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Contenidos de cuento en dos publicaciones periódicas: El cuento y Sólo cuento

El tema de los géneros literarios supone estar agotado. Al menos así lo sentenció Tzvetan Todorov al decir que es un pasatiempo ocioso para nuestros [sus] días. Y después de los aportes de Miguel Ángel Garrido Gallardo, en la edición del libro Teoría de los géneros literarios (Arco-Libros, 1988), parecería que las discusiones aristotélicas dieron carpetazo. Más bien disminuyó el interés, pero las preguntas en torno me parecen inagotables mientras la literatura siga dando resultados que se escapen de las clasificaciones y taxonomías impuestas por la tradición.

En el caso del cuento, aunque sus vestigios sean milenarios, su clasificación y características del “cajón” que representa son más recientes. Las razones pueden ser variadas, pero están relacionadas con la consciencia genérica. El cuento, también relacionado con la oralidad y la literatura infantil, comparte orígenes con la novela, mientras suele ser sinónimo de anécdota. En la infancia de los sesenta se le llamaba “cuento” a las historietas que vendían en los puestos de revistas y mis abuelas decían que contaban cuentos, cuando en realidad se trataba de chistes. La determinación de la nomenclatura necesitó de antologías (Cuentos románticos de Justo Sierra es de 1896), bibliografías (la primera de Luis Leal es de 1958), trazos históricos y aportaciones académicas como los de Alfredo Pavón en la Universidad Autónoma de Tlaxcala, donde se realizaba el Encuentro Internacional de Investigadores de Cuento, evento que, con nueve ediciones desde 1989, generó trece volúmenes de investigación. Estos aportes han ayudado a afinar la consciencia genérica sobre el cuento y los proyectos de publicaciones periódicas dedicados al mismo le dan continuidad.

En México, durante el siglo XX y XXI, se consolida una larga tradición de cuentistas. La mayoría escriben novela al mismo tiempo que cuento, aunque también hay casos como Juan José Arreola con una inclinación clara a la línea cuentística y cuya única novela, La feria, se compone de fragmentos breves. Respecto a las publicaciones materiales del cuento, además del formato libro, ¿cuáles han sido los modos de propagación del cuento? En la respuesta ya conocida de revistas y antologías, pretendo destacar dos productos con periodicidad regular, dedicados a la afinación del género; es decir, no solamente a su propagación sino también a la consolidación de una poética que ayuda a marcar los límites genéricos y a distinguir sus valores literarios. A continuación me concentraré en subrayar las poéticas generales arrojadas por El cuento. Revista de imaginación, y por las antologías de Sólo cuento. La primera, del siglo XX y reconocida ya por sus aportes a la literatura; la segunda, del siglo XXI, de edición universitaria, menos difundida y que aún carece de un análisis a profundidad. Son disímiles entre sí, pero las une no sólo el género, sino también la noción de proyecto a largo plazo, con una periodicidad que compromete a seguir publicando, aunque ambas ya han concluido su misión.

El cuento. Revista de imaginación

La primera publicación de El cuento. Revista de Imaginación apareció en la Ciudad de México en el año 1939, bajo la dirección de Horacio Quiñones y Edmundo Valadés; constó de cinco números y fue posible gracias al apoyo económico del director de la revista Hoy: Regino Hernández Llergo, quien además prestó sus oficinas y dio orientación sobre cómo emprender una revista a los entonces jóvenes que apostaban por el cuento. Sin embargo, por escasez de papel y razones monetarias, no se pudo sostener más, a pesar del esfuerzo por contar con anuncios publicitarios, los editores tuvieron que cerrar.

Después de 25 años, en 1964, inició la segunda época de la revista El cuento; el apoyo, motivación e impulso se debieron a las iniciativas de Andrés Zaplana, bajo el único mando de Edmundo Valdés, –pues Quiñones ya había fallecido–. Sin embargo, el comité editorial se encontraba sólido y fuerte, a él pertenecían Juan Rulfo, Henrique González Casanova, Gastón García Cantú y el mismo Andrés Zaplana. En este segundo arranque de mayor madurez, que perduró hasta 1999, la revista sumó 143 números.

Enseguida enumero las secciones de la revista, éstas eran variadas, pero en cada una de ellas puede encontrarse esa intención por marcar el rumbo del cuento:

1.- “Ellos los escribieron” era la sección biográfica o de semblanzas dedicada tan solo a los autores que eran publicados en el número. Y como toda biografía de personajes literarios, además de datos importantes como el lugar de nacimiento, se hacía mención de la bibliografía de los escritores.

2.- “Cuentalia” es una sección representativa por tratarse de reseñas de libros de cuento que los editores elegían o de aquellos que les enviaban por correo postal a la revista. Esta elección de reseñar también significa recomendación y postura lectora; pues de manera muy breve la revista señalaba puntos positivos de la obra a modo de recomendación.

3.- “Caja de sorpresas” eran pequeños recuadros que compartían las planas con cuentos más extensos. Dentro del marco reducido, se encontraban narraciones muy breves. El nombre de la sección se debe a la postura que claramente asentó Valadés: los finales de cuento deben sorprender como las cajas de sorpresa de donde salta un resorte.

4.- “Concurso de cuento brevísimo” surgió después de los concursos de cuento de 25 cuartillas que también promovió la revista, sin embargo, a partir del número 35, se propuso la brevedad: textos que no sobrepasaran una cuartilla. Respecto a la poética, la misma convocatoria sugería seguir como ejemplo “El dinosaurio” de Augusto Monterroso, así como evitar frases poéticas. Al afinar estas convocatorias, se afinaba también la minificción.

5.- “Cartas y envíos” fue la sección de correspondencia, donde Edmundo Valadés daba respuesta a las cartas enviadas, las cuales podían ser meros comentarios, o bien, cuentos que buscaban ser publicados. En este trabajo epistolar se encuentran las expertas posturas de Valadés respecto a las conveniencias y desavenencias del cuento. En esta sección también se nota una recepción internacional: con lectores de otras partes del mundo que esperaban su ejemplar por suscripción, o participaban en los concursos, participantes que actualmente son escritores representativos de la brevedad, como Luisa Valenzuela o Ana María Shua.

Antologías Sólo cuento

En el 2009, diez años después del último número de la revista El cuento, aparece otro proyecto editorial de largo aliento que vuelve a tomar a la narrativa breve como eje rector. En esta ocasión, la iniciativa surgió desde la Universidad Nacional Autónoma de México, en concreto, de Rosa Beltrán a cargo de la Dirección de Literatura; los tomos han sido editados por Ana Cecilia Lazcano y Martha Santos. Además, cada uno de sus volúmenes fue compilado por cuentistas representativos que a su vez decidieron a quién incluir por medio de invitación, con el criterio de que fueran autores vivos que escribieran en lengua española y que no repitieran publicación en los volúmenes. Estos compiladores (también cuentistas) fueron: Cecilia Eudave (2018), Antonio Ortuño (2017), Mónica Lavín (2016), Alberto Chimal (2015), Mayra Santos-Febres (2014), Ignacio Padilla (2013), Eduardo Antonio Parra (2012), Luis Felipe Lomelí (2011), Ana García Bergua (2010), Alberto Arriaga (2009).

El prestigio de Sólo cuento se debe a todos los nombres incluidos en cada uno de sus índices, pues se trata de los autores más representativos de Latinoamérica y España, tan reconocidos como Almudena Grandes y Samantha Schweblin, conviviendo con otros menos escuchados, pero de amplia trayectoria.

Cada uno de los diez tomos comprende un prólogo a cargo de otro cuentista diferente al antólogo y es ahí donde las poéticas sobre el cuento se hacen más evidentes. Algunas de estas introducciones son breves, otras más extensas, unas sólo divagan sobre el contenido, pero otras se dedican a reflexionar concienzudamente sobre la práctica cuentística, tanto desde el punto de vista editorial como temático, y desarrollan aportes interesantes sobre la trayectoria del género. Por supuesto que este proyecto no tiene las secciones tan prolíficas de la revista de Valadés, pero en el afán de ordenar –como ocurre en las publicaciones misceláneas– se desprende un índice temático que agrupa a los autores de distintas nacionalidades y perspectivas.

A excepción del volumen IV, compilado por Eduardo Antonio Parra –que salvo algunas excepciones se nota el tópico general dedicado a la violencia–, los temas de los demás tomos son muy disímiles, y los títulos que agrupan los cuentos pueden ser simples y descriptivos, como “Aeropuertos (viajes, encuentros y desencuentros)”, o poco concretos como “Hoguera de las vanidades”. El número de autores/autoras agrupados bajo esos “subapartados” también es dispar: se pueden encontrar siete en una sola sección, y en otras a uno solo. Sin embargo, cualquier disimilitud se compensa pues las compilaciones de cuento siempre son misceláneas y lúdicas, como lo permite el género.

A diferencia de las colecciones de textos integrados, donde las narrativas se unen por un personaje o ambiente en común, las revistas y antologías comprenden que cada inclusión es meramente independiente una de la otra. Y aunque también se rigen por temas, generaciones o regiones, cada cuento se sustenta por cuenta propia. Pues como menciona David Toscana en el prólogo del tomo IV: “El asunto de unidad tiene cierta lógica cuando se habla de un cuento; si, en cambio, hablamos de un libro de cuentos, estamos en un mundo irregular, dispar, de altas y bajas” (X).

Llama la atención el prólogo de Rosa Beltrán en el primer tomo, donde justifica el que hacer de Sólo cuento a partir de la poca posibilidad de publicación que tiene el género: “algunas editoriales parten de la convicción de que en un país de no lectores la sofisticación de una forma literaria que requiere de cierta competencia y de la rara disposición a escuchar una voz distinta a la homogénea voz que promueve el mercado está destinada a la muerte súbita” (V). En el tomo III Rafael Toriz dialoga o complementa lo dicho por Beltrán, sustentando los tiempos “aciagos” para el género. Y así como David Toscana critica todas esas frases que elogian al cuento sobre la novela, Alberto Chimal, en el prólogo al tomo V, afirma que el cuento es el hermano mayor de la novela. Por lo tanto, así como cada compilador lanza su perspectiva a partir de su elección de autores, los prologuistas desarrollan sus propias miradas sobre el género.

Las revistas y las antologías tienen intereses distintos, pero el proyecto de Sólo cuento se caracterizó por tener una periodicidad anual, lo que lo emparenta con la práctica hemerográfica. Ahora que el proyecto ha concluido con el tomo X, y su creadora ha finalizado con ese cargo editorial, es posible notar ciertas evoluciones; por ejemplo: en la presentación a ese último tomo, Rosa Beltrán señala que es el volumen donde aparecen más autoras que autores, comparado con los nueve anteriores. Pero además, desde una distancia temporal, llama la atención la cuestión generacional: en el primer tomo aparece Sergio Pitol, pues todavía contábamos con él en el 2009, y en el 2018 aún hubo posibilidad de incluir a Amparo Dávila, por lo que en el rastreo de la poética, también puede observarse los cambios generacionales.

Sumatoria

Si al camino de esos diez tomos sumamos los 148 números de la revista El cuento es posible asentar una trayectoria sólida del género en México, aunque ambos proyectos editoriales publicaron autores de otras nacionalidades, las iniciativas parten de esta región, probablemente porque hay una tradición marcada desde el siglo XIX –se considera que los primeros cuentos mexicanos aparecen en El Periquillo Sarniento de 1816–. El cuento como género seguirá hibridándose con el ensayo o la novela, pero estas dos publicaciones comentadas aquí han contribuido a la consciencia genérica, no para enclaustrar al cuento sino para mostrar su abanico de posibilidades.

La idea de aglutinar, ya sea en una revista o en una antología, tanto cuentos como poéticas, implica que hay un objetivo por el cual arriesgarse. De cualquier modo, a pesar del riesgo de dedicarse a la publicación del cuento, en México no sólo hay buena producción cuentística, sino también proyectos de largo aliento que apuestan por el mismo. “En otras épocas de la historia de occidente había numerosas revistas que publicaban cuentos de manera periódica. Entonces era común que los primeros contactos de una historia dada con sus lectores fueran por ese medio, y sólo hasta después se hicieran compilaciones y antologías” (Chimal IX). Y aunque las revistas ya no gocen del mismo éxito como en el siglo XX, al menos El cuento está digitalizado en su totalidad por www.elcuentorevistadeimaginacion.org, proyecto auspiciado por García Valadés Editores, con el apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Mientras que Sólo cuento todavía tendrá más tiempo de recepción, siempre y cuando se expanda su difusión.

Bibliografía:

Beltrán, Rosa. Sólo cuento. Tomo I. México: UNAM, 2009.

Chimal, Alberto. Sólo cuento. Tomo V. México: UNAM, 2013.

Toscana, David. Sólo cuento. Tomo IV. México: UNAM, 2012.

Acerca de la autora

Laura Elisa Vizcaíno Mosqueda

Doctora y maestra en Letras por la UNAM. Realizó la licenciatura en LiteraturaLatinoamericana en la Universidad Iberoamericana y estancias de investigación enla Universidad de Buenos Aires y en la Autónoma de Barcelona…

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