En cuanto a los géneros literarios, la novela es mayoría en la Biblioteca mínima. La justificación se encuentra en que el género extenso va dirigido a un público más amplio, lo que da verosimilitud a la composición del catálogo de Arteaga. Además, la novela es el género más comercial y por ende el más rentable para las editoriales, pues se publica el libro que garantice ingresos. Por lo que la predilección por el género de la novela es coherente con el homenaje editorial anunciado desde un inicio. En el Diccionario de Estudios Culturales se dice que el canon “remite a un espacio que institucionaliza, o bien, a una lista que conglomera para intentar fijar ciertas normas o valores en un campo cultural” (50). La Biblioteca de Alejandro Arteaga precisamente conglomera al género canónico y hace uso de los elementos reconocibles y reiterativos de una posible biblioteca personal, de tal manera que los lectores podemos identificar (nos) nuestros objetos bibliográficos, no en títulos homónimos, pero sí en gustos de tipos editoriales. La ausencia del género de la minificción en la Biblioteca va de la mano con la falta de editoriales que apuesten por su publicación y coincide con que el 2019 sea el primer año que el INBAL dedique un premio a esta forma de escritura.
El homenaje editorial, como se nombra en la solapa de la obra, se conforma de un pastiche donde la base tipográfica debe ser un elemento en común entre la obra y el lector y por tanto una copia. Pero la conformación de los textos también se basa en los discursos habituales de resumen o introducción que manifiestan las contraportadas para invitar al lector a la compra del mismo y a la vez enaltecer el contenido. Sin embargo, la idea de copia o lugar común no debe ser entendida de manera negativa, sino lúdica: un juego con los elementos establecidos que generan un puente con el lector. En consecuencia, aquello que se retoma de los circuitos de comunicación ha de sufrir un desvío, donde el autor, Alejandro Arteaga, crea su propia Biblioteca. El giro que les da a las portadas y respectivos resúmenes son homenaje, pero sin dejar de asentar una postura crítica que estudia con detenimiento los paratextos editoriales.
II
Para seguir el trazo o circuito de un libro se requiere tomar en cuenta el concepto de “enunciación editorial” propuesto por Emmanuel Souchier y retomado, entre otros, por Anne Cayuela; ella lo explica como un texto segundo, es decir, la materialidad del soporte y de la escritura, la organización del texto y todo lo que constituye su existencia material. En este sentido, “la función del texto segundo consiste en dar a conocer el texto primero”. Por lo tanto, para trazar una trayectoria, se deben seguir las huellas de quienes participan en el transcurso de la conformación del libro. Las decisiones editoriales, como reediciones, compilaciones, premios o estudios preliminares influyen en el desarrollo del objeto literario. Cayuela menciona que “cuantos intervienen en el proceso de elaboración, producción, circulación, recepción del texto, contribuyen a la pluralidad enunciativa que abarca la enunciación editorial” (78). En este sentido y sobre todo porque Biblioteca mínima es ganador de un certamen, conviene preguntarse cómo son las huellas de un concurso literario.
Los concursos literarios están vigentes desde la antigüedad, a veces estaban a cargo de los mecenas que apoyaban a algún artista. Más adelante, en la época colonial se realizaban certámenes en el marco de fiestas religiosas. En un contexto de celebración y representatividad, los concursos presuponen dar a conocer el epítome de la literatura del momento. Bajo esta premisa, el estudio de los galardones puede dar a conocer obras de calidad, pero también la poética que se tiene en el momento del concurso, es decir, los criterios literarios que permean las perspectivas de apreciación, y teóricamente celebran aquello que represente determinada época y espacio.
En México la tradición de los concursos, en específico de cuento, tiene ya un amplio recorrido. Un antecedente de gran prestigio y trayectoria en la historia de los concursos de cuento es el que fuera convocado por la revista El cuento. Revista de imaginación a cargo de Edmundo Valadés. La publicación apareció por primera vez en 1939 con cinco entregas en su primera época, y una segunda en 1964. El certamen llevaba por título “Concurso de cuento brevísimo” y fue gracias a sus convocatorias que aparece por primera vez el concepto de minificción.
Actualmente, la principal instancia que realiza concursos de cuento en México es el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura que pertenece a la Secretaría de Cultura. El INBAL en coordinación con otros estados del país convocan los certámenes. En muchos casos el título de la convocatoria es el nombre de algún autor nacido en esa zona, como es el caso de los concursos: Amparo Dávila, Juan de la Cabada, Gilberto Owen, José Revueltas, María Luisa Ocampo, Julio Torri, Beatriz Espejo, Agustín Yáñez, Nellie Campobello, por mencionar únicamente los de narrativa. El certamen “Edmundo Valadés”, en el que participó el libro de Alejandro Arteaga, lleva el nombre de un escritor canónico en el rubro de la minificción, así como los otros títulos dan muestra de la representatividad en la narrativa.
El estudio de los concursos de cuento y su funcionamiento es de utilidad para explicar fenómenos literarios. En 1957 la fundación William Faulkner patrocinó un premio de novela que ganó el chileno José Donoso con su obra Coronación; “con este premio, por primera vez se reconoce la existencia de la nueva novela en Hispanoamérica” (Guerra 36). Asimismo, es posible estudiar, por ejemplo, cómo los premios convocados por la editorial Seix Barral influyeron en el Boom latinoamericano, pues después de ser otorgados a autores catalanes, es en 1962 cuando se le entrega a Mario Vargas Llosa y en 1967 a Carlos Fuentes.
El concurso de Minificción Edmundo Valadés, otorgado por el INBAL, se convoca por primera vez el año pasado; en comparación con otros certámenes dedicados a un género literario (como novela o poesía), el de minificción se tardó en aparecer. Las razones están relacionadas con el tiempo que ha tardado la canonización del género, pues para esto ha tenido que pasar un proceso de solidificación: diez congresos internacionales, estudios académicos al respecto y casas editoras (pocas e independientes) que han apostado por la publicación de esta forma literaria. Además de los propios procesos en las instancias culturales que, así como crean certámenes, también los desaparecen en función de su demanda.