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Este libro no puede ser distribuido en Latinoamérica Crimen en el Barrio del Once, de Ernesto Mallo

La aguja en el pajar, título con que esta novela de Ernesto Mallo fuera publicada en 2006 en Buenos Aires por Planeta, vuelve con uno nuevo, Crimen en el Barrio del Once, para la colección «Policiaca» de Siruela, anunciada también en portada como «El primer caso del comisario Lascano», una revelación que, si bien es común en las series narrativas, predispone la interpretación del desenlace de la historia.

Salvo un lenguaje que hace resaltar la prosa de la novela, las primeras páginas de Crimen en el Barrio del Once no prometen distanciarse mucho de las convenciones del género negro tradicional: un policía honrado en una sociedad corrupta, viudo de apenas unos meses y sin hijos, alcohólico, perseguido por los fantasmas de su pasado y con ciertas tendencias de izquierda en plena Junta Militar argentina. Todo apunta a que El Perro Lascano será un héroe triste y solitario más de la ficción policial, uno de esos personajes tópicos que se enfrentan a la maquinaria del terror de Estado y que nunca dicen una mentira, no sea que vayamos a creer que algo esconden o que son hipócritas.

Sin embargo, esta primera novela cumple con uno de los propósitos fundamentales de cualquier aventura que estrena (o que pretende estrenar) un ciclo narrativo: dotar de la fuerza dramática necesaria al personaje principal a fin de que resista, al menos, una o dos incursiones más dentro de la serialización deseada. En efecto, el método de trabajo de Lascano, sus reacciones y sus temores, son perfilados en Crimen en el Barrio del Once con resultados finales tan provechosos que, sin caer en el recurso efectista del cliffhanger, más de un lector desea conocer la siguiente investigación del comisario, en caso de que continúe trabajando para el cuerpo de policía bonaerense.

La segunda mitad de la década de los setenta trae para Lascano, buen policía pero honesto, el choque ético entre el ser y el deber ser. Al igual que sus colegas, es visto por la mayor parte de la población como un represor inculto y lumpen que se aprovecha de la pequeñísima fracción de poder depositada en una placa. Y aunque El Perro no es tal en la práctica, sí lo es por omisión: recoge cadáveres en las calles de la capital, con señales de tortura, jóvenes y adultos; tiene conocimiento de los recién nacidos arrebatados por los militares a las mujeres de la subversión; reconoce las señas que cada sección militar utiliza para ultrajar los cuerpos de los ejecutados y hasta el estilo peculiar de sus tiros de gracia. A pesar de saberlo Lascano se mantiene al margen de ello, pues el rango y el poder del ejército son muy superiores al de la policía como para que pueda externar algún reclamo.

Todo cambia cuando el comisario encuentra tres cuerpos lanzados a la orilla de una carretera. Dos son, efectivamente, de muchachos que identifica como miembros de la «subversión». El tercero, que no tiene las marcas de tortura ni el tiro de gracia del par de jóvenes, ha sido plantado en el sitio horas después. Esta primera hipótesis a la que asistimos es acertada, y de hecho el narrador nos ha referido el momento y el lugar de ese asesinato solitario que nada tiene que ver con el crimen militar que cobró la vida del par de «fusilados».

En una de las notas al pie de «Nombre falso», Ricardo Piglia asegura que «en toda buena novela policial, lo que está en juego no es la ley, sino el dinero (o mejor: la ley del dinero)». Independientemente de que la afirmación sea impugnable, sobre todo por su carácter generalizador, viene bastante a cuento para entender cómo Ernesto Mallo diseña el escenario de la primera aventura de su detective. Porque si bien la novela sucede en los setenta, no todo lo que está en juego se sitúa en el polo de la Junta Militar y la llamada subversión, aunque evidentemente el dramatismo de estos enfrentamientos, que sirven más bien de marco al asesinato principal de la historia, se ve acentuado por la tragedia que implica la normalización de la violencia, de la tortura y del acoso.

Lascano investiga a ese muerto cuya vestimenta no coincide con la de las víctimas jóvenes y al poco tiempo descubre la identidad del cadáver. Se trata de un rico prestamista de origen judío, avecindado en el barrio del Once. El dinero, pues, resulta el motivo del crimen, y la clase alta bonaerense, aparentemente fuera del espectro de la lucha entre los dos polos mencionados, se ve envuelta de manera directa en un crimen que saca a la luz los vínculos de la burguesía argentina con algunos de los individuos que ponen en marcha efectiva el aparato represor. En pocas palabras: al concentrarse en el homicidio de un usurero judío, crimen para el cual muchos se habrían ofrecido, el escenario de los años de la dictadura se vuelve muchísimo más abrumador, más irracional, omnisciente e ilimitado. A la frase de Piglia hay que añadir que, como en toda buena ficción policial, en Crimen en el Barrio del Once existe mucho dinero en juego, pero también muertes, suspense, culpables, víctimas y, sobre todo, historias que cuestionan la historias oficiales.

Para terminar: llama la atención la lectura que puede suscitar la frase que corona la página legal del libro consultado: «Este libro no puede ser distribuido en Latinoamérica». No es para nada extraño que la novela negra de América Latina se mueva por zonas oscuras de la política de la región; sin embargo, si por un momento suspendemos la convención de separar el texto literario de esa otra página conocida como legal, se puede interpretar como una amenaza, que en todo caso sería un muy buen gancho de mercadotecnia. Obviamente, se trata de una disposición editorial para evitar el coche de intereses dentro de un mismo territorio de mercado. Siruela reparte el libro en Europa y Planeta en América, cada editorial con un título distinto, aunque la razón de dicho cambio sea, consecuente con las pautas genéricas de la novela, bastante enigmática.

Acerca del autor

Héctor Fernando Vizcarra

Investigador del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Traductor literario. Secretario de redacción de la revista Literatura Mexicana. Co-coordinador del volumen…

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