Imprimir Entrada

Malambo: notas sobre una novela afroperuana

Lucía Charún-Illescas. Malambo. Trad. Emmanuel Harris II. Chicago: Swan Isle Press, 2004, 230 p.

 

La obra de Lucía Charún-Illescas fue un hallazgo notable en mí búsqueda de novelas latinoamericanas contemporáneas que abordan temas como género, raza y colonialismo. Si bien la presencia de África en Perú data del siglo XVI y por consiguiente es parte fundamental de la cultura peruana, la inclusión del universo afroperuano en la literatura es poca y tardía. La primera novela en abordarlo es Matalaché de Enrique López Albújar, publicada en 1928; posteriormente aparecieron a cuentagotas obras de Antonio Gálvez Ronceros, Gregorio Martínez Navarro, José Campos y Abelardo Alzamora, entre otros. Resulta sorprendente que en un país en el que la presencia negra es tan importante ninguna mujer negra había sido publicada. En pleno siglo XXI, Lucía Charún-Illescas es considerada por diversos críticos literarios, como M’bare N’gom, Juan Manuel Olaya Rocha o Martha Ojeda, la primera escritora afroperuana.

Lucía Charún-Illescas nació en Lima, en 1950. Su familia estaba formada por afrodescendientes que habían migrado a la capital desde Cañete y Chincha, al sur del Perú. Estudió periodismo en Lima y decidió migrar a Hamburgo, Alemania, donde reside desde hace varios años. Esa distancia no ha impedido que en sus obras temas como la identidad y el universo afroperuano sean un referente constante. Actualmente es periodista, investigadora, traductora y activista afrofeminista.

La autora ha señalado que comenzó a escribir porque, como lectora, se enfrentó a la falta de representación de los africanos y sus descendientes en los discursos literarios peruanos. Cuando aparecían, casi siempre eran personajes secundarios, decorativos y en muchas ocasiones caricaturizados, pues eran descritos por la voz hegemónica y simbolizados desde lo que Franzt Fanon denominó “lenguaje zoológico”, el lenguaje del colonizador que:

llega al extremo de su lógica y deshumaniza al colonizado. Propiamente hablando, lo animaliza. Y, en realidad, el lenguaje del colono, cuando habla del colonizado, es un lenguaje zoológico. Se alude a los movimientos de reptil, del armadillo, a las emanaciones de la ciudad indígena, a las hordas, a la peste, el pulular, el hormigueo, las gesticulaciones. El colono quiere describir y encontrar la palabra justa, se refiere constantemente al bestiario. El europeo raramente utiliza “imágenes”. […] Esa demografía galopante, esas masas histéricas, esos rostros de los que ha desaparecido toda humanidad, esos cuerpos obesos que no se parecen ya a nada, esa cohorte sin cabeza ni cola, esos niños que parecen no pertenecer a nadie, esa pereza desplegada al sol, ese ritmo vegetal, todo eso forma parte del vocabulario colonial. (Fanon, 37)

La novela Malambo apareció primero en 1999 en una traducción al italiano hecha por la editorial Giunti. En 2001 fue publicada la versión original en español por la Universidad Nacional Federico Villarreal de Lima. Dicha edición es inconseguible en México, por lo que esta reseña está basada en la traducción al inglés publicada en 2004 por la editorial Swan Isle Press.

Malambo es una novela contemporánea en su estructura y técnicas narrativas que está situada en el virreinato del Perú y se enfoca en el sistema esclavista colonial. El espacio en el que se desarrolla la historia es fundamental, Malambo es el nombre de un barrio en el que vivían los esclavos durante la colonia y que estaba separado de Lima por el río Rímac, o río “hablador”.1 En la actualidad el barrio se llama Francisco Pizarro y ya se ubica dentro de la ciudad, en el distrito del Rímac. La separación espacial es física y simbólica: de un lado del río está “Lima, la bella”, con el palacio del virrey, grandes jardines, paseos y las mansiones de los criollos. Del otro, está “Lima, la horrible”, para usar las palabras de Sebastián Salazar Bondy, con los galpones y chozas de los negros (libertos y cimarrones), el leprosario, el matadero y los barracones esclavistas. A unos y a otros les gusta permanecer en su orilla, todos sienten temor si deben cruzar al otro lado.

La novela aborda la diáspora africana y la experiencia de los esclavos en el contexto virreinal. Los habitantes de Malambo eran en su mayoría negros (esclavos, cimarrones o libertos muy pobres) aunque también había indios. Todos ellos: “negroes or copper-colored had been captured against their will since forever” (Charún-Illescas, 12). La novela detalla la vida que los negros “o piezas” llevaban durante la colonia, cómo eran robados en África (se menciona Angola, Guinea y Congo) arrancados de sus tierras, separados de sus familias y traídos en barcos en condiciones terribles. Una vez en territorio americano, eran hacinados en galpones insalubres donde eran puestos en cuarentena, desinfectados y engordados para incrementar su precio en las subastas públicas. Finalmente, eran comprados y esclavizados sin ninguna consideración para ellos. Además, no podían relacionarse con nadie “The slaves have no idea where they are. It takes weeks, -with bad luck, months- for the recently arrived to find someone to understands their native tongue. The traders go to great lengths to keep them separate” (Charún-Illescas, 77).

Malambo se centra principalmente en la historia de dos personajes, dos caras de la esclavitud. Por un lado, está Tomasón, un esclavo fugitivo de oficio pintor y, por otro, está Manuel de la Piedra, Marqués de Valle Umbrosio, criollo y comerciante esclavista. En la historia de Tomasón aparecen otros personajes negros como Pancha (curandera), Jacinto Mina (caporal de la cofradía de los angolas) y Venancio Martín (pescador), además del indio Yawar Inka. Tomasón se refugia en Malambo y aprovechando que sabe un oficio, De la Piedra acepta dejarlo vivir en una choza a cambio de que pinte santos para vender. Eso le permite a Tomasón tener cierta independencia, pues no vive en casa de su nuevo amo ni en los barracones, aunque es obligado a trabajos forzados. Este personaje es fuerte, no se deja, habla y actúa, está consciente de su condición y señala su desacuerdo con el trato que reciben los esclavos:

That’s the disgrace that we suffer, but our situation isn’t equal to the one that beast suffer. The bull isn’t aware that they have put a price on him, nor that they bring him to the slaughterhouse to sacrifice him. […] The animal isn’t capable of knowing […] But we negroes realice and there are those who rebel or ask the master “How much do you want for me?, How many pesos?” There’s others -like in my case- that don’t want to pay nothing. There are those negroes who escape. The slave should know that there is a price on him and keep that in mind. (Charún-Illescas, 77)

Tomasón es despreciado por los criollos, pero en Malambo es respetado por la fortaleza a la que ya se hizo alusión, por sus habilidades como pintor y, sobre todo, por su gran conocimiento de la cultura yoruba y candomblé. Tomasón tiene la costumbre de fumar cachimba (pipa africana), comer charqui (carne deshidratada) y chacchar (mascar) coca. Además, conoce el santoral cristiano, le reza a los orishas; habla castellano pero conserva el uso de afronegrismos y quechuismos, entona cánticos africanos, lo mismo pinta imágenes del panteón yoruba que del cristiano y relata historias de Babalu Ayé (orisha de las enfermedades, la peste y la miseria); Changó (el orisha guerrero y de la justicia, controla relámpagos, fuego, tambores y danza); Eleguá (orisha de los caminos y el destino), Yemayá (orisha superior de la fertilidad y la maternidad); Obbatalá (el orisha mayor, creador de la tierra y del ser humano); Ochún (orisha de las aguas dulces) y Oggún (orisha de la fuerza, la virilidad y la autoridad). Por todo esto, Tomasón representa el sincretismo cultural y religioso de lo andino, lo hispano y lo negro.

Por su parte, De la Piedra se relaciona con otros comerciantes de esclavos, con su prometida Catalina Ronceros y con Chema Arosemema, un investigador y el único blanco que levanta la voz frente a las injusticias cometidas con los negros. En su mansión viven tres esclavos: Candelaria Lobatón (cocinera), Nazario Briche (conductor) y Altagracia Maravilla, encargada de la casa, esposa de Nazario y amante del patrón, descrita por él como “tender chicken”. En esta relación puede verse, además de la violencia relacionada con la esclavitud, la violencia sexual a la que eran sometidas las mujeres. Este personaje es fundamental, Altagracia representa una triple estigmatización como negra, esclava y mujer y una triple explotación, pues debe ser juguete sexual, fuerza de trabajo y madre o cuidadora.  

La autora hace referencia a distintos tipos de esclavos urbanos: jornaleros como Tomasón, que saben un oficio y son obligados a hacer trabajos forzados a cambio de muy poco dinero; esclavos de campo, sometidos a los tratos más crueles; esclavos de casa, como Altagracia o Nazario; o libertos que pueden ser agentes de su libertad mediante la manumisión, como el caso de Jacinto Mina, liberado por su dueña antes de morir, o la coartación, como Venancio que hace un trato con el amo para liberar a su media hermana.

La esclavitud es el tema central, es lo que define la vida de todos los personajes. Me referiré concretamente a dos pasajes de la novela para ilustrar este punto. En el capítulo V De la Piedra conversa con Chema y le describe el “comercio de negros” que administra. Confiesa, con toda naturalidad, que tiene 183 esclavos en cuarentena en los barracones de Malambo, alimentados con sango (trigo) y papas cocidas. Además, le revela su ruta de comercio esclavista:

All of them entered legally, none are contraband. And of the best quality. I have an associate who chooses niggers recently brought from the Guinea factories and a few from New Spain or the old continent: creole niggers. He buys them in the Cartagena de Indies market. He travels with them to Portobelo, some nine days of travel, and from there he crosses the Chagres river to get to Panama. From Panama to Callao they arrive to me in a month (Charún-Illescas, 75).

En el capítulo VI se detalla la siguiente etapa del comercio esclavista. Una vez en territorio peruano, los negros son llevados a subastas públicas para ser vendidos. De la Piedra invita a Chema a que lo acompañe a la subasta y a que visite sus barracones en Malambo. Chema toma distancia, se sorprende y rechaza estos tratos degradantes, pero De la Piedra, junto con los otros comerciantes, no cesa en sus descripciones sobre la fealdad, la suciedad y la voluptuosidad de las “piezas” vendibles. Una de estas “piezas” es Guararé Pizarro, un esclavo panameño, aprendiz de orfebrería, que es comprado por el platero Juan Martínez por ochocientos pesos y cuyo cuerpo tuvo que soportar golpizas indescriptibles. Chema termina por horrorizarse cuando presencia, después de la compra, cómo un esclavo es marcado con las iniciales del nuevo dueño: “He was repelled. He observed several men holding some unfortunate soul while another applied the red-hot iron to his cheeks. The skin squealed. They held the slave up as he collapsed” (Charún-Illescas, 93). Chema calificó el acto como atroz y humillante, pero a nadie pareció importarle. De la Piedra considera que los negros son una raza inferior porque tienen sólo vicios y defectos y justifica los golpes y el uso de grilletes, látigos, cadenas y cepos, ya que para él sólo con violencia se puede garantizar la coerción física y el sometimiento servil. Frente a eso, Chema es el único que se atreve a decirle: “Do you know what a despicable person you are, Manuel?” (Charún-illescas, 211).

A lo largo de los catorce capítulos de la novela se percibe una intención clara por subrayar los vínculos con África. Hay constantes referencias a la cultura y la religión yoruba, a creencias, historias, anécdotas, mitos, leyendas, danzas y canciones de la comunidad negra en el virreinato peruano. En la novela, la historias de Tomasón y De la Piedra están acompañadas por la historia de la herencia cultural africana. Por lo anterior, Malambo es una muestra de la afroliteratura latinoamericana o “afrorrealismo”, término del escritor e investigador costarricense afrocaribeño Quince Duncan. Para Duncan, las obras afrorrealistas tienen seis características básicas que, de algún modo, están presentes en Malambo:

    1. Restituyen la voz afro americana por medio del uso de una terminología afro céntrica.
    2. Intentan reivindicar la memoria simbólica africana.
    3. Buscan reestructurar la memoria histórica de la diáspora africana de forma informada y crítica.
    4. Buscan reafirmar el concepto de comunidad ancestral.
    5. Parten de una perspectiva intra céntrica.
    6. Buscan y proclaman con dignidad su identidad afro americana.

Por último, un aspecto que deseo subrayar de la novela de Lucía Charún-Illescas es la solidaridad que se establece entre las razas oprimidas, negros e indios. Entre ellos destaca Yawar Inka, quien, ya se puede notar en el nombre, se autodefine como heredero de la nobleza incaica. Este personaje, el “indio ladrón”, se obsesiona con devolver a la Pachamama (madre tierra) y a las wakas (centros de culto indígena) la plata, el oro y las piedras preciosas que los conquistadores se habían llevado o que habían dejado en las iglesias y los templos de la Ciudad de los Reyes. Tomasón y Yawar Inka se cuidan y protegen mutuamente. Ambos representan dos universos culturales, el africano y el andino, que se articulan material y simbólicamente e intentan convivir y crear lazos solidarios en el presente opresivo y marginado en el que viven.

Malambo, por la forma en la que aborda la esclavitud en el virreinato del Perú, se pronuncia contra ese lenguaje zoológico que cuestionaba Fanon. Lucía Charún-Illescas construye personajes negros complejos, alejados de cualquier caricatura o estereotipo. Además, al subrayar varios elementos de la herencia cultural africana, reafirma la identidad del sujeto afroperuano y le da un lugar importante en la literatura.

Referencias

Duncan, Quince. “El Afrorealismo. Una dimensión nueva de la literatura latinoamericana. Istmo, n. 10, 2005, en línea:  http://istmo.denison.edu/n10/articulos/afrorealismo.html.

Fanon, Frantz. Los condenados de la tierra. México, Fondo de Cultura Económica: 1994.

Acerca de la autora

Brenda Morales Muñoz

Licenciada, maestra y doctora en Estudios Latinoamericanos (área de literatura) por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Realizó…

Compartir en redes

Notas al pie:

  1. Hay una leyenda popular que dice que quienes se sientan a orillas del río Rímac y escuchan con atención el murmullo de sus aguas, perciben una voz humana que cuenta diversas historias, el río lo ve todo, nada se le escapa.