GERARDO CRUZ-GRUNERTH. El fuego camina conmigo. México: Nitro/Press, 2014, 109 p.
El código que me atrajo a El fuego camina conmigo, desde que lo descubrí en el estante de la librería, se halla en el título y en sus elementos paratextuales evidentes (portada, ilustraciones de contracubierta y de interiores, diseño de los pies de página). Como admirador de David Lynch, basé mi pacto de lectura con el libro de Gerardo Cruz-Grunerth esperando encontrar los típicos elementos de la fanfiction, elementos que la distinguen de cualquier otro género narrativo: información secreta sobre el universo ficcional al que se asocia, hipótesis sobre el pasado y el futuro de los personajes, referencias específicas que el lector, en caso de estar familiarizado con el tema, puede descifrar. Pese a lo que asegura el texto de la contraportada, no se trata de una colección de cuentos que se nutran de «atmósferas de incertidumbre lyncheanas», sino de una recopilación de once relatos, en general de buena manufactura, que, en todo caso, se vinculan entre sí por un tratamiento de personajes (algunos de ellos, sí, influidos por el trabajo audiovisual de Lynch) que remite a las prácticas de la metaficción.
El cuento que inicia el volumen, «Bowie camina conmigo», es quizá el que mejor ilustra la apuesta del autor, y de paso justifica la elección del título del libro. Además del horizonte de expectativas que abre al evocar la enigmática frase «Fire walk with me», leitmotiv de la serie Twin Peaks (abc 1990-1991) y del filme-precuela (Ciby Pictures 1992), «Bowie…» aprovecha referentes de la cultura pop de la década de los noventa y los entrelaza por medio de saltos entre diversos planos ficcionales, llamados por Genette metalepsis, hasta hacer de las paradojas espaciales y temporales su modelo constructivo.
La complejidad del cuento no se halla, sin embargo, ni en su estructura ni en la conexión de sus fragmentos, sino en el reto que supone la codificación de los datos musicales y fílmicos que abundan en el texto. Aunque Cruz-Grunerth tiene el cuidado de revelar lo estrictamente necesario de la trama de Twin Peaks que está en el trasfondo de su texto —es decir, de jugarnos limpio a nosotros, sus lectores—, no cabe duda de que un lector ideal precisa estar al tanto de los pormenores de la serie televisiva y de la película, y además recordar la brevísima participación del músico David Bowie en el largometraje, quien interpreta a un agente del FBI desaparecido. Aunque el relato soporta una lectura autónoma, el desenlace, así como el desarrollo de la intriga subyacente, queda incompleto si el lector ignora la historia del asesinato de Laura Palmer, detonador de la pesquisa detectivesca en el pueblo de Twin Peaks. Lo dicho: para que la fanfiction (fiction transfuge, según el teórico Richard Saint-Gelais) logre ser resignificada, se requiere de un repertorio que enlace al lector o al espectador con el texto y, sobre todo, que lo haga partícipe activo de este último. De otra manera la complicidad, circunscrita a un entorno reducido, puede diluirse de forma irremediable.
El tema con mayor presencia en los cuentos del libro es la ruptura amorosa, y, por ende, la decepción. «Otra tarde que se va», «El muro de las lamentaciones», «Rogelio y Luz», «Sombra de tres días», «Adriana», son relatos que narran separaciones amorosas trágicas, definitivas y, casi sin excepción, de incómodas consecuencias mortales, predecibles a partir del segundo cuento en que se habla de rompimiento de pareja. «Sombra de tres días» escapa a esta tendencia y se sostiene como una de las mejores muestras del libro. Al igual que en una obra de Lynch con escenas lésbicas (Fire Walk with Me, Mulholland Drive), la historia transcurre de la emoción del escape de la opresiva vida familiar hacia la promesa de una vida en pareja; dos chicas que, en pocas horas, ven destruido su enamoramiento y sus ilusiones, todo ello narrado en un tono sosegado que contrasta con la ansiedad que se incrementa gradualmente desde que Tania y Maura huyen de sus respectivos hogares, sin el menor plan a corto plazo, hasta el abrupto rompimiento de la relación.
Más próximo a la ciencia ficción, «El cyborg de los Balcanes» relata la historia de un joven futbolista que, de niño, durante la guerra de la antigua Yugoslavia, fue herido en un bombardeo a su ciudad. Salvado por su padre, un científico que investiga las reconstrucciones cerebrales con apoyo de la cibernética, el chico se vuelve estrella del futbol ruso. El pasado bélico de su lugar de origen, sin embargo, lo sacude en uno de los momentos culminantes de su carrera deportiva, justo donde inicia el relato. Por último, otro texto sobresaliente, quizá el que se acerca más al tratamiento de personajes al estilo Lynch, es «Una mañana». Como en Lost Highway, como en Mulholland Drive, el autor recurre a la alternancia de una conciencia individual en dos personajes distintos, los dos de nombre Silvia, pero de nacionalidades diferentes; dicho recurso, bien ejecutado en el relato, enfatiza uno de los cuestionamientos de la metaficción: dónde termina el dominio del autor frente a su narración y frente a su protagonista, a la que, en este caso, interpela en boca de otro personaje:
«Sos la tinta de alguien que garabatea esta historia, una ficción con recuerdos de otras ficciones, una abstracción».
Con este relato en particular, Cruz-Grunerth efectúa ese cuestionamiento central en la narrativa autoconsciente: mostrar, de manera fidedigna, la aporía que implica distinguir la realidad de la ficcionalidad. Pues, como suele decirse en el pueblo de Twin Peaks a manera de advertencia, «the owls are not what they seem».
El fuego camina conmigo, publicado por la editorial mexicana independiente Nitro/Press y la editorial Ponciano Arriaga, fue reconocido en 2010 con mención honorífica en el Premio Nacional de Cuento Joven Comala.