Portada de Detrás del vidrio, Sergio Schmucler

Imprimir Entrada

Con cada canción un compañero desaparece: Detrás del vidrio, de Sergio Schmucler

Schmucler, Sergio. Detrás del vidrio. México: Era, 2000.

Hablar sobre el exilio es una necesidad que día a día toma mayor importancia, lo que se puede que decir sobre esta experiencia es algo íntimo y subjetivo que posteriormente se vuelve colectivo y transfronterizo. Frecuentemente la realidad nos muestra que las fronteras son uno de los mecanismos de control más artificiales que existen, si bien efectivos para el poder. No obstante, el desplazamiento territorial de grupos sociales está ligado a la historia de la humanidad desde sus inicios, siempre relacionado con una fuerza vital de supervivencia.

Sin embargo, en la historia reciente, ha habido etapas en las que los desplazamientos han sido por motivos políticos y mucho más violentos de lo que ya significa, en sí mismo, el abandonar un espacio en el que se han tendido vínculos comunitarios, culturales, laborales, familiares, etc. El libro de Sergio Schmucler, Detrás del vidrio (2000), publicado por la editorial Era, forma parte de ésta necesidad imprescindible por narrar la experiencia del exilio argentino en clave ficcional y por cuestionar fuertemente el pasado violento que expulsó a miles de personas en los años 70 y 80 del siglo xx.

Portada de Detrás del vidrio, Sergio Schmucler

Esta es la primera novela de Sergio Schmucler, escritor y cineasta argentino; quien, en proyectos posteriores, volverá a explorar este tema al haberlo vivido en carne propia, como lo demuestran algunos de sus trabajos, entre los que destacan el documental Exilios (1996) o a su segunda novela El guardián de la calle Ámsterdam (2014).

Detrás del vidrio  narra la historia de Abel, un chico argentino de diecisiete años, quien tiene que salir de su país rumbo a México en 1976 debido a que su vida corre peligro por ser militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) en plena dictadura militar. El protagonista es acogido por la comunidad de exiliados en México, aunque debe enfrentarse por sí mismo al trauma del exilio atravesado por una serie de decisiones que le son imposibles de tomar.

Es importante recordar que la UES fue una de las organizaciones estudiantiles por medio de la cual se podía ingresar a la organización guerrillera Montoneros. Lo anterior ubica al lector frente a una de los problemas menos estudiados sobre el tema, concretamente, el exilio adolescente. Aunque la literatura del exilio es abundante, poco se ha hablado del exilio de los militantes menores de edad que debieron huir para salvar sus vidas, muchos de ellos sin sus padres, pues no ocupaban puestos de mando dentro de las organizaciones guerrilleras. A diferencia de las cúpulas que contaron con una red de contactos y protección organizacional al exiliarse, los adolescentes militantes no fueron del todo protegidos y debieron procurarse sus propios medios para salir de su país y establecerse en algún lugar hasta que las condiciones fueran óptimas para volver (en caso de que así lo decidieran). El exilio adolescente fue uno de los eslabones más vulnerables dentro de las organizaciones de izquierda que, sin embargo, sostenía al resto de la estructura (con los mismos riesgos de represión que el resto).

Sergio Schmucler. Fuente: La Voz

Por otro lado, Pablo, el hermano mayor de Abel, decide abrazar la causa revolucionaria, quedándose a vivir en Argentina y pasa a la clandestinidad. Este hecho pone sobre la mesa la dicotomía exiliado/desaparecido, pues tiempo después de que Abel se ha marchado deja de tener noticias sobre su hermano. Durante muchos años los exiliados fueron acusados de haber sido los causantes de la violencia y de haber huido en el momento más crítico, dejando tras de sí una ola de represión y aniquilamiento no sólo contra las organizaciones guerrilleras, sino contra la población en general: terrorismo de Estado. Una de las aseveraciones del gobierno militar a finales de la década de los años 70 y principios de los 80 consistía en acusar a los exiliados de ser “antiargentinos viviendo plácidamente en el extranjero”, pues interpretaban sus esfuerzos de denuncia internacional como campañas de desprestigio para el país. Tuvieron que pasar varias décadas para que se les pudiera dar a los exiliados el reconocimiento necesario como víctimas de la dictadura.

Así mismo, la figura del desaparecido pasó a ser una bandera de lucha para los reclamos de justicia en los países sudamericanos. En la novela de Schmucler esta dicotomía se enfrenta al interior de una misma familia, la desaparición de Pablo, y de algunos amigos, se convierte en una terrible angustia para Abel quien intenta, sin éxito, llevar una vida normal en la Ciudad de México. La novela da cuenta de la angustia y la culpa del protagonista al saberse a salvo mientras toda una generación, y con ella una forma de vida, parece extinguirse a la distancia. Mientras ensaya guitarra con un amigo al que le acaban de dar la noticia del asesinato de su hermano, Abel afirma:

Vení Roble, mejor sigamos cantando porque si dejamos de cantar se mueren otros o mejor ya no cantemos nunca más Robledo, porque es al revés y con cada canción […] un compañero desaparece, cada barrio nuevo que conocemos, Robledo, ya no salgamos más, no quiero que conozcamos nada más […], Coyoacán es un fusilado, Mixcoac un desaparecido; si vamos al Zócalo un compañero va a cantar la dirección de otro compañero […]. Joaquín dijo que te mataron a Hugo, porque no sabe que somos nosotros los que matamos a los que se quedaron en Córdoba, Roble, por andar cantando y conociendo esta ciudad. (Schmucler, 2000, 139-140)

Abel intenta sobreponerse al sentimiento de culpa por estar lejos de su casa y busca llevar una vida normal, consigue un trabajo como bibliotecario, intenta iniciar una relación, se reúne con la comunidad de exiliados argentinos y se debate entre las ansias por volver a su país (aún en dictadura) o buscar más responsabilidades y vínculos con México para quedarse. En plena etapa de adolescencia ansía definir su personalidad y su rumbo a futuro, dejando ver que, tal vez, nunca decidió razonadamente volverse militante, pues muchas de sus acciones fueron influidas por su hermano y por el entorno politizado que lo rodeaba: “No sé si fue que nunca me tomé con total seriedad la militancia o era que había ideas con las que cada vez estaba más en desacuerdo, pero siempre me sentí como caminando en la cuerda floja” (42). La música que escuchaba, las personas a quienes frecuentaba, su forma de vestir y comportarse, todo su universo se regía por la militancia, sin embargo, en el exilio el contexto es muy diferente, cuenta con una relativa tranquilidad que le permite replantear su pasado y tomar ciertas decisiones vitales.

Imagen para la exposición “México, Ciudad Refugio. A 40 años del exilio argentino”

Se puede concebir  la narración de este libro como un collage lleno de recuerdos, pues su entramado es fragmentario y multiforme. Está conformado de fragmentos escritos por Abel, cartas tomadas “del portafolio negro” (el lugar donde el protagonista guarda sus papeles más íntimos) y entradas de un diario de viaje  que van de 1976 a 1983. En medio también se hallan poemas; listas de cosas por hacer, objetivos por cumplir y lugares que visitar; el curriculum vitae de “un revolucionario secundario, argentino montonero”; pensamientos vagos y, en general, un cúmulo de memorias interrelacionadas que intentan dar cuenta de las preocupaciones y vivencias de un adolescente lejos de casa que reflexiona sobre su pasado y, al mismo tiempo, de un adolescente que pondera su presente y su futuro.

Autor: Mike Esperanza Instagram: @esp_bymike

Finalmente, se puede afirmar que el título del libro refleja directamente la situación que vive Abel durante su exilio. Desde el inicio el protagonista se encuentra en la sala de espera del aeropuerto de Ezeiza observando cómo sus padres lo despiden, él parece ser ajeno a la situación, observa todo Detrás del vidrio. Es ahí donde se quedará buena parte de la historia, detrás de un artefacto transparente que refleja imágenes borrosas y sugerentes (sus recuerdos). Al estar detrás del vidrio (en el exilio), el tiempo transcurre de forma dislocada y fragmentaria entre el presente, el pasado y el futuro; entre la supervivencia, la memoria y los planes para su nueva vida. El vidrio permite ver lo que hay al otro lado, pero es un obstáculo físico que evita interactuar con ello; puede ser una protección, como el exilio que le salva la vida, pero también es una barrera de contención y una cárcel de cristal.

Abel debe comprender lo que ocurre del otro lado para no quedar encerrado en su propia trampa. No hay respuestas correctas en los cuestionamientos que se construyen desde el exilio, únicamente decisiones que deben ser afrontadas. Detrás del vidrio conjuga los conflictos de la violencia, la memoria y el exilio con los del desamparo, la incertidumbre y el aprendizaje de un adolescente militante, dando como resultado una novela relevante para la historia de la literatura latinoamericana.

.

Acerca del autor

Ulises Valderrama Abad

Egresado de las licenciaturas en Informática y Letras Hispánicas en la UNAM, estudió la maestría en Letras Latinoamericanas, también en la UNAM, con una tesis sobre las obras de Mempo Giardinelli escritas en México. Sus principales líneas de investigación giran en torno a la memoria y la violencia en la narrativa argentina, literatura policiaca y revistas culturales latinoamericanas (dictadura y post-dictadura argentina). Es difusor cultural en la zona sur de la Ciudad de México y actualmente se encuentra estudiando el doctorado en Estudios Latinoamericanos, con un proyecto sobre novela del exilio argentino en México.

Compartir en redes