parecer no existen copias de todas las versiones del guión, por lo que no es posible analizar las modificaciones sucesivas a las que fue sometido, lo cierto es que el resultado obtenido es excelente. El lugar sin límites ganó dos premios Ariel por mejor actor, Roberto Cobo, y mejor película, además de obtener el premio especial del jurado en el Festival de San Sebastián para Arturo Ripstein.

Sin duda el principal problema para estudiar la faceta de guionista de José Emilio Pacheco es que sólo dos de los guiones en los que participó han sido publicados, algunos otros se encuentran bajo resguardo en bibliotecas especializadas, como la de la Cineteca, y el resto es posible que hayan desaparecido. Asimismo, en varias ocasiones la participación de Pacheco ni siquiera es reconocida o existen dudas sobre su nivel de involucramiento. Por otra parte, tampoco es claro en cuántas películas participó Pacheco, pues mientras que en la entrada que le dedica el sitio de la UNAM sobre escritores de cine se enlistan algunas obras, en la bibliografía que Hugo Verani para el volumen La hoguera y el viento, se mencionan otras cintas; concretamente Verani menciona El querido fantasma (1964), entremés de Francisco de Quevedo, de  Juan José Gurrola, aunque en ninguna otra fuente es posible verificar esta información. Finalmente, existen cuando menos cinco guiones inéditos escritos por José Emilio Pacheco, tanto adaptaciones de sus propios relatos como de la obra de otros escritores. De estos guiones inéditos sólo se ha publicado un fragmento de El obsceno pájaro de la noche, del cual Gustavo García afirmó que «es una hermosa película que jamás existirá». Retomó una más de las frases de este crítico para terminar: «El cine tiene mil maneras de vivir. Una de ellas es la escritura».

Versión para este blog de la ponencia del mismo nombre leída en el «Homenaje a José Emilio Pacheco» el 29 de septiembre de 2014 en la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.

Obras referidas

De la Colina, José, «Los films del concurso», El Gallo Ilustrado, suplemento de El día, 11 de julio de 1965, p. 3-4.

_____, «Sobre el concurso de cine experimental», Revista de la Universidad de México, México, Volumen XIX, número 12, agosto, 1965.

Diccionario de escritores de cine mexicano, UNAM, México: https://goo.gl/51Ax0F, consultado el 25 de septiembre de 2014.

Gastélum, Luis, «JEP hizo de los guiones literatura», Unomásuno, Sec. Cultura. 10 de julio, 1986.

Gustavo, García, «Presentación del guión de Salomón Latier y José Emilio Pacheco: El obsceno pájaro de la noche», Intolerancia, México, número 5, septiembre-octubre, 1996.

Medina Ávila, Virginia, Influencia de los escritores en la renovación y búsqueda del cine mexicano de los sesenta y setenta, Tesis de Doctorado, UNAM, 2006. (Inédita).

_____, «Influencia de los escritores en la renovación y búsqueda del cine mexicano de los sesenta y setenta», Multidisciplina, número 5, 2010, p. 5-21.

Negrín, Edith (editora), Pasión por la palabra: homenaje a José Emilio Pacheco, UAM, México, 2013.

Ripstein, Arturo, Arturo Ripstein habla de su cine con Emilio García Riera, Universidad de Guadalajara, México, 1988.

Verani, Hugo (selección y prólogo), La hoguera y el viento: José Emilio Pacheco ante la crítica, UNAM-Era, México, 1993.

Acerca del autor

Armando Octavio Velázquez Soto

Profesor Asociado de Tiempo Completo en el Colegio de Letras Hispánicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Doctor en Letras por la UNAM. Es profesor en las áreas de …

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