Carmen Ollé. Fotografía: Herman Schwarz.

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Las escritoras van ganando terreno progresivamente: entrevista a Carmen Ollé

Carmen Ollé (Lima, 1947) es una de las escritoras más destacadas del Perú. La aparición de su primer poemario, Noches de adrenalina (1981), produjo una importante conmoción en el panorama literario nacional y continental, al punto que hoy se le considera un referente ineludible. La autora —quien ha sido filiada a la “generación del setenta”, junto a José Watanabe, Enrique Verástegui, Juan Ramírez Ruiz, entre otros—, formó parte del movimiento Hora Zero y, desde los años noventa, sólo escribe prosa. Algunos de sus textos más significativos, además de su célebre poemario, son ¿Por qué hacen tanto ruido? (1992), Las dos caras del deseo (1994), Retrato de mujer sin familia ante una copa (2007), Monólogos de Lima (2015) y Halo de luna (2017). Fue directora del Centro de Documentación sobre la Mujer en Lima y en el 2015 recibió el Premio Casa de la Literatura Peruana por su trayectoria y su obra.

El Seminario de Estudios sobre Narrativa Latinoamericana Contemporánea tuvo la oportunidad de conversar con Carmen Ollé en el corazón del emblemático barrio de Barranco, donde ella reside, sobre algunos de sus libros,  inquietudes literarias y su condición de mujer y escritora.

Carmen Ollé. Fotografía: Herman Schwarz.

No puedo evitar comenzar esta sin aludir a un lugar común: el vínculo (o, mejor dicho, la separación) entre su obra lírica y su narrativa. En alguna entrevista ha dicho que “Como se me conoció como poeta, ha habido una resistencia frente a mi narrativa”. ¿En qué sentido se orienta tal resistencia y desde dónde se ejerce?

Creo que detrás de todo ese prejuicio hay un tipo de lector y/o lectora convencional, poco dispuesto a aceptar los cambios. Así le pasó, por ejemplo, al poeta Jorge Eduardo Eielson, quien tuvo que emigrar a Italia para difundir su trabajo con las artes visuales.

Yo siempre he sido gran amante de la novela, del ensayo, he leído teatro cuando se publicaba y se importaban las obras de los grandes autores norteamericanos, alemanes, peruanos. Después de que apareció Noches de adrenalina empecé a escribir, a partir de mi experiencia en París, Una muchacha bajo su paraguas, que publiqué muchos años después. Luego salió a la luz ¿Por qué hacen tanto ruido?: siempre quise crear nuevos escenarios y personajes y el libro es el resultado de esa inquietud. En el extranjero, muchos narradores son también poetas: Bukowski, por ejemplo; Saramago empezó como poeta, Bolaño también. Pero como en los ochenta prevalecía la poesía se me encasilló ahí, sin contar que la narrativa, se pensaba, era privativa de los varones, un preconcepto que ya está siendo superado.

En vista del notorio viraje que ha dado en su trayectoria literaria desde la poesía hacia la narrativa, ¿coincide con el consabido adagio que sostiene que la poesía es una expresión de juventud mientras que la narrativa es, la más de las veces, un género que se asienta y consolida con la madurez de su autor?

Sí, la poesía de la juventud es más intensa y renovadora, el gran ejemplo es Rimbaud; la novela exige mayor capacidad de observación y eso lo tienen los adultos, menos metidos en su mundo interior. La poesía contemporánea ha estado muy ligada, al menos en el siglo XX, a la autodestrucción del yo, una corriente que viene del expresionismo alemán (Georg Trakl es el maestro) y que en la poesía latinoamericana tiene su cima en Alejandra Pizarnik, mientras que en lengua inglesa a Sylvia Plath.

Desde ¿Por qué hacen tanto ruido? es patente la ambigüedad respecto al género literario al que puede adscribirse su obra. En ella convergen el diario, la autobiografía, el ensayo y la ficción. ¿Ha sido deliberada esa mixtura de distintos registros? Y, ¿Cuál ha sido el propósito de tal ambigüedad? ¿Considera que los géneros son una especie de “corsé” del que es necesario despojarse?

Este obra marca la transición de la poesía a la narrativa. Esa amalgama continuó en otros libros pero ya de manera más consciente. He visto y leído a otros autores que mezclan los géneros literarios; además, la idea del fragmento es algo moderno, así como la autoficción. Lo hice también porque no quise escribir otro novelón como Las dos caras del deseo, donde el modelo era la narrativa de Patricia Highsmith: quería encontrar mi propia voz. Cuando escribí las tres piezas de teatro al estilo del teatro Noh de Mishima, incluidas en Monólogos de Lima, fue porque me dije a mí misma que no quería caer en una novela costumbrista con “Hilaria”, la primera pieza: entonces, la salida era la teatralización.

En consideración de la comparecencia de diferentes géneros, estilos y voces narrativas que recorren su producción narrativa, ¿qué libro le ha resultado más difícil escribir y por qué?

Fue Halcones en el parque, porque —como me dijo un amigo escritor— es un libro de laboratorio que hice para cumplir el compromiso con un editor que me había adelantado una suma de dinero que necesitaba para costear la licenciatura de mi hija. Tuve que inventar todo. Creo que es la única obra que no tiene nada, absolutamente nada que ver con alguna vivencia personal, salvo la idea del deudor, pues en esa época dos bancos me atormentaban porque había dejado de pagar las tarjetas de crédito ya que estaba sin trabajo. En Halcones en el parque hay algo de eso, pero transfigurado.

En ¿Por qué hacen tanto ruido? la narradora y protagonista declara: “La poesía, el verso, esa melodía y esa síntesis que hacen de ella algo denso y enigmático, no me contiene ya”. ¿Suscribe hoy esa frase de su personaje? ¿En qué medida la narrativa le ofrece otras posibilidades expresivas de las que carece la poesía?

La verdad que escribir poesía para mí en esta época es casi imposible: la poesía o lo poético estará en algunas frases o párrafos de mi narrativa, tal vez, pero en un poema como tal, difícil.

Llaman la atención, también, las constantes a lo largo de su trayectoria literaria. Parece ser que, aunque cambió de forma de expresión, hay algunas recurrencias importantes: la condición femenina, el énfasis en el cuerpo, la indagación en el deseo y el placer sexual, etcétera. ¿Nos podría decir algo a propósito de estos aspectos persistentes?

La condición femenina, su supeditación al amor de un hombre, su necesidad perentoria de tener un hogar, todo eso de lo que algunas se libran y son independientes emocionalmente, me interesa mucho; igual la identidad como personas de una sociedad siempre emergente; la pobreza, la violencia del sistema social y político; sí, son temas recurrentes que siempre me van a interesar, ya sea en un texto realista o fantástico.

En la mayoría de sus libros las referencias a otros escritores son continuas: Enrique Verástegui en ¿Por qué hacen tanto ruido? o Arthur Rimbaud, Roberto Bolaño o Patricia Highsmith en Retrato de mujer sin familia ante una copa, además de que la mayoría de las protagonistas de sus obras son mujeres y escritoras. Sin embargo, la perspectiva desde la que se presenta el oficio del escritor dista de ser, por decirlo de algún modo, benévola. ¿Qué puede decir sobre esto?

Pues que en nuestros países, sobre todo en el Perú, el hecho de ser escritor o escritora no es una fortuna, la gente tiene una cultura oral y no escrita. Son pocos los que en realidad saben del sacrificio de un escritor o escritora que debe renunciar a muchas prebendas para dedicarse a su oficio. Por otro lado, muchos artistas y escritores terminan suicidándose, alcoholizados, olvidados, pobres, esa es la realidad, no se puede hablar de riquezas ni de genialidad entre nosotros: los ricos y famosos están en otros hemisferios, no en el Sur.

Retrato de mujer sin familia ante una copa. Fotografía: Casa de la Literatura Peruana.

Mucho se ha dicho y escrito, en las últimas décadas, acerca de la escisión entre la producción literaria citadina/Limeña y provinciana/andina en el Perú. ¿Le parece que ocurre una situación análoga con la obra escrita por hombres y por mujeres?

En parte sí, pero algo está cambiando felizmente, aunque cuando dicto mis talleres literarios pocos alumnos mencionan a las autoras; en el imaginario colectivo sigue prevaleciendo el varón como escritor. Aunque las escritoras van ganando terreno progresivamente, esto porque nuestra sociedad avanza, lentamente, pero avanza.

En ¿Por qué hacen tanto ruido? La narradora apunta: “Mi madre dice que ningún libro de poemas nos dará de comer”. El libro está atravesado, en más de un sentido, por el irrenunciable afán de escribir, contra todo obstáculo. Una situación análoga puede advertirse en Ada, la profesora universitaria que protagoniza Las dos caras del deseo. ¿Le ha sido difícil dedicarse enteramente a la literatura?

Es difícil, pero no imposible: como son pocos los que manejan el español con algo de pericia, eso me favorece como correctora de estilo de narrativa, poesía, y otros textos, hasta de economía, por ejemplo. Si no tuviera carga familiar estaría bien ubicada, podría viajar, pero mi hija como antropóloga no consigue fácilmente trabajo, y mi nieto solo me tiene a mí, y yo tengo a mis hermanos y amigas y amigos, no me puedo quejar, estas redes son fundamentales en momentos en que como trabajadora independiente no tengo ingresos.

¿Nos podría hablar un poco sobre las condiciones en las que suele escribir? En otra oportunidad me ha dicho que lo hace en “cabinas” públicas, rodeada de gente.

Es que a mí me gusta salir: la casa me expulsa. Me levanto, salgo a tomar un café y camino por Barranco que es un distrito encantador porque tiene de todo: turistas, mendigos, músicos callejeros, y luego recalo en la cabina. Ahí me siento como en mi oficina y cerca de la calle. Odio quedarme en casa en medio del silencio, necesito oír la bulla del mundo: jamás, por ejemplo, uso audífonos.

En vista de las diversas formas expresivas que convergen en su obra, ¿cómo es que lleva a cabo la redacción de un libro? ¿Lo hace con base en un esquema previo o se deja conducir, como señala la narradora de ¿Por qué hacen tanto ruido? por “la prosa anárquica, híbrida, onírica”?

Antes, cuando no conocía el esquema de composición argumental de Lovecraft, lo hacía de esa manera anárquica. Luego he utilizado el esquema de este escritor de terror; pero en esta última novela breve que estoy haciendo me dejo llevar de nuevo por mi intuición, las imágenes y los diálogos me vienen a la mente mientras camino por Barranco.

En la vertiente poética, se le ha vinculado con Blanca Varela, en tanto que ambas constituyen las voces femeninas más importantes de la lírica peruana contemporánea. En el ámbito narrativo, ¿con quién o quiénes (tanto peruanos como extranjeros) se siente usted identificada?

No lo he pensado en verdad, creo que en la base de lo que escribo están muchos escritores y escritoras que a lo largo de mi vida he leído, incluso hasta las telenovelas o radionovelas, historietas, todo lo que queda guardado en nuestra memoria forma parte de un estilo que se va formando gracias a ello.

¿Cuál es su perspectiva sobre la narrativa peruana actual? ¿A quiénes (hombres y mujeres) lee y recomienda Carmen Ollé?

A Pilar Dughi, Julio Ramón Ribeyro, Luis Loayza y Julie de Trazegnies, por mencionar algunos nombres.

¿Tiene algún nuevo libro en puerta? ¿En qué consiste?

Es una novela breve en tono fantástico, escrita en primera persona e inspirada en un cuento de Poe. Estoy trabajando en ella y prefiero no adelantar la trama.

Acerca del autor

Marco Polo Taboada Hernández

Candidato a Doctor en Estudios Latinoamericanos (área de literatura y crítica literaria) por la Universidad Nacional Autónoma de México. Licenciado en Letras Hispánicas y maestro en Humanidades (línea de Teoría literaria) por la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. En 2018 realizó una estancia de investigación en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha participado en congresos sobre literatura en México, Ecuador y Perú.

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