Los personajes principales son tres: dos madres y un hijo, dos madres del mismo hijo. Una de ellas viaja con el niño en lancha por el caudaloso río Atrato, de Quibdó a Bellavista. Y en ese recorrido reflexiona sobre lo que significa ser madre, sobre quién puede ser considerada una madre, en especial en casos como el suyo. Ella es blanca, el niño es negro: “No me nació a mí, pero soy su mamá” (Salazar 14).
La madre blanca le cuenta a una pasajera, que va en el mismo bote, su infancia, sus recuerdos y cómo el pequeño llegó a su vida. Conforme avanza la historia, se va develando el misterio de ese viaje y la identidad de la madre biológica, la madre negra, la madre que abandonó a su hijo. Un día cualquiera, cuando la madre blanca vivía en Quibdó y estaba ahorrando para hacer estudios universitarios, su vida se trastoca: “Gina, una mujer que había sido vecina mía en Bellavista, tocó la puerta y se entró a mi casa llorando con un bebé en brazos. Lo acostó en mi cama, dijo que no podía cuidarlo, que ya tenía tres y no le alcanzaba la comida. Me dejó al niño envuelto en una manta amarilla” (Salazar 38).
En contextos de guerra, muchas mujeres padecen violaciones a sus derechos humanos sexuales y reproductivos, muchas maternidades se ven afectadas, ya sea por esterilizaciones forzadas, embarazos no deseados, abortos forzados, robo o abandono de infantes. Esto último es lo que decide hacer Gina, la madre negra. No es raro que, en situaciones de extrema violencia y precariedad, las madres prefieran dejar a sus hijos en manos que consideran seguras –o incluso que cometan filicidio– con tal de que sus hijos no sean llevados a la guerra o sean secuestrados por algún grupo armado.
La nueva madre no decide serlo, pero tampoco es capaz de dejar abandonado a ese niño. No era rica, trabajaba con las manos, enmarcando cuadros, pero tenía más que la madre negra. A punto de trabajo y sacrificios mantuvo a ese niño negro, que sentía como suyo, sano y salvo. Lo cuida como si lo hubiera parido: “Una madre es algo que duele. Es herida y cicatriz. Para un niño, una mamá es la persona que pregunta si quiere leche en el chocolate, la que regaña cuando camina descalzo por la casa, la que prueba la sopa primero, se quema la lengua y espera que enfríe un poco. Una madre es la persona que está” (Salazar 21). Ella fue la persona que estuvo día y noche al lado de ese niño alimentándolo, arropándolo y velando porque tuviera educación y alegría, inventado juegos todos los días. Aunque no fue su decisión ser madre, aceptó al niño como si fuera su destino cuidarlo.