HORACIO CASTELLANOS MOYA, Insensatez, Barcelona: Tusquets editores (colección andanzas), 2004, 155 pp.
Los muertos están cada día más indóciles.
Antes era fácil con ellos:
les dábamos un cuello duro una flor
loábamos sus nombres en una larga lista:
que los recintos de la patria
que las sombras notables
que el mármol monstruoso.
[…] Pero qué va
los muertos
son otros desde entonces.
Hoy se ponen irónicos
preguntan.
Me parece que caen en la cuenta
de ser cada vez más la mayoría!
Roque Dalton, “El descanso del guerrero”
Violenta. Descarnada. Controversial. Son las denominaciones al uso para calificar la escritura de Horacio Castellanos Moya (Tegucigalpa, 1957). Los adjetivos, hay que admitirlo, no son gratuitos: en las novelas y cuentos del autor hondureño-salvadoreño (afincado desde niño en este último país y donde se sitúan la mayoría de sus narraciones) abundan anécdotas terribles, vinculadas siempre a las tribulaciones políticas que, durante casi doce años, asolaron —y aún lo hacen, a pesar de los Acuerdos de Paz firmados en 1992— al “Pulgarcito” de América Latina. La polémica parece, de igual manera, adherida a la propia imagen de Castellanos Moya: la aparición, primero, de La diáspora (1989) y luego, de El asco. Thomas Bernhard en San Salvador (1997) generó tal escozor que se vio obligado a huir del país para refugiarse en México y, más tarde, en Guatemala, Alemania y Estados Unidos.