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Campanario de luz o la nota roja como fuente de inspira-ción para las bellas artes

Campanario de luz o la nota roja como fuente de inspiración para las bellas artes.

Mi cadáver no tiene quien lo reclame:
pueden arrojarlo a la fosa común,
y eso si me hacen favor.
Francisco Conde de Arriaga, Campanario de luz.

El 31 de mayo de 1899, antes del mediodía, una joven huérfana de escasos 20 años, llamada Sofía Ahumada, se arrojó desde el segundo piso del costado poniente de la Catedral de la ciudad de México. Su menudo cuerpo embadurnó de sesos y sangre no sólo el piso en el cual cayó, sino que alcanzó para cubrir a prácticamente todos los periódicos de la ciudad de México, que siguieron aquella impactante noticia durante varios días. Hubo muchas conjeturas alrededor de aquel vertiginoso suicidio: que fue por un desamor, una deshonra mayúscula, o, debido a la cercanía del fin del siglo, que era una premonición del Apocalipsis. José Guadalupe Posada, quien realizó varios grabados de nota roja, no dejó pasar la oportunidad de ilustrar este episodio tan peculiar.

Fuente de la ilustración: http://revistareplicante.com/la-experiencia-estetica-de-la-nota-roja/

Escritores como Amado Nervo y Ángel del Campo se inspiraron en este episodio de la historia de la Ciudad de México y compusieron diversas obras al respecto de este hecho que ha despertado la curiosidad de numerosas personas a lo largo del siglo XX.

Campanario de luz (2012) es una obra que revisita aquel sucidio atroz desde un punto de vista nuevo, y a la vez retrospectivo. Su autor, Jesús Francisco Conde de Arriaga (Ciudad de México, 1983) es un poeta encerrado en el cuerpo de un narrador. Aleccionado por su padre, el poeta Francisco Conde, conoció la eufonía de las vocales y  consonantes desde temprana edad, hojeando los volúmenes de Rubén Bonifaz Nuño, su vate predilecto. Ahora, en ésta, su ópera prima, da muestra de su conocimiento no sólo de la historia del México de aquel siglo, sino también del estilo literario, en el cual se mueve con facilidad. Sus influencias poéticas son evidentes: Villaurrutia, Owen, Nervo y el infaltable Bonifaz.

Dividido en cinco apartados, cada uno de ellos ostenta un estilo distinto. Al principio el discurso emula la pluma periodística de nota roja de finales del siglo XIX. Después muestra un enfoque intimista similar al que adopta Villaurrutia en Dama de corazones. Con una pluma a ratos relajada, a ratos tensa, los apartados del libro son tan disímiles que apenas logran su frágil cohesión interna por medio de dos hilos conductores: el temático, que es el vuelo mortal de Sofía Ahumada, y el estructural, que es la ruptura. Todo en el libro es una ruptura de ritmos poéticos y tramáticos, de anécdotas y de expectativas. Baste un ejemplo para ilustrar esto. En el segundo apartado de la obra se presencia el enfoque intimista de un joven que está prendado de la infausta Sofía.

Pareciera que imagino tu suspiro palpitante en las arcas de mis horas, de la médula cansada, del cansancio y el destierro. Afirmo: el aliento liberado de cada impúdica caricia que mi oído no retiene se aferra en ese acorde que tardío se lleva en sueños. Liberadas esas formas que en tu boca se registran, cuando el nombre que pronuncias no coincide con el mío, me declaro incompetente. Los temores de nombrarte sólo intentan balbucir derruidas consonantes: alejadas reconstruyen cada gota de sudor que mis labios no reclaman.(18)

El discurso del joven enamorado abunda en rítmicas de ocho, once y doce sílabas, que se combinan en múltiples alineaciones para que la melodía del texto sea tan plural como el libro mismo. Apenas unos renglones más adelante del fragmento antes citado, se corta ese discurso amoroso para dar paso a la mirada fría y científica del informe forense: «Fracturas completas de la clavícula y omóplato derechos, en el húmero del mismo lado, una herida en la cara externa del codo, fractura en el cúbito y radio derecho» (19). El contrapunto juega un papel primordial dentro de la obra, pues permite crear un contrapeso entre los diversos discursos que integran el libro. Contrastan la descripción de la belleza de la muchacha hecha por el joven enamorado, con el tono periodístico y el forense, que le hacen sentir al lector lo efímero y frágil de aquella beldad, lo trágico de la situación actual del cadáver de Sofía, aquella mujer que «tal vez prefirió la negrura de una fosa a la negrura no menos abrumante del deshonor» (12).

Conde de Arriaga no permite que el lector se quede en una zona cómoda que le permita familiarizarse con los personajes y la anécdota; al contrario, le presenta retos, rompe estructuras, sorprende por medio del extrañamiento del lenguaje y el choque de las jergas médicas, periodísticas y poéticas, que convergen en un solo libro para dar cuenta de una multifacética mirada que no intenta explicar la historia de Sofía Ahumada, sino enriquecerla por medio de la conjetura y la posibilidad, una y otra vez, hasta que quede claro que es imposible llegar a la verdad, pero el camino para intentar llegar a ella puede ser muy disfrutable.

Andrés Gutiérrez Villavicencio

UNAM

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