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Las migraciones del agua: la transformación como símbolo poético y como instrumento de crítica en Distancia de rescate (2014), de Samanta Schweblin

La pena del agua es infinita.
Gaston Bachelard, El agua y los sueños

 

Casi informe, a la sombra
del muro, un bulto solo,
un cuello oscuro y ralo, 
en el sofoco de la tarde pía
por una piedad de agua.
 Ida Vitale, «Sequía»

En el Diccionario de símbolos (1969), de Jean Chevalier, se distinguen tres implicaciones simbólicas del agua: fuente de vida, medio de purificación y centro de regeneración; asimismo, se vincula con la sabiduría, la maternidad (como dadora de vida), con los fluidos corporales (sangre y saliva) y con otros elementos de la naturaleza (tierra y fuego, por ejemplo) con los que está en constante interacción y tensión. A grandes rasgos, todos sus significados apuntan a una dirección: el agua es un principio de vida. 

En El agua y los sueños (1942), Gaston Bachelard reconoce las ya mencionadas denotaciones y añade otras a partir de múltiples referentes literarios, míticos y filosóficos. Esto no supone que Bachelard haya hecho un análisis más exhaustivo de los significados del agua que el realizado por Chevalier, pues se trata de obras de distinto talante y que se acercan a un mismo elemento desde dos perspectivas distintas, mas no contradictorias. En Chevalier aparece una definición general del agua como símbolo; en Bachelard hay un abanico de representaciones literarias del agua: la que fluye, la que refleja a Narciso, la estancada, los complejos de Caronte y Ofelia.

Para ambos autores, el agua representa ante todo un principio vital: en primer lugar, la materialidad del agua y sus posibilidades dentro de las actividades humanas (beber, lavar, regar los campos); en segundo, la naturaleza directamente vinculada con el carácter simbólico (fuente de vida, purificación, acaso la inteligencia sea la cualidad más abstracta en este sentido).

No todas las obras literarias, sin embargo, se limitan a explorar estos posibles simbolismos del agua; algunas buscan nuevas maneras de comprenderla, desarrollarla y resignificarla. El cambio en esta perspectiva surge quizá de otro más reciente: la preocupación por el medio ambiente y la conciencia sobre la intervención del ser humano en el mundo; dicha intervención obliga a reconsiderar el agua como una fuente de vida, si bien ya Bachelard y Chevalier plantean, por ejemplo, que también presupone varias formas de muerte. De este modo, el líquido no sólo evoca salud y vida, sino que también es visto como una sustancia deletérea. Esto ocurre en la novela Distancia de rescate (2014), de la escritora argentina Samanta Schweblin. 

A grandes rasgos, la novela narra una serie de acontecimientos en las vidas de Amanda y Nina, una madre y su hija de tres años, quienes vacacionan en un pueblo donde conocen a Carla y David, una mujer y su hijo de doce años cuya conducta resulta por momentos inquietante. Conforme avanza la novela, Amanda y Nina caen enfermas debido a la contaminación del agua del pueblo, la cual ha aniquilado algunas formas de vida y comprometido el bienestar de las personas. Las aguas dejan a su paso niños enfermos y un ambiente estéril, trágico y enrarecido. 

En la novela de Schweblin, el potencial simbólico del agua líquido vital resulta casi siempre más político que poético, pues requiere un posicionamiento singular: por un lado, se trata de evidenciar un conflicto, en este caso, la contaminación de los acuíferos por el abuso de fertilizantes en los campos de soya argentinos; por otro, sobresale el trabajo literario y el desarrollo de una trama compleja que no se limita a denunciar, sino a utilizar la ambigüedad y el suspenso como recursos narrativos que configuran un ambiente enrarecido y siniestro. 

A partir de lo anterior, resulta necesario formular dos preguntas: ¿de qué manera se cuestiona la concepción de la naturaleza y las prácticas humanas que atentan contra ella en Distancia de rescate?, ¿qué implicaciones tiene, dentro del mundo narrado, la toma de conciencia sobre el problema de la contaminación del agua?

La hipótesis puede ser la conciliación entre dos elementos: la denuncia y el quehacer literario, así como la modificación de ciertos elementos o acciones, a simple vista cotidianos e inocuos (como la limonada, sentarse en el pasto, el hogar), pero que a la luz de las transformaciones y afectaciones del medio ambiente devienen en peligrosos y trágicos. A esto debe sumarse la falta de indicios para elaborar una explicación racional sobre algunos sucesos y, por tanto, la irrupción de lo sobrenatural en la novela: el desdoblamiento de David y sus conversaciones con Carla, la transposición de personalidades, la muerte de los animales y las enfermedades de los niños. En este sentido, resulta interesante cómo se problematiza la contaminación del agua al convertirla en sustancia trastocada, pues así se alteran sus implicaciones simbólicas y, por tanto, vuelve infaustos los destinos de los personajes de Distancia de rescate.

Ante este panorama, el margen para que aparezca lo sobrenatural en la novela se justifica como consecuencia de una transgresión: la corrupción de los ríos debido al uso de químicos dañinos en la fumigación de los campos de soya; se trata, entonces, de una acción humana que atenta contra un espacio sagrado en casi todas las cosmovisiones. En términos prácticos se está ante un ecocidio que afecta a la población; en términos simbólicos, frente a una profanación. 

La obra de Schweblin resulta novedosa, entre otras cosas, por la manera en que resignifica la función de la naturaleza. Al respecto, basta recordar lo que explica Jorge Marcone sobre cómo se han limitado las posibilidades de representar a la naturaleza en la narrativa latinoamericana, pues casi siempre se debate entre un paisaje idílico o un entorno hostil e indómito:

En efecto: los escritores han desplegado de manera sistemática perspectivas audaces, que sacan a la luz problemas insuficientemente representados en el discurso público. Sin embargo, cuando se trata de prestar atención a los cambios, conflictos y debates ambientales, la literatura latinoamericana no da la impresión de satisfacer estas expectativas. Si bien es posible sacar provecho de su conocida y firme posición contra el colonialismo y las modernizaciones precipitadas, o de su recurrente reivindicación de los paisajes naturales como fuente de identidad cultural, tales actitudes no bastan para promover culturas de sostenibilidad (Marcone, 2007, p. 4).

De hecho, pareciera que siguen vigentes algunos supuestos elaborados desde el siglo XVI, por ejemplo, que la naturaleza es un elemento ajeno a la humanidad, algo que subyuga o que debe ser conquistado. La denuncia sobre esta predisposición a pensar en la naturaleza de un modo tan reduccionista, lo cual incide de manera negativa en la realidad del mundo contemporáneo, ha sido señalado por investigadores como Enrique Leff en su artículo «La complejidad ambiental» (2007):

En el mundo humano surge una dualidad irreductible, que “complejiza” la evolución de la naturaleza, de la materia, de lo real. Nace al mundo el orden simbólico, que “representa”, “corresponde” y se “identifica” con lo real, pero que no es una traducción de lo real al orden del signo, la palabra y el lenguaje. El orden simbólico significa y consigna lo real, lo denomina a través de la palabra y lo domina por la razón (Leff, 2007, p. 4).

Enrique Leff explica que los problemas ecológicos de la sociedad contemporánea reclaman forzosamente un cambio en los esquemas del conocimiento y la denominación de la naturaleza; asimismo, comenta cómo debe entenderse el mundo desde una perspectiva compleja, que incorpore diversos saberes y aproximaciones a los fenómenos naturales y sociales, para tener una visión más integral de la evolución de la humanidad y el mundo que habita. 

Otro enfoque interesante es el de C. P. Snow en Las dos culturas (1959), donde indaga en la escisión entre la cultura artística y la cultura científica, así como en las consecuencias de separación para el desarrollo de ambos campos del conocimiento: «El punto de choque de dos temas, de dos disciplinas, de dos culturas […] debería producir oportunidades de creación. En la historia de la actividad mental, ése es el punto donde se han dado los grandes avances. Y es ahí donde están ahora las oportunidades. Pero están ahí, podría decirse, como en un vacío, porque los miembros de las dos culturas no pueden comunicarse» (Snow, 1959, p. 31).

En ese sentido, la literatura cumple con algunas funciones capitales: modifica los esquemas de pensamiento, ya sea de manera voluntaria o no; permite un acercamiento novedoso a temas que muchas veces resultan conflictivos; y, en más de una ocasión, ha sido utilizada como propaganda política, es decir, con fines persuasivos. La escritura creativa posee infinitas posibilidades expresivas para hablar de lo creado y lo ingénito, de lo posible y lo imposible, de lo comprensible y lo inefable; además, puede celebrar ciertos acontecimientos o denunciar otros con agudeza.

Es en este rubro donde se inscribe la novela de Samanta Schweblin, en el de generar debate, desde la creación literaria, sobre un problema ambiental, aunque entreverado con temas como la maternidad y la irrupción de lo sobrenatural en lo cotidiano, por ejemplo. La propia autora explica en la nota incluida al final de la novela: «Creo que tenía mucho más presente la intención de implantar una alarma en el lector sobre el problema de las fumigaciones en los campos argentinos. Y el tema de la maternidad surgió a través del propio personaje» (Schweblin, 2019, p. 131). Más allá de la distancia entre la evidencia textual de la obra y aquello que la autora dice sobre su creación, esta afirmación aclara en parte la intención de la novela: hacer una crítica o, por lo menos, expresar el problema de la contaminación del agua por la industria agrícola.  

La obra de Schweblin representaría, quizás, un intento por conciliar ambos elementos, por visibilizar una problemática real desde el lenguaje y los recursos literarios. Lo hace modificando elementos cotidianos, enrareciendo situaciones que, en otro tipo de narración, no tendrían el mismo efecto: 

Tu madre dice que el perro llegó hasta las escaleras de la casa y estuvo sentado ahí casi una tarde entera. Dice que te preguntó por el perro varias veces, y que cada vez le contestaste que el perro no era lo importante. Que te encerraste en el cuarto, que te negaste a salir. Dice que solo cuando el perro terminó desplomándose como vio desplomarse a los patois, solo entonces saliste de la casa, arrastraste al perro al jardín trasero, y lo enterraste (Schweblin, 2014, p. 77).

En este pasaje, se genera tensión a partir de la conversación sobre la muerte de los animales y la relación que David tuvo en ese acontecimiento, pues Carla interroga a su hijo sobre la conducta anómala del perro (quedarse sentado en las escaleras de la casa toda la tarde para después desplomarse) y sólo obtiene como respuesta una contestación singular: «que el perro no era lo importante». Esta insistencia de David en «lo importante» genera tensión dentro de la novela al desviar la atención de las acciones narradas hacia el objetivo del personaje, hecho que obliga al lector a leer entre líneas y a tratar de dilucidar ese momento crucial que tanto obsesiona al joven.

A esa sensación de enrarecimiento, de extrañeza sobre algo en apariencia cotidiano, Mark Fisher la entiende como lo raro y lo espeluznante, lo unheimlich: «la manera en la que el mundo doméstico no coincide consigo mismo» (Fisher, 2018, p. 11). En la novela, esta sensación se incrementa o asume por la precaución de Amanda que, además, confiere título a la obra: la distancia de rescate con respecto a su hija. La distancia de rescate es una noción heredada por su madre y su abuela, quizás incluso por todas las mujeres de su familia; hace referencia al margen de acción que tiene una madre para auxiliar a su vástago en caso de que algo malo ocurra, una distancia prudente para dar independencia a los hijos, pero con la posibilidad de acudir en su ayuda de ser necesario; sin embargo, el interés de la expresión reside en un par de afirmaciones contundentes: «Tarde o temprano algo malo va a suceder» (Schweblin, 2019, p. 45), «y como lo extraño siempre me parece una advertencia, regreso.» (Schweblin, 2019, p. 46) La catástrofe no es una posibilidad, se trata de un hecho inevitable: 

En la cocina de tu casa me dejo caer en la silla, junto a la ventana. Tu madre me pasa el té helado y el azúcar.
―Ponele mucha azúcar ―dice Carla―, que despabila. 
Y como Carla ve que no lo hago se sienta en la otra silla y ella misma lo hace. Revuelve y me mira de reojo.
Me pregunto si seré capaz de llegar por mí misma hasta el coche. Entonces veo las tumbas. Simplemente miro hacia afuera y las reconozco.
Son veintiocho tumbas.
Veintiocho tumbas, sí. Y Carla sabe que estoy mirándolas. Empuja hacia mí el té, no lo veo pero su proximidad helada me llena de asco. No voy a poder, pienso. Me da mucha pena por tu madre, pero me va a ser imposible beber nada, y sin embargo tengo tanta sed. Carla espera. Revuelve su té y estamos un rato en silencio (Schweblin, 2014, p. 101).

Lo que parecería ser una reunión amena con los vecinos se torna en una situación incómoda, pues en términos de Fisher (2016), hay «algo que no debería estar ahí»: el olor del agua, la sensación de asco ante una limonada cuya función es aliviar la sed, la conversación de cómo David dejó de ser él mismo. Aquí se observa esa inversión simbólica del agua mencionada al inicio, ya que deja de ser un líquido vital (inodoro, incoloro, insípido y, por ende, apto para el consumo) y aparece como una sustancia sucia, turbia y desagradable.

La novela de Schweblin se nutre de esa complejidad ya vista por Chevalier y otros autores: el agua siempre es algo más, su definición es más compleja tanto en el plano práctico como en el simbólico. En este sentido, el autor explica que el «símbolo ocupa así una función de substituto […] substituye a modo de respuesta, de solución o de satisfacción, una pregunta, un conflicto, un deseo, que permanece en suspenso dentro de lo inconsciente […] El símbolo expresa el mundo percibido y vivido tal como lo experimenta el sujeto […] principalmente de manera inconsciente» (Chevalier, 1969, p. 26). 1

Ahora bien, en Distancia de rescate pareciera que convergen dos ritmos narrativos distintos, uno signado por la evolución vertiginosa y la contaminación del agua ―nacen niños enfermos o deformes, mueren los animales y aquellos que deciden visitar el pueblo, como Amanda y Nina, caen enfermos―; el otro ritmo es el de la lentitud, el del atraso, de la imposibilidad de atención médica, porque no se cuenta con los suficientes recursos económicos, porque no hay médico y hay que recurrir a una curandera que intente solucionar el problema con los medios que tiene a su alcance.2 Este ritmo en la novela también puede ser entendido desde la perspectiva de Mark Fisher en tanto que se puede apreciar el conjunto de pulsiones y tensiones que, incluso siendo ajenas a los habitantes, altera sus vidas y transforma el espacio. En el prólogo a Lo raro y lo espeluznante (2016), Fisher pone énfasis en el modo en que el capitalismo opera sobre la realidad de los individuos, ya sea eliminando algo que de facto debería estar ahí o bien, incorporando dinámicas que son ajenas a la humanidad. Para Fisher, ahí reside el conflicto con el capitalismo en tanto que elemento que surge de la nada y que, pese a ello, ejerce fuerza sobre el mundo en el que se ha instalado (Fisher, 2018, p. 13). Esta situación se observa con claridad en Distancia de rescate, dado que los personajes son involucrados en una serie de acontecimientos (la contaminación del agua, las enfermedades y las condiciones precarias en que viven los habitantes del pueblo) que, por principio de cuentas, no debería estar ahí y que pese a sus esfuerzos resulta imposible de erradicar o vencer. 

En la novela, el lector conoce poco a poco las circunstancias del pueblo y, con ello, dimensiona la situación en que se encuentran Amanda y Nina. Mediante el uso de cursivas se señalan los diálogos de David, personaje encargado de explicar la realidad del lugar, aunque lo hace de manera pausada y por medio de oraciones a primera vista inconexas; sin embargo, esos enunciados sueltos y arcanos adquieren sentido gracias a las intervenciones de Amanda:

No hay médicos, y la mujer de la casa verde hace lo que puede (Schweblin, 2019, p. 109)
No todos sufrieron intoxicaciones. Algunos ya nacieron envenenados, por algo que sus madres aspiraron en el aire, por algo que comieron o tocaron (Schweblin, 2019, p. 104)

Existe una angustia constante por el agua: el recurso que debería estar al alcance de todos se convierte en una obsesión para Amanda. Casi siempre tiene sed, quiere obtener agua para ella y su hija, pero la situación empeora cuando enferma, ya que su necesidad del líquido aumenta con la desesperación de calmar su padecimiento:

Y yo pienso que sí, que claro, que eso es todo lo que necesitamos ahora. Que hace muchas horas que no bebemos y las intoxicaciones se curan tomando mucha agua. Vamos a comprar unas cuantas botellas en el pueblo, pienso. Yo también tengo sed. […] ¿Dónde se compra agua en un pueblo donde todo el mundo duerme? (Schweblin, 2019, pp. 105, 108).

En la novela se establece una ambivalencia respecto al problema del agua: no puede obtenerse con facilidad, pero cuando se obtiene altera el espacio vital de los personajes. Aquí se subvierte el poder simbólico del agua, según Chevalier y Bachelard, pues enferma todo lo que está a su alrededor, intoxica a quienes la beben o la tocan, se convierte en un agente de destrucción y enfermedad. Además, desencadena una serie de acontecimientos en apariencia sobrenaturales: la migración del alma de David a otro cuerpo para preservar la salud del original o la del alma de Nina que sólo se sugiere. Quizá es aquí donde reside el verdadero efecto  de la narración: generar tensión sobre lo que es posible y lo que ocurre, en trastocar la realidad de los habitantes del pueblo y aquellos que lo visitan y no pueden escapar de su angustiante realidad. La novela explota muy bien la sensación de que algo no debería estar ahí, de que nada funciona y de que en cualquier momento algo saldrá mal. 

Tanto en la obra de Bachelard como en la Schweblin reside la necesidad de vincular la sensibilidad creativa y la imaginación con la materialidad de los elementos, de entender al agua como un recurso natural, por una parte, pero también como un recurso de la imaginación, como una fuente inagotable de imágenes poéticas: «la profunda maternidad de las aguas. El agua hincha los gérmenes y hace surgir las fuentes. El agua es una materia que por todas partes vemos nacer y crecer. La fuente es un nacimiento irresistible, un nacimiento continuo» (Bachelard, 2005, p. 25). 

El agua cura el cuerpo y calma la sed, purifica; sin embargo, también es un elemento propenso a contaminarse y propagar toda suerte de males. Cuando se ensucia trastrueca la salud de quienes la consumen y logra corromper todo a su paso, situación tan bien desarrollada por Schweblin. En la necesidad ineluctable que se tiene de este líquido, parece advertir la novela, radica su enorme peligro; no obstante, como también subraya la obra en todo momento, dicha polución no es sino la consecuencia fatal de las acciones humanas sobre los recursos naturales. El agua privilegiada ha dejado de serlo y, por tanto, como urge Bachelard: «El arroyo, el río, la cascada tienen, pues, un habla que los hombres comprenden naturalmente […]  Hay que apresurarse a escucharlas.» (2005, pp. 244, 245).

Distancia de rescate ha traído a la discusión un problema que aqueja a millones de personas en el mundo. Más de 30 traducciones a diversos idiomas y una película basada en el libro podrían por lo menos ayudar a reflexionar un poco sobre lo que está ocurriendo. Las palabras hacen cosas, el lenguaje motiva acciones y quizás esta novela sea un primer paso para conciliar discursos (científicos, literarios y hasta políticos), para evidenciar conflictos medioambientales a partir de un diálogo con el mundo habitado.

Bibliografía

Bachelard, Gaston 2005 [1942]. El agua y los sueños, Trad. Ida Vitale, FCE, Ciudad de México.

Chevalier, Jean, 1986 [1969]. Diccionario de los símbolos, Trad. Manuel Silvar y Arturo Rodríguez, Herder, Barcelona.

Fisher, Mark 2016. Lo raro y lo espeluznante. Trad. Nuria Molines Galarza, Alpha Decay, Barcelona. 

Leff, Enrique 2007. «La complejidad ambiental», Polis. Revista de la Universidad Bolivariana, 6, 16, pp. 1-9. Universidad de Los Lagos, Santiago de Chile, http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=30501605 [consultado el 4 de mayo de 2022]

Marcone, Jorge 2007. Fiebre de la selva: ecología de la desilusión en la literatura hispanoamericana (conferencia) Centro Cultural del Banco Interamericano de Desarrollo. Disponible en: https://publications.iadb.org/publications/spanish/document/Fiebre-de-la-selva-Ecolog%C3%ADa-de-la-desilusi%C3%B3n-en-la-literatura-hispanoamericana.pdf [consultado el 04 de mayo de 2022]

Schweblin, Samanta 2019 [2014]. Distancia de rescate. Almadía, México, Ciudad de México.

Snow, C. P. 2020 [1959]. Las dos culturas, Trad. Mónica Utrilla, UNAM, Ciudad de México.

Colaboradora invitada

Mayra Patricia Castañón Dávila

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Notas al pie:

  1. De igual manera, habría que pensar la complejidad, como apunta Leff, desde el referente y el símbolo, desde la representación del agua en la literatura y en términos prácticos, en sus transformaciones y los conflictos que han traído dichos cambios, tendría que existir una mayor conciencia de los procesos que han posibilitado el desarrollo de la agricultura y la industrialización, tal y como demanda C.P. Snow. Un gran aumento de la población, porque la ciencia aplicada vino de la mano con la ciencia médica y sus cuidados. Suficiente alimento, por razones similares. Alfabetismo universal, porque la sociedad industrial no puede prescindir de eso. Salud, alimentación, educación: sólo la revolución industrial pudo llevarlas hasta los más pobres. Ésas son las principales ganancias, aunque también hay evidentes pérdidas, pues organizar una sociedad para la industria facilita organizarla, por ejemplo, para la guerra.
  2. Esto remite a Snow, quien trata de ser objetivo sobre las ganancias y las pérdidas de la revolución industrial, en contraste con las implicaciones reales.