El volumen posee un rasgo que es anunciado desde el título y que destacan, tanto el prologador, Firbas en “Prólogo. La conversación y sus formas”, como el mismo autor en su nota inicial: el libro está conformado no por una serie de entrevistas con preguntas y respuestas que busquen la concesión, sino por un entorno dialógico que más tiene que ver con la conversación, con la digresión, la charla ocasional pero también con la cátedra en el aula universitaria. Así, el lector se anexa a esta interacción y tiene acceso a una exposición de la poética de Piglia de viva voz.
La primera entrevista se titula “Tiempo de lectura”. Se trata de una conversación en la Biblioteca Nacional de Argentina, la cual parte del lector como elemento primordial de la comunicación literaria. Además, se anexa el cuestionamiento de la tecnología y su impacto en la escritura y en la lectura. Por otra parte, se plantea la manera en que las innovaciones como la Web aceleran el encuentro con el lector y la proliferación de contenidos textuales. Ahí, Piglia advierte sobre la desmaterialización literaria, al trascender el soporte del libro; las cuales poseían un antecedentes en el cut-up de Burroughs, “el lector salteado” de Macedonio Fernández, la cercanía en los mundos de Jorge Luis Borges y el cibermundo.
En “Modos de narrar” Piglia parte del pretexto del juego de las humanidades en el mundo actual para abrir camino hacia la pregunta sobre los usos del lenguaje. De ahí surge la afirmación de que en un sentido todos somos narradores, aunque la labor del narrador sea tal que incorpore una cierta emoción al receptor. Por otra parte, pone en juego la idea de la idea como testimonio y su valor social, luego que la literatura puede volver sobre una historia que ha sido borrada, para así nombrar lo oculto y reconstruir una realidad ausente. En esta conversación aparece también la noción que da título al libro “la forma inicial”, que consiste en la narración del primer relato, un relato del que surgen el resto de estos, y transfiere culturalmente formas de narrar.
“En Santa María no pasaba nada. Sobre Juan Carlos Onetti”, la obra de dicho autor está en el centro de la tercera conversación. Se trata de una serie de reflexiones de Piglia en cuanto a la estética de Onetti (de quien Piglia ha escrito el guión cinematográfico de El astillero); además, destaca el constante uso de Onetti de la nouvelle. Este género, dice el argentino, se emparenta con el cuento: “el cuento contado muchas veces […] Se organiza sobre un núcleo que nunca se explica, que habitualmente es un secreto que hay en el texto y sirve para atar las historias” (54). Más aún, Piglia ve a Onetti como un cruce entre la obra de Artl y Borges; al mismo tiempo, distingue el vínculo del nouvelle en autores como Julio Cortázar y la que para él es una nouvelle, El perseguidor. Esta preocupación sobre la nouvelle también es planteada en la última entrevista del libro “Secreto y narración”, donde abunda sobre la nouvelle como género, el cual es precisado como un hipercuento, “una versión condensada de cuentos múltiples que se van anudando en una historia que, sin embargo, no se disgrega, porque se ata en un punto oscuro” (242). “Aspectos de la nouvelle” aborda dicho género en el cual distingue a escritores como Conrad, Henry James, Rulfo, Scott Fitzgerald, Onetti y José Bianco. Bajo este término francés, Piglia encuentra tonos narrativos diferentes, como el desligue con la oposición verdad-falsedad para preferir la relación entre verdad y secreto; lo que no está narrado y ha de interpretarse es lo que articula la estructura de este género.