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Cajas y fotogramas: Joseph Cornell en la obra de María Negroni

Una versión de este texto se leyó en el II Congreso Internacional de Literatura Comparada: Teoría de la literatura y diálogos interdisciplinarios, organizado por la Universidad de Costa Rica, en San José de Costa Rica – Costa Rica, el 7 de abril de 2016.

Cuando en 2013 María Negroni publicó Elegía Joseph Cornell, ya habían pasado más de treinta años desde que, por vez primera, se sintiera fascinada por la obra del artista norteamericano. Su relación con Cornell data del momento en que la escritora trasladó definitivamente su residencia a Nueva York, y nació, podría decirse, de la misma manera en que surgió la obra de Cornell: caminando por la ciudad, curioseando por sus rincones, observando. Es importante recordar que Nueva York fue para Cornell mucho más que el lugar que recorría seleccionando objetos y materiales que más adelante utilizaría para el ensamblaje de sus cajas y para la creación de sus películas; era el eje en torno al cual giraba todo su universo artístico, el lugar por el que caminaba siguiendo el mapa del azar, de los encuentros inesperados; era el espacio que hizo hablar a través de pequeñas piezas ensambladas en cajitas en las que capturaba la melancólica aura fantástica de la infancia perdida, un Nueva York miniaturizado en las obras que él consideraba, en palabras de Negroni, como «juguetes para adultos, como teatros poéticos donde quedarse a vivir» (Negroni, 2010: 77).

En casi todos los textos que María Negroni dedica a Cornell afirma que de él la sedujo, sobre todo, «su relación con la ciudad a la que su avidez concebía como un gabinete fantástico, como un sitio privilegiado, donde se puede, al abrigo del anonimato, ejercer la observación y el saqueo, o lo que es igual, abrirse a infinitas representaciones del mundo…» (Negroni, 2013: 8). Luego se verá cómo las ideas sobre los gabinetes de maravillas, la observación y el saqueo, se replican en la ensayística de la escritora argentina. Son ideas que atraviesan, poco a poco, sus páginas hasta llegar al libro en el que, finalmente, Negroni lleva a cabo un explícito homenaje a Cornell.

La primera mención que María Negroni hace de Cornell aparece en Museo Negro (1999), un libro de ensayos en el que analizaba textos de diferentes escritores a la luz del gótico europeo y norteamericano. Este libro inició un ciclo de obras en las que siguiendo las fórmulas de los coleccionistas ella seleccionaba, atendiendo solo a sus gustos personales, a aquellos autores que le resultan más interesantes para dar cuenta de un aspecto concreto de la literatura. El texto sobre Cornell se titula «Joseph Cornell y Charles Simic: el arte del ladrón», y aunque en apariencia tiene la intención de reflexionar sobre el libro de poemas Alquimia de baratijas, que Simic dedica al artista neoyorquino, y que ella traduce, las opiniones de Negroni se centran en la vida y el universo artístico de Cornell. Al libro de Simic solo lo menciona en la penúltima página y lo define como «un homenaje al “Arte del ladrón”» (Negroni, 2010: 80). Expresión que fuera del habla argentina pierde sentido y que se refiere concretamente al escruche, término que en el lunfardo define al ‘arte del ladrón que abre las puertas, especialmente si lo hace con violencia’. Se entiende de esta manera que María Negroni ve el libro de Simic como el trabajo de un hábil ladrón que, de manera violenta, le ha abierto las puertas al universo cornelliano.

La segunda obra en la que la escritora argentina menciona al artista es Pequeño mundo ilustrado (2011). En este libro se recoge una serie de referencias vinculadas con los intereses intelectuales y emocionales de la autora. A la manera de un pequeño diccionario ilustrado, aquí Negroni acompaña los textos con ilustraciones, grabados o fotogramas. La obra literaria se recrea en un espacio más inclusivo en el que la palabra, sin perder su valor o funcionabilidad comunicativa tradicional, convive con formas de expresión no verbales. Los límites de los géneros literarios se vuelven inestables. Los breves ensayos de los que se compone el libro están organizados alfabéticamente y, como los diccionarios tradicionales, no pretenden explicar nada de forma demasiado profunda ni quieren detenerse demasiado en ningún tema concreto, sino que de manera más bien arbitraria dan cuenta de los gustos y obsesiones de Negroni.

En la lista incluye, por ejemplo, a Jan Svankmajer, al Ciudadano Kane, los autómatas, las muñecas, los gólem, los mapas y a Joseph Cornell, entre otros. Arbitraria como pocas, esta lista de nombres y de referencias solo encuentra un punto de contacto bajo el nombre de María Negroni. En ese sentido, podría afirmarse que esta obra es un gabinete de maravillas integrado más que por objetos por la descripción o la reflexión sobre estos. Pequeño mundo ilustrado no es otra cosa que el resultado de haber creado una colección personal de fragmentos del mundo o es, a fin de cuentas, la primera aproximación de Negroni a la construcción de una miniatura que, como las propias cajas de Cornell, reproduce una porción del universo de su discurso.

En la lista incluye, por ejemplo, a Jan Svankmajer, al Ciudadano Kane, los autómatas, las muñecas, los gólem, los mapas y a Joseph Cornell, entre otros. Arbitraria como pocas, esta lista de nombres y de referencias solo encuentra un punto de contacto bajo el nombre de María Negroni. En ese sentido, podría afirmarse que esta obra es un gabinete de maravillas integrado más que por objetos por la descripción o la reflexión sobre estos. Pequeño mundo ilustrado no es otra cosa que el resultado de haber creado una colección personal de fragmentos del mundo o es, a fin de cuentas, la primera aproximación de Negroni a la construcción de una miniatura que, como las propias cajas de Cornell, reproduce una porción del universo de su discurso.

La obra del artista norteamericano se compone, fundamentalmente, de una serie de cajas en las que él ensamblaba, luego de un cuidadoso y sistemático proceso de elección y clasificación, una serie de objetos cuyo significado en conjunto no tienen un valor representacional. Entre las más notables se encuentran las dedicadas a las bailarinas de ballet, a la ópera, y la serie compuesta por veintiséis cajas que, entre los años cuarenta y cincuenta, realiza sobre pájaros.

En estas últimas se repite, más o menos, un mismo esquema: al interior de las cajas, en el centro, suele verse un ave rodeada de una serie de objetos o elementos cuya relación con el elemento visual central no es inmediatamente claro, pero que propone una sintaxis y un argumento propio.

Además de esta actividad, Cornell fue conocido como creador y director de una serie de películas en las que empleó técnicas del collage y experimentó en el montaje. Su trabajo fílmico permitió que imágenes que habían sido desechadas se convirtieran en nuevas obras que causaron admiración en artistas como Dalí o Duchamp. De todas las películas, la trilogía de Children’s Party tiene especial importancia en la obra de María Negroni, una importancia que se hace visible en la imagen con la que se abre el libro que es el centro de interés de estas páginas y que corresponde al fotograma en el que aparece la figura de una niña que representa a Lady Godiva.

Además de esta actividad, Cornell fue conocido como creador y director de una serie de películas en las que empleó técnicas del collage y experimentó en el montaje. Su trabajo fílmico permitió que imágenes que habían sido desechadas se convirtieran en nuevas obras que causaron admiración en artistas como Dalí o Duchamp. De todas las películas, la trilogía de Children’s Party tiene especial importancia en la obra de María Negroni, una importancia que se hace visible en la imagen con la que se abre el libro que es el centro de interés de estas páginas y que corresponde al fotograma en el que aparece la figura de una niña que representa a Lady Godiva.

Son cuatro los objetos que en Elegía Joseph Cornell rodean a Godiva. Los primeros son una serie de textos que se titulan «Apuntes para una biografía mínima», en los que la autora recorre los aspectos más relevantes en la vida del artista. Los segundos son poemas, frases o fragmentos que sobre la obra de Cornell han escrito diferentes autores entre los que se encuentran John Ashbery, Octavio Paz o Simic. Los terceros son reproducciones de las notas que sobre su obra realizaba el propio Cornell. Por último, los cuartos, se componen de las reflexiones que Negroni desarrolla sobre algunas de las piezas más interesantes y notables de Cornell y sobre su proceso de creación. Ese conjunto crea el marco que hace visible la reflexión central sobre Lady Godiva.

Esta analogía, la comparación entre el modo de composición del libro Elegía Joseph Cornell y la obra de Cornell, no pretende forzar un paralelismo entre ambas formas de expresión artística, sino proponer una lectura en la que la teoría se le hace visible al lector mediante la experiencia de un proceso que en el fondo es artístico, porque sigue las mismas pautas de creación que había seguido el propio Cornell para crear sus obras.

A su vez, el libro, el conjunto del libro, en relación con la obra de Cornell, se convierte, de alguna manera, en todo lo que rodea a Lady Godiva, dado que parece presentar la misma relación que tienen los elementos secundarios en las cajas.

Estos elementos secundarios tienen una relación que pueden ser tanto de contradicción como de complementariedad, como de comprensión, como de análisis, etc., toda la variedad hermenéutica que pueda llevar al campo de estudio un libro que en el fondo lo que se propone hacer es lo que hace toda crítica, que es explicar e intentar entender su objeto de estudio.

Más allá de las analogías formales, más allá de las coincidencias de composición en un caso y en otro, es también necesario reflexionar sobre el hecho de qué es lo que representa cada una de las dos obras, y esta reflexión podría comenzar desde el plano de los contenidos específicos en el caso de la obra de María Negroni, y la forma de composición en las cajas Cornell. Por ejemplo, María Negroni aísla un fotograma que pertenece a una película de Joseph Cornell y, teniendo en cuenta que el fotograma es una unidad temporal y por lo tanto solo puede entenderse en relación con un resto de fotogramas suprimidos antes y después, lo que hace es aislar un momento concreto para fijarse en una imagen específica; sin embargo, no hay que perder de vista que, por implicación, están presentes el resto de los fotogramas suprimidos. Quizá no resulta demasiado claro, pero esta selección es algo que alude directamente a la temporalidad. Más aún, alude a la dialéctica del momento y el tiempo.

El fotograma ya es un momento aislado y ofrecido a los ojos del espectador. Pero es, además, un fotograma semánticamente saturado, saturado del sentido que ofrece la figura de Lady Godiva, ya que ella es un cuerpo humano que es expuesto en público para ser visto y no visto. Es decir, visto, aunque un pueblo entero decide que no quiere verlo, se convierte de este modo en una negación de la vista. Lady Godiva y la pequeña Godiva tanto de la película como del libro, son ejemplos concretos de lo que no se debe ver o lo que no se ve. En el caso de las cajas de Cornell se aprecia algo que no es exactamente igual, pero en las que también se halla una sugerencia en ese sentido, hay una percepción de que esas cajas son unas cajas construidas para mirar en su interior, tienen una cara de cristal que permite al espectador apreciar su contenido. Sin embargo, dicho contenido no es, realmente, lo que uno esperaría ver en una caja de esta naturaleza y, por tanto, también es una caja en la que lo que se ve se halla en contradicción con lo que se debería ver, o lo que se supone que debería haber en una caja de estas.

Estas cajas suelen traer repertorios que proceden del mundo de las ciencias naturales como pueden ser la mineralogía, los estudios de zoología, los estudios de flora, incluso, y pueden ser distintos elementos clasificados en un orden según una taxonomía o según una lógica propia. No obstante, las cajas de Cornell no se conciben como objetos de representación científica, sino como objetos de representación artística y, por tanto, ejercen una libertad que es la propia del arte, pero que es dependiente o derivada de un mundo que se organiza en series, clasificaciones, filiaciones, entre otras.

Mientras que lo que ofrecen las cajas de Cornell es más bien un mundo regido por la lógica del arte en el cual la analogía y el estímulo de la imaginación respecto de los parecidos, que no son tan evidentes en las clasificaciones científicas, saltan a la vista del espectador.

Finalmente se ven una serie de objetos que no son lo que previsiblemente pudiera guardar una de estas cajas, al igual que no está previsto que se vea en una ciudad el cuerpo desnudo de una mujer, que es lo que ocurre con el fotograma que presenta María Negroni como elemento central de su reflexión sobre Cornell.

La Elegía Joseph Cornell sugiere una relación en la que el oído y la vista, la imagen y el discurso, se interrogan y se cuestionan de forma recíproca, lo que se ve y lo que no debe verse se organiza y se desorganiza siguiendo una lógica que recuerda a la lógica del discurso científico, pero recuerda este desde su parodia y su crítica, desde su reverso, desde la distancia irónica en la que la conciencia infantil, inocente, precientífica, asalta el mundo adulto de la ciencia y lo organiza según las pautas de una lógica de la fantasía de la imaginación.

Acerca del autor

Alexandra Saavedra Galindo

Doctora en Letras por la unam, maestra en Estudios Latinoamericanos (área de Literatura), por la misma institución, y licenciada en Lingüística y Literatura con énfasis en Investigación…

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