En “Repensar la amenaza: el fantástico literario en Pájaros en la boca de Samanta Schweblin”, de Sergio Javier Luis Alcázar, encontramos un rico planteamiento de las categorías (así como de los alrededores, los matices, las variantes y los entrecruces) de lo fantástico y lo siniestro (Unheimlich), aplicados al análisis e interpretación pormenorizados de los distintos cuentos que componen la obra de Schweblin. El enfoque fantástico principal parte de “la problematización del concepto de lo real y la puesta en crisis de sus límites posibles” en función de las nociones de imposible, ilegalidad y transgresión, ideas ya trabajadas en artículos precedentes, pero que en esta investigación adquieren gran solidez teórica. La conclusión del texto apunta a que la poética de Schweblin contribuye con la extensión de “los alcances” de lo fantástico, pues “introduce una nueva postulación del género, que busca representar los desajustes, las ilegalidades y los imposibles dentro de la realidad más cotidiana”.
El siguiente apartado del volumen se trata de “De norte a sur: entrecruces en la narrativa hispanoamericana”, cuya primera contribución es “De lo fantástico literario a lo fantástico cinematográfico: aproximaciones”, de Anna Boccuti. El artículo plantea, en términos generales, la dificultad de trasponer el género de lo literario a lo cinematográfico, pues parecería que “pierde algo de su constitutiva ambigüedad semántica y sobre todo discursiva”. El texto, más que respuestas, plantea interrogantes. El comparativo se da entre las estrategias de representación de ambos soportes semióticos: ambigüedad, incertidumbre, alusión y elipsis, en el caso de la literatura, y la irrupción, saturación e imágenes excesivas de lo monstruoso, en el ámbito cinematográfico. Especial mención merece la comparación del personaje literario con el personaje cinematográfico.
A continuación, Alejandra Amatto nos presenta “‘El balcón’: entrecruces fantásticos y extraños en un cuento homónimo de Felisberto Hernández y Francisco Tario”, un artículo que aborda algunas de las “rarezas” de ambos autores. Después de hacer un breve recuento de las poéticas, estilos y temas recurrentes de Hernández y Tario, Amatto realiza un análisis, primero independiente, después conjunto y comparativo, de los dos cuentos que llevan curiosamente (o no) el mismo título. La autora defiende la idea de que la crítica que ha comentado a ambos autores ha solido, hasta época reciente, forzar o encasillar a sendos escritores en algún género o bajo alguna “racionalidad interpretativa” y, como resultado, ha caracterizado su literatura como inasible. De ahí que en su reflexión asocie el cuento de Hernández a lo extraño y el de Tario a lo fantástico, pero desde una mirada marginal, sin ningún constreñimiento o tipificación.
“El jardín maravilloso en los relatos eróticos de Marosa di Giorgio”, de Paola Gallo, indaga en la obra de la autora desde un muy sugerente “entrecruzamiento, entre sujeto textual y entidad biográfica”, esto es, entre la construcción discursiva de Di Giorgio como personaje (mediante la recuperación de varias entrevistas) y los personajes, temas y estilo de su labor literaria. Especial mención tiene “la convergencia en sus relatos de dos elementos: un espacio sobrenatural, por un lado, y las situaciones eróticas en las que se involucran sus personajes, por otro”. El “jardín”, verdadera heterotopía foucaultiana, es el lugar donde se desenvuelven los hechos diegéticos, que Gallo interpreta a partir de la categoría de lo “real maravilloso” (Roas): fenómeno situado en medio de lo fantástico y lo maravilloso, cuya característica principal es que “el elemento maravilloso se acepta e incorpora como parte de la realidad conocida”, y, por lo tanto, “lo insólito es narrado con una completa naturalidad”.
En “Leer con un solo ojo: fantástico y policial en Mario Levrero”, Raquel Mosqueda Rivera explora los encuentros, vaivenes, invasiones y complicidades de ambos géneros en Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo. Mosqueda identifica un juego fructífero y complementario de lo fantástico con lo policiaco, donde cada género contribuye con sus propias características, pero, al mismo tiempo, pone en tensión las del cómplice: la imposibilidad de restablecer el equilibrio (como en el policiaco tradicional) se da a partir de cierta lógica del absurdo, en la que la razón tiende al fracaso. La identidad inestable del personaje, la voz que llama la atención de Nick Carter y del lector, las manifestaciones de lo grotesco y lo violento, y una escritura esquizofrénica, contribuyen con cierta parodia estructural de ambos géneros y producen una obra, como otras comentadas en este volumen, de naturaleza inclasificable.
El último apartado del libro, “Diálogos y metamorfosis fantásticas”, comienza con “Lo fantástico en ‘Música concreta’, de Amparo Dávila”, de Fukumi Nihira. El artículo practica un análisis desde el basamento teórico de Ana María Morales, que define lo fantástico como la convivencia de dos concepciones del mundo, de “dos códigos excluyentes de realidad”, en este caso, el fantástico y el realista. Poniendo atención a lo “siniestro” (Unheimlich), Nihira se acerca a “Música concreta” desde la focalización del punto de vista del narrador, los actos transgresores de los personajes femeninos, los indicios o esbozos que anuncian lo fantástico, y el análisis de la idea misma de música concreta. Las conclusiones apuntan a que, en “este cuento, no se puede distinguir lo real de lo irreal […] Este cuento narra que de repente otra realidad que estaba oculta aparece frente a nosotros”.
También encontramos un trabajo de rastreo indicial en “Lo fantástico en la narrativa de la Revolución mexicana”, de Conrado J. Arranz, quien plantea una pregunta fundamental: “¿qué necesitaba contar la narrativa de la Revolución que no pudiera haberlo hecho estrictamente dentro del marco del realismo?”. Mediante el análisis de los cuentos “El fusilado”, de José Vasconcelos, “La cuerda del general”, de Rafael F. Muñoz, “Teponaxtle”, de Mauricio Magdaleno, “Huitzilopoxtli”, de Rubén Darío y “Acción a distancia” del Dr. Atl, Arranz propone la hipótesis de que la estrategia fantástica, en armonía con las temáticas tradicionales de la Revolución, es un recurso consciente de los autores para llegar a “un cuestionamiento de los planteamientos positivistas que formaban parte de la educación del antiguo régimen, [y a] una reivindicación de lo indígena y su campo cultural que había sido precisamente el más damnificado”.
En “Lectura de lectores: las primeras reflexiones de lo fantástico en Amparo Dávila”, Diana Catalina Escutia Barrios hace un recuento de la primera crítica de Tiempo destrozado, en un contexto en el que todavía no se consolidaba la teoría de lo fantástico y, por lo tanto, las asociaciones de la obra se daban con ciertos rodeos descriptivos. Así, las primeras reseñas de esta colección de cuentos centran su atención en parámetros surrealistas, en el psicoanálisis (en especial la noción de “creación visionaria” de Jung y el surrealismo en México), en las posibles influencias o parentescos temáticos y estilísticos (destaca la mención de Poe, Kafka, Lovecraft, Borges y Arreola), en la incertidumbre que deviene del horror y el terror, y en el horizonte literario de escritoras del periodo estético precedente (Concha Urquiza, Emma Godoy y Rosario Castellanos, entre otras). La autora concluye que los años que rodean a la obra son verdaderos momentos de gestación de la teoría, de la crítica y del propio género de lo fantástico.