Sonja Stajnfeld, Verdad y nacionalismo según Honorio Bustos Domecq y Benito Suárez Lynch, UNAM, 2017.
Sonja Stajnfeld, Verdad y nacionalismo según Honorio Bustos Domecq y Benito Suárez Lynch, UNAM, 2017.
Aunque Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares han sido objeto de innumerables estudios, son pocos los que se abocan a su producción conjunta —más allá de las conocidas relaciones personales entre ambos, y menos aún los que vinculan comparativamente a Honorio Bustos Domecq con Benito Suárez Lynch a través del personaje-detective Isidro Parodi. En el libro de Stajnfeld, publicado en la colección “Hojas de Filología” del Instituto de Investigaciones Filológicas-UNAM, se deja claro desde el inicio las dos vetas de su aproximación analítica: por un lado, la verdad como elemento primordial de la ficción detectivesca reproducida (paródicamente) en los dos libros estudiados —Seis problemas para don Isidro Parodi (1942) y Un modelo para la muerte (1946)—, y, por otro, el concepto de nacionalismo a la luz de un contexto histórico y geográfico determinado. En consecuencia, el principal aporte general del libro radica en la lectura crítica actualizada de la producción no canónica de Borges y Bioy con herramientas teóricas de la modernidad tardía, sin sobreinterpretar ni forzar los textos, lo cual reditúa en un análisis novedoso en diversos ámbitos de los estudios literarios: 1) literatura latinoamericana; 2) conformación del canon nacional; 3) novela policial; 4) representación de la otredad en la literatura argentina; 5) ethos lúdico en la narrativa.
La investigación está dividida en dos partes principales, ambos ejes de la propuesta, precedidos por el texto titulado “El marco de la verdad y el nacionalismo”, que opera a modo de introducción; verdad y nacionalismo, categorías abstractas, subyacen en los cuentos en forma de motivos “específicos e identificables” (21) ligados por medio de la ironía, mientras que el entramado detectivesco es, a decir de la autora, la vía por la cual brotan dichas nociones, si bien la ejecución de la estructura canónica del relato policial también acuse, de manera evidente, la carga irónica que suele identificar la obra escrita a cuatro manos por los dos escritores argentinos.
Del primer apartado, destaca el desarrollo de la idea de “verdad de orden múltiple” que permite a Sonja Stajnfeld exponer sistemáticamente un modelo-esquema analítico sobre la estética de la condición de verdad. En el campo de la repercusión ética, aunque se emplea como referente a Paul Ricœur, da la impresión de que el análisis y la fundamentación para su mención son revisadas con poca profundidad, sobre todo porque podrían ser aprovechadas al centrarse en la problemática formal del plagio dentro de las instancias de la narración (narradores, intertextos, veredictos de los personajes). Por otro lado, en cuanto a las líneas analíticas sobre los “caminos de la verdad” en Seis problemas para don Isidro Parodi y Un modelo para la muerte, la lectura sincrónica de la autora logra abarcar, desde distintos enfoques teóricos, una de las problemáticas que están en el centro de la narrativa policial, y pone de manifiesto una de sus mayores contribuciones: la diferenciación (o probable evolución) del personaje Isidro Parodi, primero como detective infalible (Seis problemas…) y luego como detective imposibilitado para llegar a la verdad (Un modelo…); así, la instancia mediadora del narrador es fundamental para la construcción de la noción de verdad en los relatos de corte detectivesco o, en palabras de Stajnfeld: “La dificultad o facilidad para acceder a la verdad depende del narrador que la posee y de la manera en la que manipula su manifestación, por lo que este criterio está estrechamente relacionado con el primero” (69); es decir, si el narrador detenta la verdad, ¿cómo enunciarla sin perder el enigma y, con ello, la tensión dramática? Y, en términos epistemológicos, ¿cómo revelarla para que cobren sentido más allá del juego de una adivinanza? Para responder ambas preguntas, Stajnfeld propone, en resumen, que las declaraciones de la verdad, sea cual sea el método, revelan y describen la ideología dominante del contexto en que se escribieron los textos. Afirmación que puede parecer obvia y acaso prescriptiva, pero que adquiere dimensiones filosóficas en tanto que estos cuentos han sido recibidos, la mayor parte de las veces, como el resultado de un divertimento marginal por parte de dos autores canónicos. Por último, dentro de este primer segmento, es interesante la propuesta de la autora sobre la tensión “el Uno-el Otro”, adaptado de la terminología musicológica (‘Contrapunto: Concordancia armoniosa de voces contrapuestas’, según el DRAE); sin embargo, me parece que habría requerido de una argumentación clarificadora desde el texto preliminar a fin de ser explotada a cabalidad en el cuerpo analítico.
Bajo la misma estrategia de lectura sincrónica en ambas colecciones de cuentos, Stajnfeld procede a examinar el tema del nacionalismo. Para ello recurre a autores clásicos de los estudios culturales para distinguir los rasgos nacionalistas en las obras. Llama la atención que, pese al empleo de bibliografía clásica sobre el asunto (Anderson, Hobsbawm), no se acuda a algunos textos esenciales sobre colonialismo y pensamiento decolonial, que habrían aportado mayor riqueza al análisis (aunque evidentemente se correría el riesgo de extender demasiado el marco teórico) debido a la situación específica de las obras analizadas. En esta segunda sección, Stajnfeld disecciona las peculiaridades de los personajes, sobre todo aquellas características llevadas al extremo de la artificialidad, para ofrecernos su lectura del nacionalismo en Seis problemas… y Un modelo… Además de los hábitos propios de cada personaje (según los estereotipos de la época), el texto logra adentrarse en las características del lenguaje pues, más allá de consignar un repertorio lingüístico, Stajnfeld elabora un estudio sobre la praxis de la lengua hablada, y recurre de modo afortunado (sin caer en la falacia intencional) a la polémica entre Américo Castro y Jorge Luis Borges sobre el idioma de los argentinos y sus enfoques prescriptivo y descriptivo, respectivamente: “Aparte de la absurda recopilación de palabras para imponer el idioma criollo correcto que hay que hablar, se infiere que ésta es fútil ya que el leguaje oral, como ‘materia viva’, no puede ser prescrito” (105).
La investigación continúa con un subapartado donde se analizan específicamente cuatro personajes de varios orígenes (Frogman, criollo-indio; Montenegro, criollo aristócrata; Le Fanu, extranjero o criollo apócrifo; Shu T’sun, oriental) y la manera en que son representados y descritos por los distintos partícipes de la ficción, incluyendo los narradores. En dichos retratos de la xenofobia, en especial del antisemitismo, se resaltan la paranoia y el miedo a la invasión presentes en una sociedad profundamente tradicionalista e insegura de sí: “Un subgrupo de la xenofobia es el antisemitismo, el cual, entre otros factores, ha servido al mundo occidental para la constitución de los grupos étnicos a través de las masas que se volvían nacionalmente conscientes” (121), que se percibe claramente en la actitud de los personajes Montenegro (Seis problemas…), Ladislao Barreiro y Monseñor De Gubernatis (Un modelo…) frente a los judíos Goliadkin y Kuno Fingermann. Como respuesta a dicha tendencia, Stajnfeld cierra el capítulo con una perspectiva acerca de lo lúdico del nacionalismo, “el nacionalismo como juego”, lo cual se justifica toda vez que, a lo largo de la investigación, se ha señalado a la parodia lúdica (Hutcheon) como base constructiva de ambas obras estudiadas.
Cabe mencionar, por último, que Verdad y nacionalismo según Honorio Bustos Domecq y Benito Suárez Lynch es producto de la investigación posdoctoral realizada por la autora en el Instituto que lo publica, y que cumple con su propósito de invitar a la lectura o relectura de ambas obras de la dupla argentina. Y con ello, como afirma Sonja Stajnfeld dirigiéndose al lector o lectora del libro, a “encontrar los aspectos que la/lo encaminarán hacia su propia verdad, ya sea múltiple o unívoca” (25).
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