Portada del libro Sexografías, de Gabriela Wiener, publicado por Melusina en 2008.

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Gabriela Wiener: políticas de la intimidad

Gabriela Wiener es reconocida como una de las cronistas más importantes en el ámbito latinoamericano. El periodismo que practica se centra, sobre todo, en una forma muy específica: lo que algunos llaman periodismo gonzo, periodismo de inmersión o periodismo encubierto. Éste consiste en investigar el tema o la problemática sobre la que se busca escribir, no desde la lejanía del reportero que entrevista y recolecta testimonios de quienes participaron de los hechos, sino desde un yo que simula ser otro, y a partir de esa experiencia personal, indaga de un modo heterodoxo las vivencias y formas de vida ajenas, los valores y modos de pensar a los que de otro modo sería difícil acceder.

Esta técnica tiene una larga tradición que va de los escritos de Nellie Bly a finales del siglo XIX, hasta los libros de Antonio Salas y Lydia Cacho, pasando por las obras paradigmáticas de Hunter S. Thompson, Günter Wallraff y Bill Buford. Hablamos, sin duda, de un artificio. El periodista de inmersión no consigue ser el otro, pero al vivir cierto tiempo (a veces años) de manera encubierta, simulando conscientemente ser alguien que no es, construye un espacio de subjetividad que le permite de cierta forma salir de sí mismo, tender un puente hacia experiencias ajenas, para luego narrarlas desde un yo narrativo sui generis. Así, periodismo y confesión autobiográfica se dan la mano gracias a esta práctica que constituye al mismo tiempo una poética y una política. Cada vez que aparece un trabajo de este tipo, derivado de mucho tiempo de investigación y escritura, nos hallamos ante una ficción estratégica que transgrede los presupuestos básicos del periodismo ortodoxo, que dictarían que el cronista debe ser lo más objetivo posible, debe invisibilizar su parcialidad y reprimir su subjetividad, dado que lo esencial son las palabras de los otros, el testimonio ajeno, la exterioridad. Digo que es una ficción estratégica porque la identidad narrativa que se crea, en la medida en que intersecta lo personal y lo colectivo, genera, necesariamente una subjetividad política derivada de una ficción. Al inicio de su libro Cabeza de turco, Günter Wallraff afirma que se hizo pasar por un inmigrante turco en Alemania porque “hay que enmascararse para desenmascarar a la sociedad, hay que engañar y fingir para averiguar la verdad”. Algo similar ocurre con Gabriela Wiener.

Portada del libro Sexografías, de Gabriela Wiener, publicado por Melusina en 2008.

Su primer libro, Sexografías, es un ejercicio de investigación periodística vinculado con una serie de prácticas sexuales disidentes. El libro está constituido por un conjunto de crónicas inmersivas y notas de opinión que tienen como centro formas no hegemónicas de vivir el deseo, utilizando la propia experiencia y el propio cuerpo para acercarse a la vivencia de esas otredades. Así, podemos observar cómo Wiener se infiltra en cárceles de Lima para averiguar sobre la sexualidad de los presos, vive durante un tiempo con una familia polígama, participa en un espectáculo masoquista, entrevista y es seducida por el actor porno Nacho Vidal, se somete a un proceso de donación de óvulos, participa en un intercambio de parejas, además de establecer vínculos con el mundo del travestismo y la prostitución parisina… En todos los textos aparece el uso de la primera persona y la voluntad confesional, tan propias del género autobiográfico. Lo distintivo es que tal gesto de introspección termina derivando, una y otra vez, en una búsqueda de autofiguración que es proyección hacia lo social, como si escribir desde el yo fuese un mecanismo que permite el hallazgo de la otredad.

Llama la atención que, a lo largo del volumen, Wiener construya distintas imágenes de sí misma, contradictorias, fragmentadas y cambiantes, como si existiera la imposibilidad de narrarse de manera acabada y coherente. La escritora peruana (que vive desde hace años en España) practica una identidad no fija, en tránsito, siempre abierta a un proceso de devenir distinta. En algunos textos se muestra como atrevida y desenfadada, con mucha agencia sobre sus deseos; en otros, más que una mujer disidente capaz de confiar en su propia sexualidad, aparece como alguien que está en conflicto con su cuerpo. El contraste entre estas imágenes del yo habla de la complejidad de la autofiguración que practica Wiener, pero también de la capacidad que tiene para poner de cabeza los presupuestos tradicionales del género autobiográfico y del periodismo narrativo. Esta suma de etopeyas disímiles supone que narrar la propia vida implica construir una subjetividad disgregada, sujeta a la incertidumbre, negando perspectivas esencialistas en torno a la identidad y a los modelos con que se la escribe. En la forma heterodoxa de su escritura hay una mirada política frente a la tradición. Por ello, sus textos niegan las convenciones de la autobiografía clásica y desestabilizan, de diversos modos, preceptos vinculados con la identidad, la verdad, la coherencia del relato de vida, el telos, la autenticidad, la unidad del sujeto.

Esto no sólo ocurre en la figuración que practica textualmente, sino también en las intervenciones públicas que lleva a cabo (entrevistas, fotografías, performances). Se trata de una política de la pose, como la llama Sylvia Molloy, que le permite expandir lo que está presente en sus libros impresos. En los videos con los que promociona sus libros, por ejemplo, Wiener expresa la inestabilidad y la multiplicidad de sus identidades, rompiendo estereotipos de feminidad, y practicando estrategias de provocación.

De igual modo, en la portada de otro de sus libros, Dicen de mí, la pluralidad y la heterogeneidad del yo son expresadas a través de un collage que remite a lo que la propia obra plantea: diversas miradas en torno a un mismo sujeto.

Portada del libro Dicen de mí publicado por Esto no es Berlín Ediciones en 2018.

Dicen de mí es un libro de entrevistas que Wiener realiza a varias personas que la conocen (su marido, su hermana, su psicóloga, su madre, su editora, su hija, un exnovio que la golpeó, y también su otra pareja mujer, con quien comparte una vida poliamorosa). Todas las entrevistas giran en torno a ella y la historia de esos vínculos, lo que le permite construir un retrato autocrítico, construido a varias voces, que por momentos remite al juicio moral de los otros, pero también a la impotencia de la propia voz para enunciar la realidad. La primera página del texto ya anuncia esta doble figuración negativa:

Este libro no es un libro sobre el yo. Este libro podría ser de ficción pero no lo es, salvo que las miradas ajenas tengan toda la razón. Este libro quizá sea verdad en su conjunto. O una gran mentira. En este libro por fin no hablo de mí. En este libro todos hablan de mí. Este libro ni siquiera lo he escrito yo. Este libro es sobre mí, pero también podría ser sobre ti… Este libro es un rompecabezas de mí misma hecho con otras voces. Una pequeña Frankenstein, el monstruo que se volverá contra mí.

Hay algo de relato anti-épico, pero también de autoescarnio en sus palabras. El yo aparece como anti-héroe y a la vez como incapaz de dar cuenta de esa realidad que es él mismo. En todo caso, es la suma de las perspectivas ajenas lo que lo constituye. Si en Sexografías, Wiener utilizaba el periodismo de inmersión, en Dicen de mí dialoga con el periodismo a través de la entrevista, pero invirtiendo los papeles entre entrevistador y entrevistados, y constituyendo así una suerte de espacio heterogéneo (una heterotopía) donde el sujeto se disgrega para ser otro. En ese ejercicio, identidad y alteridad conforman una extimidad literaria, lo cual confirmaría la idea de Silvia Molloy de que la escritura autobiográfica en América Latina está más cercana a una ideología de carácter más comunitario, frente a lo que ocurre en la literatura hispánica.

En cualquier caso, Wiener construye autofiguraciones desplazadas al dialogar con uno mismo hablando de los otros (en Sexografías) o con los otros (en Dicen de mí). En ambos libros, Wiener apunta a prácticas, espacios y cuerpos concretos con los que se encuentra en tensión y frente a los cuales se proyecta, se deja afectar y actúa. Los afectos con que responde a corporalidades ajenas, los modos en que vincula cuerpo social y deseo subjetivo, y la manera en que vincula testimonio y confesión, hacen que en sus textos el yo se convierta en un espacio de articulación político-cultural. Por ello testimonio y confesión se tocan la mano constantemente en su escritura, interpelando sus propios recursos, haciendo de lo público una experiencia íntima y de lo privado un asunto que adquiere relevancia para la colectividad. Wiener pareciera decirnos que vincular el ethos de la crónica (ese ir hacia los otros) con el gesto autobiográfico (ejercer la introspección), no sólo renueva ambos géneros al disolver sus formas consagradas, sino que le otorga una dimensión política a la escritura de lo íntimo.

Acerca del autor

Jezreel Salazar

Licenciado en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Maestro en SociologíaPolítica por el Instituto Mora. Doctor en Letras por la UNAM. Es profesor de literatura en la Universidad…

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