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Alguien debería de escribir una canción sobre todos nosotros

Bisama Álvaro, Taxidermia, Chile: Alquimia Ediciones, 2014, 239 p.

En el 2007 y dentro de las actividades que hicieron de Bogotá la Capital Mundial del Libro, Álvaro Bisama fue elegido como uno de los 39 escritores menores de 39 años de edad más relevantes de América Latina; hasta ese año sólo habían sido publicados sus crónicas y ensayos Zona cero (2003) y Postales urbanas (2006), además de Caja negra (2006), en la cual se perfilaron algunos de los elementos que han aparecido en sus novelas posteriores: Música marciana (2008), Estrellas muertas (2010) y Ruido (2012). Uno de estos elementos es la memoria, tema que incide en la configuración de las estrategias discursivas y estructurales de sus obras. En las primeras publicaciones de Bisama es clara la tendencia hacia una línea cercana a la ciencia ficción, además de relaciones con el anime, el cómic, la novela gráfica, las series de televisión y el cine. Algunos de estos rasgos los compartía con los escritores Mike Wilson, Jorge Baradit y Francisco Ortega, quienes se autodenominaban el Freak Power. En una entrevista Ortega señaló que «no estamos haciendo, necesariamente, ciencia ficción, es otra cosa… es mezclar, es recontar, es explorar un lado de Chile que no estaba y que es el Chile asombroso… es la literatura del fin del mundo en el fin del mundo»1. Pese a que no constituyeron propiamente una generación ni un movimiento, los integrantes del Freak Power forman parte del grupo de escritores chilenos que empezaron a publicar en los últimos años del siglo pasado y los primeros de éste, al haber nacido durante la dictadura de Augusto Pinochet su relación con los años previos al golpe de estado de 1973 está mediada por los relatos de las generaciones precedentes, esto puede observarse en las líneas argumentales que desarrollan en sus obras.

Aunque quizá resulte aventurado catalogarlas, las novelas de Bisama pueden organizarse en dos grupos de acuerdo a las temáticas, personajes e incluso medios editoriales: por un lado están Caja negra y Música marciana, en las cuales abundan referencias a movimientos artísticos imposibles, bandas de rock y metal sumamente violentas, cataclismos que destruirán la tierra, etcétera. Por otro lado, están Estrellas muertas y Ruido, en una entrevista realizada poco tiempo después de la aparición de su tercera novela, Bisama la definió como «una novela de fantasmas» y señaló que en ella quiso separarse de los temas y las estrategias narrativas que le «salen fácil», al preguntarle qué es lo que era esto, Bisama respondió: «Enumerar 20 formas de que se acabe el mundo. Describir una biología extraterrestre que no existe. Decir el argumento de 40 películas ficticias de terror. Después de dos novelas, sé que puedo llenar el libro con mutantes. Saturarlo. Pero quise ir en contra de lo obvio»2. Sus últimas dos novelas antes de Taxidermia salen completamente de estas líneas de lo fácil, en ellas se explora el peso de la memoria dictatorial en las generaciones que crecieron en los noventa, las maneras en que lidian con ese pasado en cierta medida silenciado y las formas que adopta la vida en posdictadura.

Sin embargo, con la publicación de Taxidermia (2014) las líneas señaladas se mezclan para dar lugar a un relato fragmentario y breve, compuesto por decenas de apartados de extensión variable que funcionan como instantáneas verbales autónomas, relatos mínimos que encierran en unas cuantas líneas la totalidad que es esta novela. Publicada por Alquimia Ediciones, una editorial chilena independiente que edita alrededor de veinte libros por año, el volumen es de pequeño formato, la mayor parte del texto aparece en las páginas impares blancas, mientras que en las pares el papel presenta salpicaduras mínimas de tinta negra en una saturación variable. Taxidermia está narrada desde la perspectiva del narrador testigo, un cineasta que ha perdido parte de su memoria debido a un gusano alojado en su cerebro que se comió algunos de sus recuerdos; el cineasta refiere la historia de un artista underground que hizo de los cómics su medio de expresión privilegiado, además de incursionar en el video sin mucho éxito y en el porno amateur de corte masoquista. En Taxidermia se cuentan fragmentos de la propia vida del cineasta, hijo de padres desaparecidos durante la dictadura, la azarosa y sufrida existencia del artista del cómic y las extrañas historias que poblaban sus fantasías hasta materializarse en viñetas y secuencias narrativas enloquecidas plagadas de monstruos, destrucción y violencia.

La convivencia de estas tres líneas narrativas en una sola novela da cuenta de la fusión de vertientes en las que se había decantado la obra de Bisama; la estructura narrativa de Taxidermia (construida desde el narrador testigo) es semejante a la desarrollada en Música marciana, en la cual el único hermano sobreviviente de una familia cuenta la vida de sus hermanos y su padre; algo semejante ocurre en Estrellas muertas, en la que una pareja de esposos narra la vida de sus compañeros universitarios mientras realizan los trámites de divorcio; finalmente, en Ruido un narrador colectivo refiere la vida de un huérfano que tiene visiones de la Virgen. No obstante, las historias que aparecen en los cómics, algunas de ellas referidas por completo, recuerdan a las de Caja negra, novela de trece capítulos, cada uno con un protagonista distinto, en la que desfilan enanos dueños de un criadero de cocodrilos, un rockero japonés cuya música conforma el soundtrack de todas las historias, unos cineastas criminales (los hermanos Mori) obsesionados con la violencia, entre otros.

Como contrapeso a las historias de los cómic, el propio narrador refiere atisbos de su vida aunque desde el principio de la novela aclara que la historia no estará centrada en él, también habla de su obsesión por el pasado y del papel que desempeñan las filmaciones que realiza como una forma de aprehensión y metaforización de lo ya desaparecido:

No puedo pensar en otro mundo que no sea el pasado. Eso es todo. No me importa la ficción, ni el relato, ni el arte de narrar nada. Me importan los hechos del pasado. Filmé porque se trataba de un arte menor, un arte que evadía al arte. Filmé como quien anota las señales de la vida secreta de los otros, reconstruye los hechos, compone una autopsia de cuerpos que desaparecen o cambian, que ya no serán nunca más que luz envejecida. (19)

La primera grabación que funciona como un soporte de la memoria, y una exteriorización de la misma, fue filmada por el padre del narrador, corresponde a una fiesta familiar en los meses previos al inicio de la dictadura: «El pulso de mi padre era firme. La cámara apenas se mueve. Aún no viene el golpe de estado. Ellos no están en ninguna lista. Aún no viene un camión de la FACH y los secuestra» (91). El personaje narrador pasa la cinta al formato VHS y la reproduce hasta que las imágenes y los sonidos se desgastan, borrándose cada vez más en una referencia obvia a la desaparición de los recuerdos. Otra metáfora de la memoria en Taxidermia es un baúl lleno de los cómics que el protagonista de la novela dibujó obsesivamente durante varios años, sin tener siquiera la intención de publicarlos; en ellos es posible seguir el avance de la locura, la tristeza y las ideas recurrentes que lo acecharon por mucho tiempo; los cómics son historias fragmentadas unidas porque la mayoría de ellas ocurren en el mismo lugar: la representación ficcional de la casa que habita el dibujante de los cómics.

En Taxidermia se encuentran los temas y estrategias narrativas exploradas con maestría por Álvaro Bisama en sus obras previas; quizá la gran diferencia sea la concisión que ha alcanzado en esta novela, muchos de los fragmentos que la conforman son verdaderos poemas en prosa entramados en una historia mayor; la belleza y precisión del lenguaje obligan a la relectura de estos pasajes, aislándolos del resto para percibirlos en su unidad, una parte que da cuenta del todo y es en sí misma total. Desafortunadamente, y a pesar de la calidad de la obra, la edición de Taxidermia es un tanto descuidada, numerosas erratas aparecen a lo largo del libro, lo cual aunque no demerita en grado alguno la novela, sí debe ser solucionado por Alquimia Ediciones para mantener la excelencia de sus otras publicaciones.

Acerca del autor

Armando Octavio Velázquez Soto

Profesor Asociado de Tiempo Completo en el Colegio de Letras Hispánicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Doctor en Letras por la UNAM. Es profesor en las áreas de …

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Notas al pie:

  1. Patricio Jara, «El dream team de la otra literatura nacional», disponible en el sitio https://goo.gl/Nrf7Zp, consultado el 1 de julio de 2013.
  2. Roberto Careaga, «Estrellas muertas es una novela de fantasmas, pero es la única realista que he escrito», p. 67.