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De la ciudad ausente a la ciudad virtual. Una indagación sobre La ciudad ausente, de Ricardo Piglia

El objetivo principal de este comunicado es analizar la configuración espacial, fundamentalmente el entramado de la ciudad, en la novela La ciudad ausente (1992) del escritor argentino Ricardo Piglia (Adrogué, 1941-Buenos Aires, 2017), a partir de una lectura sociopolítica de un relato cercano a las coordenadas de la ciencia ficción. La hipótesis de trabajo es que la tecnología empleada en el relato —la máquina de Macedonio, además de las diversas referencias al video y a la televisión como aparatos ideológicos del Estado— genera simulacros con los cuales, de una parte, el Estado ejerce su dominio sobre los ciudadanos; o de otra, la oposición pretende develar las maquinaciones ocultas del poder y así mostrar lo que en verdad sucede en ese universo ficcional.

Así, la creación de mundos virtuales, en este caso el bosquejo de una ciudad virtual frente a un mundo utópico en una isla, sostiene esa tensión entre el poder y la subversión dentro de la historia. Hay una lucha por el dominio del imaginario a partir del control de la producción y distribución de imágenes verbales y audiovisuales generadas con las tecnologías de lo virtual. [i]1 La narración acontece en un mundo distópico —acaso en uno de los peores escenarios posibles, propio de la ciencia ficción—que se debate entre esos dos polos y que parece aludir a los regímenes dictatoriales acaecidos en la historia argentina, en especial, su máxima manifestación del terror: la dictadura de la Junta Militar durante el período de 1976 a 1983, pues como bien señala Adan Medellín: la novela es una «Ficción de la asechanza y el delirio […] imagen de la represión argentina de los 80, novela política en clave, una ficción paranoica» (27).

Ilustraciones de Luis Scafati

Para comenzar, el relato trata sobre una sociedad futura —acaso la ciudad de Buenos Aires en un futuro próximo: 2004, 15 años después de la caída del Muro de Berlín, se dice en la novela (129)— que vive en amenaza constante, debido a un Estado que mantiene una vigilancia y un control extremos sobre sus ciudadanos. En ese mundo, existe una máquina generadora de ficciones literarias: un artefacto híbrido fabricado a partir de la unión de una mujer llamada Elena con partes electromecánicas y electrónicas. Aunque controlado de inicio por el gobierno, dicho dispositivo se sale de su control y crea después relatos que cuestionan las versiones oficiales, en un intento para que los ciudadanos conozcan la verdad oculta y recuperen la memoria perdida, debido a las manipulaciones del Estado. Y esa confrontación entre la narrativa oficial y las ficciones de la máquina a lo largo de la novela da paso a cierta ambigüedad propia de lo fantástico, pues la realidad y lo ficcional en el relato se confunden: lo real puede ser una ficción o lo ficticio, una verdad.2

En este escenario distópico Junior, un periodista que trabaja para el diario El Mundo, se dedica a investigar el misterioso caso de la máquina narradora: por qué el poder desea desactivarla y la ha resguardado en el Museo. Para develar el secreto, muy en la línea del relato policial, el protagonista se dedica a recopilar información sobre ella, incluidos sus múltiples relatos, lo cual va a llevarlo hacia un viaje, en apariencia interminable, por numerosas pistas en forma de relatos y grabaciones que lo ayudarán a descubrir el sentido y la finalidad de ese invento.

La novela se divide en cuatro capítulos: I. El encuentro, II. El museo, III. Pájaros mecánicos y IV. En la orilla. Cada uno muestra un espacio diferente de la ciudad al que debe trasladarse Junior en su intento por descubrir el secreto de la mujer-máquina. Y en cada uno de ellos se tejen multitud de historias que han de integrarse en la narración en forma de metarrelatos donde, a su vez, pueden inscribirse otras historias, por lo cual tenemos una disposición de mise en abyme. En líneas generales, La ciudad ausente presenta una estructura más o menos lineal, centrada en la investigación de Junior, aunque la trama se fragmenta posteriormente en múltiples relatos y niveles metadiegéticos, conformando una red de ficciones en torno a varios núcleos narrativos. Al respecto Adán Medellín comenta que «La ciudad ausente juguetea con los recursos conspirativos y apocalípticos de la sci-fi, pero es ante todo un montaje de una teoría narrativa puesta en marcha dentro de un relato, un ensamblado de variantes fragmentarias que reproducen y confirman el corazón técnico de su anécdota, metaliteratura con el sello pigliano» (27).

Ahora bien, ya el título mismo de la novela remarca una carencia espacial: la ciudad ausente, acaso una referencia a la ciudad de Buenos Aires, un lugar que parece no existir en ese mundo ficcional, porque resulta quizá un mundo posible más, una proyección imaginaria del Estado cercana a su ideología; o acaso un mundo imposible y utópico de la ciencia ficción especulativa, generado por la máquina narradora. Este hecho le proporciona ese toque fantástico al relato al grado de cuestionarnos la existencia del propio Junior quien podría ser parte de alguna historia producida o replicada por el mecanismo, tal como sucede en su visita al Museo. 

En las descripciones del espacio urbano de la novela, el autor centra de inicio su atención en el control directo que ejerce el Estado sobre sus habitantes con el fin de evitar la propagación de los relatos de la máquina. Prácticamente, toda la ciudad está llena de policías y patrullas, así como de videocámaras y grabadoras para vigilar y detectar las actividades subversivas. Después de salir del Museo y recibir la historia de «Los nudos blancos», Junior reflexiona: «Una historia explosiva, las ramificaciones paranoicas de la vida en la ciudad. Por eso hay tanto control, pensó Junior, están tratando de borrar lo que se graba en la calle. La luz que brilla como un flash sobre las caras lívidas de los inocentes en la foto de los prontuarios policiales» (La ciudad ausente 59). Más adelante en el capítulo III, señala: «Las patrullas controlaban la ciudad y había que estar muy atento para mantenerse conectado y seguir los acontecimientos. Los controles eran continuos […] Estaba prohibido buscar información clandestina» (79).

El texto enfatiza la idea de una ciudad sitiada, a partir de la reiteración de series predicativas como «[s]ólo las luces de la ciudad siempre encendidas mostraban que había una amenaza. Todos parecían vivir en mundos paralelos sin conexión» (13) o «Todo era normal y a la vez el peligro se percibía en el aire, un leve murmullo de alarma, como si la ciudad estuviera a punto de ser bombardeada» (45). En suma, una ciudad paranoica al borde del apocalipsis muy al estilo de ciertas novelas o películas ciencia ficcionales.3

El influjo de la máquina de Macedonio es tal que impacta la configuración misma de la ciudad. Todo indica que esta urbe futurista se edifica a partir del entramado de ficciones-simulacros creados por ese artefacto, en una forma muy semejante a lo sucedido con los mundos virtuales generados en la cinta Matrix e incluso en el proyectado en La invención de Morel. Al revisar en su casa todas las pistas disponibles en torno a la máquina, se dice que Junior «[e]ntraba y salía de los relatos, se movía por la ciudad, buscaba orientarse en esa trama de esperas y de postergaciones de la que ya no podía salir. Era difícil creer lo que estaba viendo, pero encontraba los efectos en la realidad. Parecía una red, como el mapa de un subte. Viajó de un lado al otro, cruzando las historias, y se movió en varios registros a la vez» (78-79).

Ilustraciones de Luis Scafati

La ciudad puede leerse como el mapa de una red informática de imágenes virtuales, como una suma de historias, dependiendo de la ruta o núcleo narrativo elegidos; una red tejida de simulacros que deriva en una ciudad virtual, un espacio de lo posible y lo imposible, un lugar donde se disputa el dominio del imaginario. Para Paula Olivia-Fiori «[e]l trazado de esta ciudad paranoica, subterránea y delirante se encuentra llena de espacios alegóricos o ‘heterotopías’ en el pensamiento de Foucault: el ‘museo’, el ‘hotel’, la ‘isla’. Y la ciudad se presenta como un texto, con toda su polifonía y fragmentariedad» («Espacios literarios…» 115-116). Esta ciudad distópica representa un mundo irreal y fantasmal donde sus ciudadanos parecen vivir en «mundos paralelos», totalmente desconectados de la realidad y aislados de los demás. Situado en una red virtual de historias infinitas que configura la ciudad misma, cada habitante intenta vivir su propio simulacro, una ficción desarrollada por la maquinaria del poder o un relato liberador creado por la máquina de Macedonio. 4

Como respuesta a la configuración distópica de una ciudad amenazada y fantástica, basada en una red virtual de historias, Piglia propone en la novela una alternativa espacial muy propia de la ciencia ficción: la utopía, un no-lugar, acaso el mejor de los mundos posibles o, particularmente en la propuesta del autor, imposibles; un simulacro construido no sólo con los signos de lo real, sino que aspira a integrar elementos totalmente innovadores. Al reflexionar sobre el influjo de la política en su obra narrativa, Piglia comenta: «Como decía Ernst Bloch: ‘El carácter de la literatura es tratar lo todavía no manifestado como existente’. Hay siempre un fundamento utópico en la literatura. En última instancia la literatura es una forma privada de la utopía» (Crítica y ficción, 94).

Deseo subrayar el aspecto lingüístico en la novela ligado con el de la utopía. Como tema de la historia, la creación de un nuevo lenguaje se halla presente a lo largo del relato, por ejemplo, en la historia de «La nena», donde se muestra una niña afásica que debe crear una nueva forma de comunicarse. Ese anhelo de crear un nuevo lenguaje en esa historia concuerda con el de la generación de simulacros proyectada por la máquina de Macedonio: producir una nueva lengua u obra, respectivamente, que se separen de lo ya establecido, al reproducirlo con nuevas variantes.

Este deseo lo encontramos desarrollado plenamente en un relato enmarcado dentro del capítulo III «Pájaros mecánicos»; me refiero a «La isla», una historia que Carola Lugo le proporciona a Junior para esclarecer el paradero del inventor Russo y, por ende, el misterio de la máquina. En esta historia enmarcada, la obra de James Joyce resulta esencial, ya que su libro Finnegans Wake (1939) es sagrado para los habitantes de la isla por su propuesta de crear una nueva lengua a partir de la conjunción de múltiples idiomas, por lo que la obra se encuentra llena de neologismos.5

Y este proyecto de un nuevo lenguaje único, universal y perfecto al mismo tiempo, constituye lo que se ha denominado como utopía lingüística, y que ha estado presente en este género, ya clásico, desde la Utopía (1516) del inglés Thomas Moore hasta nuestros días con el desarrollo de la ciencia ficción. Como bien menciona Carmen Galán: «Si a los espacios y tiempos inexistentes se les designa con el nombre de u-topía y u-cronía, respectivamente, parece necesario señalar u-glosia para las lenguas que se diseñan en tales espacios y tiempos» (Mundos de palabra 13). De manera paradójica, Piglia crea una isla en la que el ideal de perfección es el cambio lingüístico permanente: el lenguaje se transforma día con día, por lo que el significado de las palabras varía también; dicho de otra forma: la dicotomía, significado-significante, propuesta por Saussure se rompe continuamente. Como muestra, el inicio de este relato nos proporciona varias claves:

Añoramos un lenguaje más primitivo que el nuestro. Los antepasados hablan de una época en la que las palabras se extendían con la serenidad de la llanura. Era posible seguir el rumbo […] porque el lenguaje no se bifurcaba y se expandía y se ramificaba, hasta convertirse en este río donde están todos los cauces y donde nadie puede vivir […] El rumor de las voces es continuo y sus cambios suenan noche y día. Parece una turbina que marcha con el alma de los muertos, dice el viejo Berenson. No hay lamentos, sólo mutaciones interminables y significaciones perdidas. Virajes microscópicos en el corazón de las palabras. La memoria está vacía, porque uno olvida siempre la lengua en la que ha fijado los recuerdos. (106)
Ilustraciones de Luis Scafati

En la propuesta de Piglia, una lengua universal y perfecta, hablada y entendida por todos los habitantes de la isla, se encuentra siempre en evolución al fusionar todas las lenguas y todos los registros, en una especie de río que fluye eternamente, a la manera del imaginado por Heráclito. El Finnegans de Joyce resulta el prototipo ideal de esta u-glosia, ya que en esa novela se crea un nuevo lenguaje a partir de la fusión de diversas lenguas. Así, en la novela el cambio sucede en la isla, aunque en su interior la lengua parece la misma. Curiosamente la variación sólo es percibida por alguien externo a ella.

Frente a un Estado represor que domina a la población mediante una sola narrativa, digamos un simulacro «estático», se erige la isla, una proyección utópica y «dinámica» generada por la máquina, donde la variación del lenguaje constituye un ideal en sí, pues implica una sociedad que mediante la multiplicidad desea separarse y oponerse al poder. Esa es, creo, la idea que permea en este relato, en el cual además resulta significativo el espacio, un isla o pedazo de tierra, separado del país, donde se refugian sólo exiliados políticos, anarquistas, socialistas y enemigos del gobierno, además de algunos personajes irlandeses del Ulysses de Joyce. 

No es casual que en la novela la máquina produzca un relato utópico. Se sabe que el escritor Macedonio Fernández en su juventud planeó junto con otras personas, entre ellas el padre de Jorge Luis Borges, erigir una comuna de corte socialista en la periferia de la ciudad, concretamente en alguna isla cercana a la ciudad de Tigre. Esta pulsión utópica mostrada en La ciudad ausente está basada en la actitud transgresora, cercana a la ciencia ficción, del científico loco Macedonio tanto en su vertiente literaria como en la política.

Esta isla, otro de los tantos simulacros generados por la mujer-máquina, constituye asimismo un leitmotiv recurrente de la ciencia ficción que no sólo concibe nuevas sociedades alternativas con ayuda de la tecnociencia, sino que se erige como el espacio idóneo para la experimentación científica. Pensemos, como ejemplos, en La isla del Dr. Moreau, de H. G. Wells; o en algunas novelas latinoamericanas, como La invención de Morel, de Adolfo Bioy o XYZ, del peruano Clemente Palma. En las islas proyectadas en esos relatos, nos encontramos en lugares donde el sabio loco puede desarrollar en la soledad y lejos de las miradas curiosas sus inventos imposibles. Un ejemplo más de ello sucede en el propio relato de «La isla» en el que se presenta la figura de Nolan, un exiliado político gaelicocelta, quien es el primer hombre en llegar a ese lugar para vivir, por desgracia, absolutamente solo durante seis años. Con la finalidad de vencer la soledad, inventa una máquina grabadora con quien hablar: un ser artificial, una especie de Eva futura mecánica. Así, Nolan y su invento son la metáfora de la máquina de Macedonio que con sus múltiples relatos pretende vencer a la muerte y al poder. De modo análogo, la isla es una utopía lingüística, un simulacro que mediante la variación del lenguaje se enfrenta al simulacro estático del Estado.6

Ilustraciones de Luis Scafati

Bibliografía 

Piglia, Ricardo. Antología personal. México: FCE, 2014 (Tierra Firme).

—. Crítica y ficción. Barcelona: Anagrama, 2001 (Argumentos, 267).

—. La ciudad ausente. Barcelona: Random House Mondadori, 2013/1992 (Debolsillo).

—. La forma inicial. Conversaciones en Princenton. Madrid: Editorial Sexto Piso, 2015.

Acerca del autor

Roberto Durán Martínez

Doctorando en Estudios Latinoamericanos (Literatura y crítica literaria en América Latina); asimismo, licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas y maestro en Letras (Letras Latinoamericanas). Todos los grados por la Universidad Nacional Autónoma de México. Líneas de investigación: literatura fantástica y ciencia ficción en América Latina.

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Notas al pie:

  1. Este trabajo forma parte de mi tesis doctoral titulada «Imaginarios tecnológicos desde la periferia. De los mundos virtuales al ciberespacio en tres novelas latinoamericanas de ciencia ficción», para aspirar al grado de Doctor en Estudios Latinoamericanos, en el campo de Literatura y crítica literaria en América Latina, del Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM. En dicha investigación, demuestro esta hipótesis en tres niveles: aparte del aspecto espacial, considero la imagen del poder (y la resistencia) y el asunto de la memoria.
  2. Esta ambigüedad propia de lo fantástico —o neo-fantástico, según Jaime Alazraki— es producida en la novela por medio de ciertos recursos metaficcionales y metaliterarios. Carlos Lens San Martín postula que la característica esencial de una narración metaficcional es que pone en duda el concepto mismo de lo que es ficticio o no, con lo cual se rompe o se transforma el acuerdo entre el lector y el autor, llamado también pacto de ficción («La metaficción como ruptura del pacto ficcional» 236). Así, el cuestionamiento constante de la realidad que se verifica en La ciudad ausente representa un recurso metaficcional, debido a la confusión de planos entre la «realidad» de la historia, los relatos ficticios creados por el gobierno y las narraciones de la máquina; asimismo, el aspecto metaliterario del relato implica una reflexión constante sobre sus propios mecanismos de creación.
  3. A lo largo del relato, el poder se mantiene escondido, opera desde la sombra. Una forma de detectarlo es mediante su influjo negativo en esa sociedad; es decir, a través de ese estado permanente de vigilancia que ejerce sobre sus ciudadanos lo cual provoca un estado de alarma y aislamiento o desconexión entre ellos. Es necesario señalar que esta obra tiene como uno de sus principales referentes contextuales la dictadura argentina, ocurrida durante el periodo de 1976 a 1983 y ejecutada por una junta militar al mando de Jorge Rafael Videla. De hecho, Piglia comienza a escribir esta novela poco después de terminada la dictadura de la Junta y durante la denominada transición posdictadura (o democrática) que supuso, en sus inicios, una política del olvido y el perdón frente a los crímenes del Estado. Vale recordar que se trató de una las dictaduras más sangrientas y autoritarias que haya tenido ese país. Con el objetivo de sanar a una sociedad «enferma» el Proceso de Reorganización Nacional, como se autodesignó dicho régimen, empleó el terrorismo de estado para desaparecer a sus opositores y a la izquierda más radical, que existía por lo menos desde tres décadas atrás en un complejo campo político argentino, e implantar, sin trabas, el neoliberalismo.
  4. En «De los espacios otros», Michel Foucault plantea la noción de heterotopía como un espacio que se opone a la utopía: «También existen, y esto probablemente en toda cultura, en toda civilización, lugares reales, lugares efectivos, lugares que están diseñados en la institución misma de la sociedad, que son especies de contra-emplazamientos, especies de utopías efectivamente realizadas en las cuales los emplazamientos reales, todos los otros emplazamientos reales que se pueden encontrar en el interior de la cultura están a la vez representados, cuestionados e invertidos, especies de lugares que están fuera de todos los lugares, aunque sean sin embargo efectivamente localizables. Estos lugares, porque son absolutamente otros que todos los emplazamientos que reflejan y de los que hablan, los llamaré, por oposición a las utopías, las heterotopías; y creo que entre las utopías y estos emplazamientos absolutamente otros, estas heterotopías, habría sin duda una suerte de experiencia mixta, medianera, que sería el espejo» (3).
  5. Otra figura importante dentro de la novela, quizá al mismo nivel que la de Macedonio Fernández, es la del escritor irlandés James Joyce. Las referencias a su obra son constantes. Así, por ejemplo, pensemos en las alusiones al Ulysses (1922), ya sea en cuanto a personajes como Molly o en cuanto al viaje que emprende Junior por toda la ciudad, recordándonos la odisea que dura un día de Leopoldo Bloom. Y, sobre todo, destacan las referencias al Finnegans Wake. El carácter transgresor de ambas obras —sobre todo, de la segunda— con respecto a la trama, la construcción de personajes, el monólogo interior y, principalmente, el lenguaje, constituye el modelo literario al que aspira la producción de la máquina de Macedonio y, por ende, la novela creada por Piglia.
  6. En varios pasajes de La ciudad ausente se hace referencia de la novela ciencia ficcional La Eva futura (1886), del simbolista francés Auguste Villiers de l’Isle-Adam. En dicho relato Lord Ewald, quien se encuentra desilusionado ante la frivolidad de su amada, le pide a su amigo, el inventor Edison, que haga un androide femenino para sustituirla. La máquina de Macedonio y la grabadora de Nolan son comparadas algunas veces con esa invención.