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Radio Ambulante como comunidad imaginada

¿Se puede usar las nuevas redes para generar formas de pensar y vivir que no sean individualizantes? Habría que responder afirmativamente. Si las nuevas tecnologías construyen formas de subjetividad e interacción que potencian contactos más virtuales que reales, también pueden constituirse como dispositivos contrarios a nuestra sociofobia cotidiana. Esto es verificable cuando uno se encuentra ciertas iniciativas en la red que buscan relatar el mundo actualizando nuestras viejas prácticas culturales y nuestras narrativas identitarias más añejas. Cuando descubrí Radio Ambulante tuve esta percepción: existen formas nuevas del periodismo que permiten examinar y pensar colectivamente el presente de América Latina.

Radio Ambulante es un podcast que produce y transmite historias provenientes de todos los países de habla hispana en América, incluyendo Estados Unidos. Se trata de un proyecto periodístico muy ambicioso: producir de manera habitual episodios sonoros que recopilen historias de relevancia pública para cualquier escucha interesado en la actualidad latinoamericana, sin importar si se encuentra en Ecuador o en República Dominicana. Digo “ambicioso” porque pensar una radio que no se centre en las historias de un solo país implica un esfuerzo titánico, una logística muy compleja y también una perspectiva de gran calado. Por ello, no es casual que los miembros del equipo de Radio Ambulante sean de diversas nacionalidades y se encuentren situados en múltiples rincones de América Latina y Estados Unidos. Sólo con una multitud creciente de periodistas sería posible generar el amplio y diverso contenido informativo que uno encuentra en la suma de podcasts que ha generado este proyecto de carácter regional.

Logo oficial Radio Ambulante

La diversidad y el pluralismo son logros fundamentales de Radio Ambulante. Cada podcast constituye una crónica o un reportaje que lo mismo está ubicado en Lima que en San Juan, en Buenos Aires o en la Ciudad de México. Así como las historias recorren el amplio mapa latinoamericano, también las temáticas se multiplican: migración, censura, transparencia, prácticas culturales, identidades sexo-genéricas, represión, narcotráfico, protestas políticas, personajes singulares, corrupción, violencia de género y un largo etcétera. Llama la atención que, en medio de tal diversidad, Radio Ambulante haya logrado mantener el rigor periodístico con el que inició y haya mejorado constantemente su calidad estética. Pero resulta aún más significativo que en la suma de su trabajo testimonial, este canal haya logrado configurar una narrativa innovadora en torno a la vieja pregunta sobre qué es lo latinoamericano.

Quien haya escuchado con atención algunos de los episodios, puede comprender a qué me refiero. Hay una suerte de eco entre las diversas historias, de modo que símbolos, prácticas y representaciones sociales adquieren resonancias inestables y contradictorias, pero constantes y duraderas. Así, con más de 150 episodios emitidos, Radio Ambulante se ha constituido en un caleidoscopio en el cual podemos ver el rostro cambiante de las realidades latinoamericanas, pero también el espejo en el que se repiten una y otra vez formas de interacción, discursos y problemáticas que caracterizan y aquejan al conjunto de nuestros países. No es extraño que al escuchar “La concursante” o “No es país para jóvenes” uno establezca analogías y similitudes respecto a los procesos de violencia que se viven en el propio país, por ejemplo. Como afirma Rosalba Campra, en la actualidad la noción de lo latinoamericano remite a un vínculo “no tanto de lengua o de origen, sino más bien de problemáticas”.

No quiero decir con esto que la imagen de América Latina que se genera al escuchar estos podcasts sea homogénea o reductible a características unívocas o esencias concretas. Todo lo contrario: si a algo apela Radio Ambulante es a pensar la representación de fenómenos, lugares y personajes de manera compleja. Frente a la tendencia de otros medios a concebir el espacio social como un espacio simbólico homogéneo, o como un lugar de disputa entre dos visiones opuestas del mundo, Radio Ambulante evita el maniqueísmo y las perspectivas monológicas remarcando diferencias, contradicciones y matices. De este modo, piensa el campo cultural no como un sistema estático, regido por dicotomías, sino por una dinámica continua que permite una mirada capaz de atender fenómenos transitorios, múltiples o híbridos. Al remarcar de este modo la diversidad, el conjunto de los podcasts logra disolver las fronteras culturales en las que se basan la concepciones tradicionales de la identidad y crea un discurso ajeno al de la homogeneidad cultural que a su interior permita la convivencia de distintas realidades, y que puede hacer posible una conformación más incluyente de los diversos universos simbólicos existentes en América Latina.

Dibujo de María Luque para ilustrar el podcast “Hagamos esa vaina de la radio” dedicado al séptimo aniversario de Radio Ambulante

En la construcción de esta perspectiva heterogénea y democratizadora ayuda, por supuesto, la intermediación no letrada de la plataforma. El recurso constante de la entrevista se vuelve aquí fundamental, pero también el resto del trabajo con el sonido y la música. A diferencia de una crónica escrita, en los podcasts la oralidad y todo el universo sonoro generado le permiten al escucha entrar en contacto, de manera más concreta, con voces, acentos, canciones, ambientes y otros elementos auditivos que posibilitan una recepción específica cuyo efecto central es el de escuchar como si estuviésemos ahí, en lugares concretos y frente a los sujetos reales que han vivido esas historias. De esto modo, la retórica de la presencia propia de la crónica periodística adquiere una nueva vitalidad y la heterogeneidad del mundo es potenciada. De igual modo, el “efecto de realidad” alcanzado agrega verosimilitud y peso al punto de vista que se plantea en cada episodio.

Como puede preverse, las perspectivas con las que se lleva a cabo la exégesis de la realidad son muy disímiles. Algunos episodios recurren al melodrama (“Los cassettes del exilio”, por ejemplo) y otros más recuerdan la estética del realismo mágico (el excelente “Los últimos días de Franklin Masacre” o también “El hospital”), pero la mayoría evita las catarsis fáciles a partir de una potente construcción de la intriga (como “El gobernador en su laberinto”) y una narrativa que privilegia la épica de lo trivial (el complejo reportaje “Las hijas de Maria Senhorinha” es un claro ejemplo de esto). Gracias a estos recursos y a las virtudes y variantes con las que están escritos los guiones, la experiencia de escuchar la estación adquiere una dimensión estética, sin dejar de lado los valores informativos y políticos del relato. Las narraciones a las que se enfrenta el escucha, generan nuevos modos de pensar el sentido de los lazos identitarios entre la diversidad de realidades que son contadas. Y en el fondo, los episodios afirman las distintas maneras de pensar que tiene los hispanohablantes de esta región del mundo.

Una de esas nuevas formas de pensar lo latinoamericano remite a la fluidez de las fronteras identitarias: más allá de los obstáculos geográficos y políticos, los personajes migran, de modo que los conflictos de la comunidad latinoamericana que vive dentro o fuera de Estados Unidos no son los mismos, pero poseen líneas de continuidad. Más que con el proyecto de una integración simbólica, Radio Ambulante apela a pensar lo latinoamericano como una realidad múltiple, en constante metamorfosis y cuya heterogeneidad rebasa fronteras y trae dentro de sí, desigualdades económicas, prejuicios culturales, desencuentros políticos y luchas sociales a distintos niveles. En medio de tal complejidad, la posibilidad de ir más allá de las fronteras geográficas se vuelve evidente a través de imaginarios comunes. Radio Ambulante no hace otra cosa que construir sentidos colectivos en donde otros discursos los anulan. Y esto lo logra, sobre todo, poniendo el acento en la exaltación de comportamientos culturalmente ininteligibles o disidentes frente a las prácticas normativas de las tradiciones políticas y culturales de cada país.

De igual modo, llama la atención el modo en que la necesidad periodística de contextualización lleva a una revisión histórica de los acontecimientos y personajes narrados, que está traída a la actualidad de un modo muy fructífero: politizando al presente. Me explico: en episodios como “El fotógrafo” o “Cuando La Habana era Friki” y “Los sobrevivientes” hay una investigación sobre el sentido histórico de la actualidad, lo cual establece líneas de continuidad que permiten comprender el modo en que persisten fenómenos o se han transformado prácticas que le competen al sujeto contemporáneo. Así, gracias a la investigación histórica y a los recursos estéticos del podcast, el escucha adquiere cierta sensibilidad crítica que puede politizarlo o no, dependiendo de sus herramientas interpretativas, pero también a partir de su capacidad para poner en duda su sentido común y salir de su zona de confort superando las limitaciones de su perspectiva ideológica.

Dibujo de Elpidio Pérez para ilustrar el sitio web “Cadena de mando”

Otro valor fundamental de Radio Ambulante es el interés en establecer vínculos cotidianos con una comunidad de escucha, con lo cual la apuesta por la alteridad se materializa. A través de Newsletters, Playlists, redes sociales, clubes de escucha, grupos de WhatsApp y conversaciones en vivo con colaboradores e internautas vía Facebook Live, la estación ha permitido otras formas de recepción e interacción, provocando espacios de diálogo y reconocimiento, así como renovando prácticas antiguas como la escucha presencial de programas radiales, aunada a su discusión colectiva. Rossana Reguillo escribió que la crónica “más que un género es un lenguaje de encuentro”. Radio Ambulante cumple esta formulación con creces, convirtiéndose no sólo en un medio de comunicación, sino en un dispositivo para encontrarse con los otros.

Puente dialógico y espacio para la alteridad, el canal ha obtenido varios premios de periodismo, ha alcanzado una audiencia multitudinaria (5 millones de descargas anuales), ha diversificado su público (se escucha en más de 60 países) y ha generado colaboraciones con otros medios importantes (Radiolab, Pulitzer Center for Crisis Reporting, Centro de Investigación Periodística de Puerto Rico, Univisión Data, Soros Justice Fellowship, Miami Herald, 14ymedio, Fund for Investigative Journalism, revista Arcadia, Semanario Universidad). Además, se convirtió en el primer podcast en español de NPR, la radio pública de Estados Unidos. Todos estos logros serían impensables si no existiese un impulso (diría que ético y político) por gestar comunidad y democratizar bienes culturales. La Escuela Radio Ambulante es quizá el ejemplo más acabado de ello: fomentar un lugar para aprender a crear historias de audio, de modo que más radios de este tipo puedan surgir en otros lugares del subcontinente resulta sintomático y también esperanzador.

La aparición de Radio Ambulante tiene que ver con los cambios que el periodismo ha sufrido al entrar en contacto con la revolución digital. Hoy vemos como los nuevos cronistas además de producir textos, dirigen documentales o usan las redes sociales y las plataformas en línea para transmitir de otro modo información y relatos de importancia colectiva. Proyectos como Cadena de mando, el Proyecto Quipu o las series impulsadas por Diego Enrique Osorno son parte de un fenómeno amplio de transformaciones profundas sobre el modo de gestionar la voluntad testimonial y sobre las maneras más actuales de circulación del periodismo narrativo. Por ello, no tengo dudas sobre la necesidad y la importancia de dar cuenta de este tipo de narrativas que no han sido aún estudiadas por la crítica.

Acerca del autor

Jezreel Salazar

Licenciado en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Maestro en Sociología Política por el Instituto Mora. Doctor en Letras por la UNAM. Es profesor de literatura en la Universidad…

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