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La política y las diferentes formas de la ficción: Una novela criminal de Jorge Volpi

Jorge Volpi. Una novela criminal. México: Alfaguara, 2018, 504 pp.

 

El 9 de diciembre de 2005 fue transmitida en cadena nacional la supuesta liberación de tres víctimas de secuestro. En un plano secuencia que inicia en el exterior del rancho las Chinitas y continúa hasta el interior de la vivienda, la cámara presenta a los presuntos secuestradores: un hombre de mediana edad que es sometido por el brazo captor que alecciona, y una mujer que, aturdida, balbucea respuestas a preguntas que entiende con dificultad. En el interrogatorio saltan a la vista la calidad extranjera de Florance Cassez y la rabia contenida de Israel Vallarta, quien contesta lacónicamente a las preguntas, con monosílabos que se coordinan con la mano que apresa la nuca. Frente a miles de televidentes, convertidos en testigos, la pareja es juzgada y condenada en un patíbulo cuyos horizontes trascienden el domicilio, por un juez que empuña un micrófono y construye una ficción que convierte el dolor en un espectáculo.

La historia de Florence Cassez e Israel Vallarta, reproducida, contada, discutida durante más de quince años, ha quedado grabada en la historia reciente de México no sólo por las polémicas y revisiones que se han dado de ella en tres sexenios distintos, en diferentes soportes y géneros escriturales, sino por la imbricación que tiene con las narrativas de poder que dominan el espacio público. En este contexto, el libro de Jorge Volpi Una novela criminal es una pieza fundamental para pensar en el lugar de la ficción en la sociedad, pues otorga una extensa y bien documentada revisión del caso, y expone las herramientas y artificios artísticos que circundan el ejercicio del poder en México.

Poder narrar para poder comprender

Ante todo, el trabajo de Jorge Volpi sobresale por el diálogo que el libro mantiene con los diferentes escritos que se han creado a partir del caso Cassez-Vallarta: los expedientes del caso, los testimonios recogidos por los elementos de seguridad, los libros publicados (e inéditos) de Florence y Sébastien Cassez, asimismo con el trabajo periodístico realizado por Emmanuelle Steels: El teatro del engaño. Buscando a los Zodiaco, la banda de secuestradores que nunca existió (libro que sería primordial para la elaboración de la novela). Sin embargo, aunados a estos registros escritos, que representan distintas maneras de escribir y por tanto de leer, sobresalen las entrevistas que el autor realizó durante dos años. En las páginas de Una novela criminal, no sólo leemos las entrevistas realizadas a las víctimas y a los implicados directos, sino también entrevemos las respuestas de actores fundamentales como Carlos Loret de Mola (entonces presentador de Televisa) o de Luis Cárdenas Palomino (el brazo derecho de Genaro García Luna en su paso por la AFI). Jorge Volpi es obsesivo con los detalles, en el orden del libro, con el manejo de la información que transforma la hebra imposible de discursos, los puntos de vista contradictorios, en una narración clara, que puede ser leída y, por tanto, comprendida por el lector.

En este punto, es necesario recordar que los diferentes registros escritos cohesionados por el autor evidencian pautas letradas y códigos de lectura que están relacionadas con disciplinas y los cortes en la especialización de la escritura. Es decir, los textos autobiográficos, las carpetas de investigación, las entrevistas están supeditadas a formas de lectura (y al desciframiento de los signos por un lector especializado), pero también están relacionadas con la mayor o menor legitimidad que tienen los textos para guardar y contener una forma de “verdad”. En Una novela criminal, la cohesión se realiza a partir de dos estrategias narrativas: 1) con un narrador que, utilizando parte de las estrategias del relato policial, describe su propia búsqueda; adelanta interpretaciones e involucra al lector en su propio proceso de lectura. Gracias al narrador, accedemos a los archivos, conocemos páginas inéditas y acompañamos la lectura de textos que pondrían en duda o legitimarían la versión o versiones oficiales. 2) Por otra parte, el libro une la diversidad discursiva a partir de un proceso de lectura necesaria e ineludible para el desarrollo de la obra: la literalización de los textos jurídicos, periodísticos o informativos. En este punto, no sólo se trata de leer aquellos textos que fueron concebidos bajo otros discursos y disciplinas “como si fuera literatura” (lo cual los somete a un análisis estético), sino de dialogar con las estrategias ficcionales a las que recurre el Estado para imponer una narración que sustituya a la verdad.

Si bien la novela de Jorge Volpi, autocatalogada como novela sin ficción o novela documental, otorga una importancia en mostrar la investigación, las sentencias e incluso las discusiones entre los jueces, finalmente ésta adquiere un peso imponderable en la función de la literatura en la sociedad, en su capacidad de incidir en el espacio público, en la opinión colectiva y de narrar (parafraseando a Judith Butler) más allá de las narrativas oficiales que sustentan su poder a partir de la univocidad de sus dictados.

Felipe Calderón y Carlos Loret de Mola. Fuente: El imparcial de Oaxaca
Israel Vallarta y Florance Cassez. Fuente: Archivo Economía Hoy

 

El estado como contador de historias

Ante la pregunta: ¿qué es lo que se conoce del caso Cassez-Vallarta? La respuesta del libro es contundente: una ficción. Una ficción construida por los medios de comunicación, los procesos burocráticos asentados en miles de páginas, y por un Estado criminal que construye evidencias, destruye pruebas y condena a inocentes para mantener el monopolio de la verdad. Con precisión, el narrador de Una novela criminal describe, desde todos los ángulos, las diferentes versiones que condenan a los secuestradores, aunque estas versiones se contradigan, sean imposibles o se sustenten sin pruebas.

A partir de las investigaciones de otros periodistas, de otros detectives, el narrador reconstruye el montaje realizado por la AFI y exhibe la función de las cámaras de televisión en el manejo de la opinión pública (la cual estará bombardeada por las correcciones que el Estado realiza, en diferentes momentos, para que la realidad se amolde a su ficción). En este caso, es necesario recordar el relato oficial que será custodiado con la fuerza de las armas y del aparato televisivo: “Florance Cassez e Israel Vallarta son secuestradores de alta peligrosidad a quienes la AFI capturó el 9 de diciembre después de un exhaustivo trabajo de inteligencia”. Paradójicamente esta oración, simple de entender y que se amolda a los modelos de ficción que han poblado la mente de la sociedad con las series de detectives, revelará su fraude por su misma calidad estética.

Dentro de la misma Televisa, una joven reportera, July García, asistente de Denise Maerker, se da cuenta del montaje y expone la falsedad de la detención, el teatro que está detrás de ésta. Es decir, hay una mano que señala el telón que se asoma sobre las cabezas de los actores. Ante esto, el Estado no retrocede: antes bien construye nuevos elementos que, en su afán de sustentar la oración principal, vuelven más notorio el artificio. Esta dinámica, que continuará por años, pues los lectores que reconocen las incongruencias aumentan con cada añadidura a la oración principal, sería una comedia de enredos, si no fuera porque esta narrativa, mientras más se complejiza, más violenta se vuelve. Pronto, no basta con el montaje inicial, sino que es necesario presentar pruebas a la opinión pública, aunque éstas hayan sido obtenidas por medio de la tortura o en situaciones que hacen dudar de los nuevos parches argumentativos. Y mientras la oración se vuelve indescifrable, con oraciones subordinadas, con explicaciones que delatan la invención, en la realidad se crea una inexistente banda de secuestradores, se encarcela a los miembros de la familia Vallarta, sin que exista una sentencia.

Actores sin anotador

Ahora bien, mientras Florence Cassez tendrá un protagonismo indiscutible en el drama, Israel Vallarta quedará sumido en el olvido dentro de las diversas historias que entreteje el Estado. El hecho es comprensible por dos razones: 1) Florence recibe el apoyo del gobierno francés (lo cual politiza el caso y la vuelve una figura mediática); 2) desde muy temprano, la ciudadana francesa muestra su rostro frente a los espectadores. La imagen es clara: mientras Florence reta a García Luna en cadena nacional y cuestiona su verdad de los hechos, Israel Vallarta se mantiene en la sombra, casi ajeno a los reflectores que están determinando su vida y la de su familia. En un acierto narrativo (y ético) la novela revisa la construcción de ambos personajes en el espacio público, pero también les otorga el mismo protagonismo dentro de la novela. Aunque el nombre de ambos quedó, para bien y para mal, unido al del otro, su caso fue completamente diferente. En un impecable ejercicio de investigación, Jorge Volpi exhibe los trece años en prisión y sin sentencia de Israel Vallarta, el olvido mediático de un supuesto secuestrador que fue encarcelado por un hombre que, en la actualidad, está acusado de narcotráfico en EE.UU. Hablar de la injusticia cometida contra Israel Vallarta no es un acto menor, es una postura que demuestra que en México la inocencia es una cuestión de poder.

Jorge Volpi. Fotografía: Héctor Guerrero

El compromiso del libro es claro: por un lado, demostrar la ineficiencia del sistema judicial mexicano; por el otro, incidir directamente en el debate público. Por todo esto, Una novela criminal es un libro necesario, uno de los relatos de terror más sofisticados que se han escrito durante la última década, pues no sólo muestra la corrupción, la violencia que se ejerce desde el poder y el deterioro del sistema de justica en México (el cual se encuentra sobrepasado por intereses y fuerzas que van más allá de él); sino que enaltece las voces a contralínea, las voluntades que han reescrito la historia más allá de la verdad de Estado. Es decir, el trabajo de Jorge Volpi es un reconocimiento a las voces que han desentrañado el caos de las versiones oficiales, para recordarnos que la verdadera vida, pero también la verdadera ficción, pasa fuera de los libros.

A continuación se muestra el montaje y la ficción divulgados en cadena nacional. En la información posterior, se confirmó que la detención de Cassez y Vallarta sucedió un día antes, y que sólo después fueron trasladados a las Chinitas para realizar el montaje.

Acerca del autor

Edivaldo González Ramírez

Doctorando en el Posgrado de Estudios Latinoamericanos de la UNAM. Es maestro en Letras (Letras Latinoamericanas) y Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la misma institución. 

 

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