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Escribir con manos de memoria

Sandra Lorenzano. Herencia. Ciudad de México: Vaso roto, 2019.

“Cada instante, una frontera que va dejando marcas en mi cuerpo”. Herencia– Sandra Lorenzano

¿Cómo se sobrelleva la herencia? Es una de las grandes preguntas con que se inicia el libro de poemas en prosa de Sandra Lorenzano. La herencia de eso que no solo se habita en la sangre sino también en la piel, en la memoria, en el transcurrir de cada día. ¿Cómo se sobrelleva la herencia de lo inevitable?, ¿la herencia de la distancia, de aquello que les pasó a otras y que aún sigue presente?

En Herencia publicado en 2019 por la editorial mexicana Vaso Roto, pero que pudo presentarse hace unos pocos días en la librería El sótano, a la que muchos lectores y lectoras acudimos como testigos de sus herencias. Allí supimos de primera mano que la memoria también es expansión y se hace necesario poder contarla, habitarla, transmitirla. Porque así es como conocemos genealogías, ancestras que ya atravesaron lo que Lorenzano atravesó con su exilio a México, el país que le abrió las puertas y que la cobijó para siempre, para ser de aquí y de allá, de allá y de aquí, argenmex, como prefiere que la mencionemos.

La enfermedad de una hermana, la interpela y la lleva a plantear todos los matices de eso que se hereda. “Operaron a Irene” (mensaje enviado por su hermano) es una de las frases con las que se inicia este libro híbrido donde memoria y herencia también se vuelven palabras hermandadas. Ese “operaron a Irene”, la noticia de que la enfermedad ronda el cuerpo que hace necesario un conocimiento, ir más allá, llegar a lo más profundo de la sangre para seguir conservando lo memorial. El miedo que habita, la vacilación entre saber o no…y la pregunta: ¿para qué saber?, ¿para qué saber si la enfermedad puede heredarse cuando ya se ha heredado la distancia, el dolor? Tantos son los interrogantes que, a medida que leemos comprendemos cómo la escritura es lo que permite la supervivencia porque allí es donde se encuentra el resguardo.

“Creo en el ímpetu que surge en la escritura” pronuncia la autora en la presentación y nos hace partícipes de una vida, su vida y otras vidas, la de su abuela migrante, la de su madre que pierde a una hija, la de otras mujeres de su familia, la de ella misma en torno a su exilio. Y luego, una nueva confesión: “Todas las familias se constituyen sobre los silencios”. Resulta inevitable repensarnos, recordar esos silencios que estallan, que gritan lo indecible y que se expresan en otros ruidos silenciosas que se vuelven caos dentro del cuerpo. Las voces, voces de aquellos que levantan su mano en medio de la presentación para decir: “sí, también lo viví, en mi familia también pasó”, de nuevo, otra vez, la hermandad de la memoria convertida en herencia.

Herencia parte de la inquietud de su autora una vez que se entera que operaron a su hermana. A partir de ahí el miedo por conocer si ella y quien viene luego de ella registra en los genes lo doloroso. A partir de “darle vuelta a la tarjeta del genetista”, la escritora se permite hacer memoria de las mujeres que la anteceden, “Irene tiene tres años más de los que tenía Luisa cuando entró al quirófano. Y casi treinta más que aquella mítica hermana de la abuela a la que la enfermedad familiar mató en pocos meses” (LORENZANO, 2019: 17).

La memoria es del cuerpo. Es uno de los argumentos del que Lorenzano nos hace partícipes. Lo cual observamos en las mujeres que la antecedieron. En medio de la enfermedad y su sombra se plantea la duda: “No sé si quiero una memoria más allá de los sabores” (2019: 27).

Sandra Lorenzano presentando Herencia. Fuente: Ed. Vaso Roto

El libro se compone de cuatro apartados: “Herencia”, “Derivas”, “Manos” y “Óxido”. En cada uno de ellos los rastros de la memoria aparecen para recordarle a la autora que no solo lo memorial se compone de recuerdos sino también de acciones que la llevan a resignificar un pasado familiar, de mujeres que hilvanan y tejen un recorrido que atraviesa la enfermedad, lo traumático, los exilios y las diversas geografías. Las preguntas son inevitables en medio de un dolor que puede ser implacable: “¿Cuál de todas es la lengua de mi memoria?, ¿cuáles las palabras que me arrullaron?, ¿Hubo arrullos?” (32). Estas preguntas desembocan en una que no puede esquivarse: ¿Hasta qué punto es necesario rastrear la memoria? Allí descubre que esa memoria se rastrea a través de las manos que escriben, que cuenta la historia de aquellas mujeres de su familia que atravesaron el trauma. Se ve a sí misma en esa escritura que traza las experiencias vividas por otras y que ahora en ella, escritora, hija, nieta, hermana, madre debe rememorar, preservar y cuidar.

Las palabras desembocan en múltiples interrogantes que Lorenzano no busca responder porque sabe que esas respuestas están en las palabras, en sus manos que tejen la historia y hacen memoria de las mujeres que la precedieron. La memoria también se convierte en manos que cuentan y acercan, sin importar el óxido de esas manos, sin pensar en las cicatrices, aunque viéndolas, recordando para cubrir la herida.

“Hurgar” …” Hurgar en la voz” (89), aunque prevalezca el óxido en la garganta y en el recuerdo. Hurgar porque es inevitable no hacerlo, porque para conocer una historia familiar hay que atravesar los secretos, los silencios, gritarlos a través de las palabras escritas, de la memoria que habita la hoja en blanco. Ver mediante la memoria aquello que fue doloroso. La soga que marcó para siempre el dolor de una familiar, usada por una hermana menor. Las palabras no dichas, impronunciables son para Sandra Lorenzano memoria que lucha contra lo oxidado y renace en historias que se afianzan al papel.

La narradora y poeta anuncia que se escribe para sobrevivir, para animarse a descubrir la herencia, para abrazar la orilla, para encontrar las voces de aquellas que transmitieron la memoria oral para que luego, la niña, la hija, la hermana, la madre, la escritora pudiesen hacer tangible las palabras a través del viento, del rastro que es huella infinita e inconmensurable de una estirpe de mujeres.

Colaboradora invitada

Eugenia Argañaraz

Dra. en Letras, Lic. en Letras Modernas y Correctora Literaria por la FFyH-UNC (Facultad de Filosofía y Humanidades- Universidad Nacional de Córdoba-Argentina). Se desempeña como Becaria Posdoctoral del CIS-IDES-CONICET y docente del nivel superior. Su tema de investigación actual engloba las producciones artísticas y literarias de los Hijos e Hijas del exilio argentino en México durante la última dictadura argentina. Le interesan también los movimientos y procesos sociales que dichos Hijos e Hijas han llevado a cabo durante la posdictadura y la democracia; así como los cruces entre literatura y artes visuales. Entre sus publicaciones recientes figuran: “Des-andar la forma a través del arte. Modos de leer y construir memoria en Conjunto Vacío de Verónica Gerber Bicecci. Revista Telar (2021), 99-122. http://revistatelar.ct.unt.edu.ar/index.php/revistatelar/article/view/526. También “´Familia revolucionaria´ e infancias: El testimonio como desplazamiento en La casa de los conejos e Infancia clandestina”. Revista Mitologías Hoy (2021), 55-70. https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.799

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