Sin duda alguna el trabajo de este pensador peruano atraviesa fronteras disciplinares y nacionales, constituyéndose como uno de los referentes fundamentales para pensar en y desde Latinoamérica, en un diálogo intenso y crítico con otras tradiciones intelectuales, a través del cual contribuyó a la construcción del subcontinente como un sitio de enunciación teórica y no sólo como un “objeto de estudio”. A pesar de la variedad de sus intereses (quizás el resultado de una mirada en búsqueda de una síntesis explicadora), con la publicación de “Colonialidad y modernidad/racionalidad” (1992) el pensamiento de Aníbal Quijano produjo una de las categorías fundamentales para problematizar la realidad de América Latina y de otras partes del mundo: “la colonialidad del poder”, categoría, concepto teórico, clave interpretativa que encontró en este ensayo una de sus primeras síntesis, pero que fue ampliada y trabajada reiteradamente por el propio Quijano en trabajos posteriores cuando menos hasta “Paradojas de la Colonialidad/Modernidad/Eurocentrada” (2009).
En su valioso volumen introductorio al pensamiento decolonial latinoamericano, Eduardo Restrepo y Axel Rojas presentan, con base en los pioneros trabajos sobre la “colonialidad del poder” escritos por Aníbal Quijano, una serie de precisiones conceptuales fundamentales para orientarse en las propuestas teóricas de la “inflexión decolonial”. La primera de ellas distingue entre el colonialismo, como el proceso de dominio político y militar de los territorios que se convertirán en colonias, y la colonialidad: “[U]n fenómeno histórico mucho más complejo que se extiende hasta nuestro presente y se refiere a un patrón de poder que opera a través de la naturalización de jerarquías territoriales, raciales, culturales y epistémicas, posibilitando la re-producción de relaciones de dominación. […] colonialidad es un patrón o matriz de poder que estructura el sistema mundo moderno, en el que el trabajo, las subjetividades, los conocimientos, los lugares y los seres humanos del planeta son jerarquizados y gobernados a partir de su racialización” (2010: 15-16). La colonialidad continúa siendo el patrón o matriz de poder que ordena el sistema mundo moderno, y no sólo implica una distribución inequitativa del poder, sino también determina la construcción del conocimiento, jerarquiza a los sujetos (a partir de la raza) y condiciona los procesos de subjetivación; de esta manera a la colonialidad del poder se suman la “colonialidad del saber” (el eurocentrismo) y la “colonialidad del ser” (el racismo).
De acuerdo con Rita Segato, “la perspectiva de la colonialidad del poder” es, junto con la teología de la liberación, la pedagogía del oprimido y la teoría de la marginalidad, una de las cuatro “teorías originadas en el suelo latinoamericano que cruzaron en sentido contrario la Gran Frontera, es decir la frontera que divide el mundo entre el Norte y el Sur geopolíticos, y alcanzaron permanencia en el pensamiento mundial” (2019: 51). Además de su relevancia teórica (pues confronta “el racismo epistemológico” que rige la construcción de saberes), la colonialidad del poder dio lugar a la formación del grupo “modernidad/colonialidad”, que se reunió por primera vez en 1999 en la Universidad de Duke, en una actividad organizada por Walter Mignolo, uno de los principales difusores del pensamiento de Aníbal Quijano; de acuerdo con Catherine Walsh (2019: 90), en dicha reunión participaron, además de Quijano, Mignolo y ella misma, Fernando Coronil, Zulma Palermo, Santiago Castro-Gómez, Arturo Escobar y Edgardo Lander, entre otros. Las y los integrantes de este grupo, provenientes de distintos países y disciplinas, han contribuido y desarrollado un corpus teórico guiado por el objetivo de la de(s)colonialidad como proyecto de emancipación no sólo intelectual, sino fundamentalmente social, es decir, por la construcción de un mundo más justo, por lo cual su trabajo intelectual no se limita al ámbito universitario y académico, sino que está intrínsicamente ligado al activismo y otras formas de intervención social, pues como afirma Walter Mignolo: “La decolonialidad del pensar no necesita de la universidad, si bien esto no significa que esté prohibido hacerlo en la universidad, en los museos o en las instituciones moderno/coloniales. La decolonialidad del pensar es una cuestión vital, una cuestión de la praxis del vivir” (2019: 29).