Enero es una novela breve, cuya extensión no supera las cien páginas, pero en las que se encuentra condensada toda la intensidad dramática del desmoronamiento de la vida de Nefer, su protagonista. Enero es una reflexión sobre la soledad, la tristeza, el silencio, el poder social, económico y religioso en la pampa argentina del medio siglo, y sobre los lamentables, y aún muy actuales, problemas de violencia sexual con los que debe enfrentarse una adolescente, cuya vida siempre estuvo condicionada por lo que opinaban y creían los demás, y no por las decisiones que ella misma pudo haber tomado.
Con una elegante y sutil maestría narrativa, Gallardo crea un ambiente en el que el tiempo se suspende, se transforma en un ahora perpetuo que se alarga indefinidamente, un periodo sin categoría y sin definición. El lector sigue las reflexiones de Nefer mientras esta atraviesa los campos, atiende el ganado, plancha la ropa o cabalga angustiada, dejando oír un grito ahogado de infortunio. La adolescente violada y embarazada prefiere enfrentarse con la muerte antes que con el destino que la espera. Y mientras juega con su perro, como haría cualquier niña de su edad, en lugar de diversión, «sacude en él a la gran confabulación que la cerca: su desdicha confabulada con el tiempo, confabulado con su cuerpo, todos contra ella sola, unidos como un triple gigante impávido» (45).
En Enero el lector se enfrenta con una historia desgarradora, pero que está narrada de una manera excepcionalmente bella. El lenguaje que emplea Sara Gallardo da cuenta de un cuidadoso y medido trabajo narrativo que hace posible que se perciba cómo la preocupación y la soledad de Nefer lo invaden todo; cómo se adueñan, incluso, de los momentos en los que la adolescente se permite fantasear con el Negro, el joven del que está platónicamente enamorada: «–Negro –piensa–. Negro. Después endereza el balde, lo fija en las rodillas y ordeña. Cuando levanta los ojos, las estrellas han variado de sitio y Nefer es el centro de ese cielo, que va girando alrededor de su cabeza como una pesada nave reluciente, víctima del tiempo, dócil a las horas como ella misma, y la angustia le cierra las manos sucias de tierra y leche» (51). A través de las páginas el lector consigue respirar el olor de la pampa que, a su vez, se mezcla con el aire entrecortado, cálido y terroso, lleno de la desesperanza que respira la muchacha.
En ese mismo sentido, vale la pena destacar el refinado tono con el que Gallardo aborda temas como la desigualdad social, las violaciones, el aborto o el matrimonio infantil. La sociedad rural de Enero no se corresponde con los estereotipos del mundo rural descrito en otras obras literarias. Al contrario, la novelista da cuenta de la impunidad, del silencio y, por lo tanto, de la complicidad de la sociedad que está más interesada en revictimizar a la adolescente que en buscar justicia ante un delito.