El Códice recupera un evento ocurrido en México entre la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014: la desaparición de 43 normalistas de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa. El documento imita el formato códice, que servía como medio de registro en los pueblos prehispánicos; se compone de ocho folios, de los cuales cinco son narrativos, dos doxales y uno la portada del conjunto; fue elaborado por investigadores miembros del sindicato del INAH con testimonios de los familiares de los desaparecidos para servir como un memorial de agravios que se construye simbólicamente, pues establece símiles de los gremios actuales con los vigentes en las etapas de conquista y colonización de México; lo anterior encaminado a orientar y fijar una narrativa particular en el proceso de rememoración del evento ocurrido en 2014. Debido a estas características, abordaré el códice como un objeto de memoria, tratando las condiciones de formación del recuerdo que en él se contiene, su composición medial como objeto y, finalmente, su capacidad de evocación una vez distribuido.
Siguiendo a Astrid Erll (206-13), el proceso de formación de un relato desde estructuras de memoria inicia con la extracción del recuerdo, proceso que encierra una dimensión ética relacionada con la experiencia social previa y condicionada por la posición contextual del enunciador. En el Códice, el mecanismo se caracteriza porque la extracción y la posterior representación se realizan por parte de un grupo externo a los afectados, el cual construye la narración a partir de testimonios recabados en encuentros con los perjudicados. De esta condición como base del proceso de narrativización del recuerdo, surgen problemas relacionados con el enunciador, que es reconocido como el operador de la memoria, pero no como el poseedor de origen de ésta, y del material del que dispone para narrar, es decir, los testimonios.
El enunciador no pertenece al grupo representado, sino que es un observador de los sucesos que a las noticias primarias que tuvo sobre ellos suma otras provenientes de los testimonios con los que trabaja; en resumen: “a los recuerdos reales se añade así una masa compacta de recuerdos ficticios” (Halbwachs 28). Los recuerdos ficticios se encuentran orientados por quien los cuenta y son la elección de una postura sobre los hechos, en este caso, aquella en la que el Estado, gracias a sus medios de segregación, ha logrado imponerse. De esta manera, el recuerdo de la comunidad de origen se convierte en un acto de resistencia frente a la hegemonía.
Los investigadores del INAH se adhieren a esta postura y complementan los testimonios con sus propios conocimientos para aumentar la fuerza de la denuncia; el Códice, entonces, no se limita a evidenciar el hecho que interesa, sino que rescata las condiciones previas y sus consecuencias: