Asamblea de exiliados argentinos en México. Fuente: La Tinta

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La “tradición” del exilio argentino. Notas para una propuesta de estudio literario.

Los conceptos y, sobre todo, las prácticas del destierro y el exilio han estado presentes a lo largo de la historia de América Latina, desde la formación de los estados nacionales hasta la historia reciente, por lo cual podríamos hablar de una “tradición” de poco más de doscientos años encargada de regular las esferas públicas.

Luis Róniger, estudioso del tema, hace una distinción entre varias categorías relacionadas con el desplazamiento de sujetos a través de las fronteras políticas. La primer noción de la que parte es la de destierro, la cual hace alusión al “desgarramiento del individuo de su territorio patrio”.1 Ésta es la categoría más general y puede subdividirse en dos: exilio y expatriación. El primero de estos conceptos hace referencia a la salida forzada de un individuo de la que considera su patria, debido, casi siempre, a una persecución que pone en riesgo su vida; mientras que la expatriación es una variante en la que las personas tienen mayor control sobre la decisión de abandonar su hogar; en teoría, puede decidir el cuándo y el cómo, aunque las posibilidades con las que cuente sean muy reducidas. La observación fundamental de Roniger respecto al exilio es que éste: “[…] es un mecanismo de exclusión institucional destinado a revocar el pleno uso de los derechos de ciudadanía y más aún, prevenir la participación del exiliado/a en la arena política nacional”.2 Como se podrá advertir, la diferencia entre ambos fenómenos recae en la posibilidad de tomar la decisión, o no, de salir de la patria por cuenta propia, sin que dependa de ello el salvar la vida.

Asamblea de exiliados argentinos en México. Fuente: La Tinta

El exiliado sale de su patria y queda suspendido en algún lugar a la espera de que las condiciones políticas que lo echaron cambien. Esta prohibición de retorno marca los términos en los que concibe su relación con la vida, la sociedad y el mundo que lo rodea en un momento dado. Sin embargo, una vez fuera del territorio nacional, el exiliado no es considerado un interlocutor válido para los gobernantes, pierde toda capacidad de “diálogo”, a la vez que deja de tener injerencia sobre su país y sobre el país de acogida.

Por lo anterior podemos entender que, si bien el concepto de destierro tiene una raíz más antigua y es más abarcador, puede ser utilizado como sinónimo de exilio, pues ambos hacen referencia a la salida obligada de una persona de la que considera su patria.

En América Latina este fenómeno se convirtió en una práctica normalizada de hacer política, y de sufrirla, para la que los gobernantes, estadistas, diplomáticos y líderes sociales han debido prepararse. En el caso concreto de Argentina, durante la época del rosismo (1829-1852), era común escuchar que cualquier opositor al régimen quedaba a la deriva de los tres “erros”: el encierro, el destierro o el entierro.3 Lo que coloca históricamente al exilio al mismo nivel que las ejecuciones y los encarcelamientos extrajudiciales como dispositivo de control social. En cambio, para el siglo XX baste recordar dos ejemplos emblemáticos, el primero de ellos, el exilio de Juan Domingo Perón en España entre 1955 y 1973, después de haber sido derrocado de la presidencia, y la diáspora masiva de miles de personas que salieron de Argentina poco antes y durante la última dictadura militar (1976-1983), la gran mayoría de ellos por haber sido opositores del régimen castrense.

Julio Cortázar. Divide su novela Rayuela en tres espacios Fuente: Cultura Colectiva

Una vez abordados estos conceptos podemos entender por qué el exilio ha sido un tema tan recurrente en la literatura argentina, al punto de haberse convertido en una “tradición”. Al hacer un recuento de su historia literaria, es común resaltar que el Facundo, de Faustino Sarmiento, fue escrito en el exilio y que el Martín Fierro, de José Hernández, trata la historia de un gaucho desterrado. En este sentido, no podemos pasar por alto que una de las obras cumbre de la literatura argentina del siglo XX, Rayuela, de Julio Cortázar, está dividida en tres partes que conforman una marcada distinción espacial: “Del lado de allá”, “Del lado de acá” y “De otros lados”. Siendo especialmente significativa la primera de ellas, la que transcurre en París, en donde el deíctico “allá” denota la condición de extranjería que Cortázar nunca dejó de sentir.

Juan José Saer refuerza esta idea diciendo que: “en la Argentina el exilio de los hombres de letras […] es casi una tradición. Toda la literatura argentina del siglo XIX ha sido escrita por exiliados”.4  Lo cual es una clara muestra de que en el país sudamericano, y en todos los países de América Latina, la situación de los escritores es “problemática” e “incierta”.

Esto se puso de manifiesto con mayor claridad durante la última dictadura militar Argentina, en la cual, como ya hemos esbozado, muchos intelectuales debieron escapar de su país para salvar sus vidas, algunos siguiendo una ruta contraria a la que sus antepasados migrantes habían tenido que transitar para echar raíces en América. La literatura escrita durante este periodo de exilio conformó un corpus muy vasto, más diverso que uniforme, en el que quedaron marcadas las preocupaciones y momentos de dificultad que debieron vivir gran cantidad de argentinos.

La lengua fue un espacio simbólico imprescindible durante este periodo a la que los exiliados se aferraron para intentar reconstruir su nacionalidad fragmentada. Frente a la aparente parálisis que significaba el destierro, muchos escritores vieron la posibilidad de acción, cambio y renovación en el campo literario, un espacio simbólico que no se ciñe necesariamente a ninguna frontera política y que, por el contrario, es trasnacional y multicultural. Para muchos escritores argentinos que se exiliaron dentro de América Latina la lengua se convirtió en una patria habitable y con la cual identificarse, ampliando su visión del mundo y llevándose a cabo un proceso que Jorge Luis Bernetti y Mempo Giardinelli dieron en llamar la “desprovincialización de los argentinos”.5 Acerca de esto, Tununa Mercado observa:

En ese vagabundeo por el mundo que no fue una elección aunque a la larga podría demostrarse que lo era por instinto de vida, sino que fue el efecto de circunstancias políticas adversas, lo que se plasmó y arraigó en realidad fue la lengua, principal condensadora de la escritura. La lengua en que escribo, el español, es porosa, no se abroquela detrás de una coraza purista, sino que deja circular en su interior partículas que la han penetrado en los sitios en que le tocó convivir con otras culturas en español, especialmente en México.6

Por lo tanto, podemos decir que el exilio deja una huella imborrable en la creación de los escritores, convirtiéndose en la preocupación principal para muchos de ellos. Sin embargo, esto trae consigo una toma de postura necesaria respecto a una serie de problemáticas que quedan asentadas como tópicos dentro de la literatura del exilio.

Juan Domingo Perón, durante su exilio en Madrid. Fuente: Agente Provocador.

En primer lugar, al estar los escritores descentrados del contexto cultural al que pertenecen, surgen un cúmulo de cuestionamientos vitales que muchas veces son el centro de la escritura misma, algunas de estas preguntas son ¿sobre qué escribir? ¿En qué registro lingüístico hacerlo, en el argentino o en el mexicano? ¿En ambos? ¿Para qué y para quién escribir? Y sobre todo, se busca encontrar respuesta a una serie de preguntas relacionadas con su salida de Argentina ¿Por qué fueron echados de su patria con un grado de violencia inusitado? Y… ¿por qué fueron asesinados, encarcelados o desaparecidos amigos, vecinos y familiares? De esta forma, muchos de los textos producidos fuera de Argentina constituyen una reflexión profunda, y a veces tardía, sobre la propia condición del ser exiliado.

Por otro lado, la conceptualización del tiempo y el espacio es otro de los temas recurrentes. Los cruces entre planos temporales y espaciales están muy presentes en esta literatura, muchos de los personajes se encuentran atrapados en una especie de Limbo,7 en donde se reconoce el trauma de haber tenido que llevar a cabo un desplazamiento territorial forzado, el cual deja una marca temporal imborrable. Tras el exilio todo se divide en un antes y un después, utilizando casi exclusivamente el presente para recordar o proyectar a futuro. El antes está lleno de nostalgias y añoranzas de la vida en Argentina, muchas veces idealizadas por la distancia. En este espacio imaginario resurgen viejos recuerdos generalmente asociados a la infancia y a la juventud, pero con ellos también vuelven imágenes de la violencia y la represión, previo a y durante la dictadura. Mientras que el después es lo desconocido, la llegada a la tierra de acogida en donde se ponen a prueba las capacidades de adaptación y supervivencia de cada personaje, son las nuevas amistades, trabajo y estilo de vida, alejados de los viejos amigos y familiares, pero con la ventaja de poder desarrollarse en relativa libertad.

José Luis de Diego,8 en la Historia crítica de la literatura argentina, nos brinda otra serie de características que guían los hilos narrativos de la literatura del exilio. Entre ellas encontramos un proceso de modificación de los personajes llevado a cabo por su convivencia con el país de acogida, lo cual significa que el entorno modifica a los personajes en mayor o menor medida; otra característica se refiere a la redefinición del campo artístico y cultural de los personajes alejados de su contexto natural, es decir, sus referentes culturales se amplían y entran en contacto con un nuevo conocimiento del mundo.

De igual forma, el extrañamiento frente a lo nuevo aparece con insistencia en estos textos, lo cual alude a formas distintas de socializar en el país de acogida, a los alimentos desconocidos, a las palabras propias del lugar, las artesanías y a todo aquello con lo que antes no se habían relacionado. En cuarto lugar tenemos una tendencia a reinterpretar el pasado y denunciar a los causantes de su destierro, esto debido a que al estar viviendo en un nuevo sitio, con mayor seguridad y tiempo, los personajes llevan a cabo una reflexión profunda del pasado en la que elaboran una relectura de su historia y una crítica tanto de los causantes de su destierro como de sí mismos. Finalmente uno de los tópicos más recurrentes es el de la pérdida, el cual encontramos como una reiterada lamentación de los personajes hacia los objetos personales extraviados, las personas conocidas, el país de nacimiento y el tiempo que llevan fuera de casa.

Noé Jitrik. Escritor exiliado en México Fuente: El Universal

Respecto a esto, Noé Jitrik hace especial énfasis en el tema de la pérdida, todo aquello que se abandona y de lo que el exiliado debe despojarse:

Este es un tema del exilio: la pérdida, aquello de que nos despojaron; nos despojaron de un lugar, nos despojaron de una historia, nos apartaron de lo nuevo que surgía, pero también de la cama, de la vajilla y de tantas otras infinitas nimiedades, nos obligaron a inventarnos un nuevo interés por las cosas cuando pensábamos que nuestro interés por las cosas poseía ya una forma definitiva.9

A grandes rasgos, estos son algunos de los tópicos que encontramos en la literatura del exilio, una categoría profundamente relacionada con la creación literaria argentina desde sus inicios y que es especialmente fructífera si la analizamos detalladamente, puesto que podemos relacionarla con la historia, la economía, la sociedad, la política, los medios masivos de comunicación, etc. Los temas aquí abordados pretenden constituir una propuesta de estudio de las obras enmarcadas por el exilio. Por supuesto, habrá que reconocer y considerar, llegado el caso, las particularidades de cada obra y de lo que componen en su conjunto, pues cada experiencia de destierro colectivo conforma un caso en específico.

Bibliografìa

Bernetti, Jorge Luis y Giardinelli, Mempo. México: el exilio que hemos vivido. Memoria del exilio argentino en México durante la dictadura, 1976-1983. Argentina: Universidad Nacional de Quilmes, 2003.

Diego, José Luís de. “Relatos atravesados por los exilios” en Historia crítica de la literatura argentina, vol. 11. – La narración gana la partida. Elsa Ducaroff (coord.). Buenos Aires: Emecé, 2000.

Jitrik, Noé, Limbo. México: Era, 1989.

Jitrik, Noé. “La literatura del exilio en México (aproximaciones)” en Karl Kohut y Andrea Pagni (comps.), La literatura argentina hoy. De la dictadura a la democracia. Frankfurt: Vervuert, 1989.

Luna, Félix. Historia general de la Argentina, volumen 5. Buenos Aires: Planeta, 1995.

Mercado, Tununa. “Escritura y exilio” en Literatura argentina. Perspectivas de fin de siglo, María Celia Vázquez y Sergio Pastormerlo (comps.). Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires, 2002.

Roniger, Luis. Destierro y exilio en América Latina. Buenos Aires: Eudeba, 2014.

Saer, Juan José. El concepto de ficción. Buenos Aires: Seix Barral, 2014.

Acerca del autor

Ulises Valderrama Abad

Egresado de las licenciaturas en Informática y Letras Hispánicas en la UNAM, estudió la maestría en Letras Latinoamericanas, también en la UNAM, con una tesis sobre las obras de Mempo Giardinelli escritas en México. Sus principales líneas de investigación giran en torno a la memoria y la violencia en la narrativa argentina, literatura policiaca y revistas culturales latinoamericanas (dictadura y post-dictadura argentina). Es difusor cultural en la zona sur de la Ciudad de México y actualmente se encuentra estudiando el doctorado en Estudios Latinoamericanos, en la UNAM, con un proyecto sobre novela del exilio argentino en México.

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Notas al pie:

  1.  Roniger, Destierro y exilio en América Latina, p. 19
  2. Ìdem, p. 10.
  3. Félix Luna, Historia general de la Argentina, pp. 202.
  4.  Juan José Saer “Exilio y literatura” en El concepto de ficción, p. 268.
  5. Término tomado de Jorge Luís Bernetti y Mempo Giardinelli, en el libro México, el exilio que hemos vivido.
  6. Tununa Mercado, “Escritura y exilio”, p. 121.
  7. Haciendo alusión a la novela de Noé Jitrik que lleva este nombre. Noé Jitrik, Limbo. México: Era, 1989.
  8.  José Luís de Diego, “Relatos atravesados por los exilios”, p. 440.
  9. Noé Jitrik, “La literatura del exilio en México (aproximaciones)”, p. 166.