Llosa Claudia, Distancia de rescate. Chile-Estados Unidos: Netflix, 2021.
“El punto exacto está en un detalle, hay que ser observador”1, dice David, el niño protagonista, narrador y guía de Distancia de rescate, primera novela de Samanta Schweblin, publicada en 2014 bajo el sello editorial de Penguin Random House; y que llegaría al mercado editorial mexicano a finales de ese mismo año gracias a la editorial Almadía. Cinco años después, Claudia Llosa, cineasta de origen peruano y radicada en Barcelona, en conjunto con la propia Schweblin realizarían la adaptación de la novela para llevarla al formato cinematográfico, misma que se vería materializada en septiembre de 2021.
Este fenómeno, de llevar un artefacto meramente literario a lo audiovisual, no es nuevo. Durante las décadas de los años sesenta y setenta, justo al final de la Época de Oro del cine mexicano y antes de la llegada del Cine de Ficheras, hubo una pequeña ola de películas basadas en obras literarias de autores reconocidos, como ejemplo de ello tenemos: Tiempo de morir (1966)2, dirigida por Arturo Ripstein, basada en el relato homónimo de Gabriel García Márquez y guion de Carlos Fuentes; Mariana (1968), dirigida por Juan Guerrero, basada en el cuento homónimo de Inés Arredondo, quien también participaría como coguionista del filme junto con Juan García Ponce; Los albañiles (1976)3, dirigida por Jorge Fons, basada en la novela homónima de Vicente Leñero, coguionista junto con Luis Carrión Beltrán de dicha versión cinematográfica; El apando (1976), dirigida por Felipe Cazals, basada en la novela homónima de José Revueltas quien, en alianza con José Agustín, fue guionista de la adaptación correspondiente. De esta forma, puede apreciarse el interés que escritoras y escritores de la época4 tenían por el séptimo arte y en el cual incursionaron como una extensión de su quehacer literario.
Durante los últimos quince años de producción cinematográfica y audiovisual, tanto en México como en Latinoamérica, algunos clásicos de la literatura5 se han convertido en series y blockbusters; si bien la lista es larga en esta ocasión me interesa enfatizar sólo algunos de los que fueron producidos y estrenados bajo sistemas de streaming, pues esto ha marcado una diferencia significativa respecto a la distribución, facilitando el acercamiento del público a los contenidos, ya que estos permanecen en las plataformas por temporadas más largas que en las salas de cine o en las transmisiones de televisión; como ejemplo de ello puede mencionarse: Cuatro estaciones en La Habana (2016, Netflix), miniserie basada en la tetralogía de novelas policiales de Leonardo Padura; Diablo guardián (2018, Amazon), serie basada en la novela homónima de Xavier Velasco; Las viudas de los jueves (2022, Netflix), serie basada en la novela homónima de Claudia Piñeiro; Belascoarán (2022, Netflix), serie basada en el ciclo del detective Belascoarán Shayne, Paco Ignacio Taibo II; Temporada de huracanes (2023, Netflix), película basada en la novela homónima de Fernanda Melchor6; No voy a pedirle a nadie que me crea (2023, Netflix) y Fiesta en la madriguera (2024, Netflix), ambos films basados en las respectivas novelas homónimas de Juan Pablo Villalobos. Como cereza del pastel, Netflix está por estrenar la serie Cien años de soledad (2024), una producción colombiana que tiene como base el libro de Gabriel García Márquez; y la misma plataforma inició, a finales de 2023, la grabación de Pedro Páramo, una versión contemporánea que se suma a las dos7 adaptaciones previas de la obra cumbre de Rulfo.
Bajo esta nueva tradición y forma de producción se inscribe Distancia de rescate. Es importante recordar que, para su fecha de estreno, el mundo atravesaba una pandemia causada por del SARS COV-2, mejor conocido como COVID-19. Las salas de cine estaban inhabilitadas y muchos festivales habían sido suspendidos de manera indefinida. Bajo este contexto, los servicios de streaming se convirtieron en el refugio de millones de personas y en una de las plataformas predilectas para la producción y distribución audiovisual. Así, esta película, también conocida como Fever dream8, en atención al público estadounidense, encontró su salida. El contexto y las condiciones, lejos de perjudicar el proyecto, añadieron una cuota de realismo que ensanchó el halo de misterio ya sugerido en el libro. De esta forma, tanto dentro como fuera de la ficción, se podía apreciar un mundo enrarecido: por un lado, el aire y el contacto con otros seres humanos eran peligrosos y mortales; por el otro, en la ficción, pero no tan distante de la realidad del campo argentino, el agua y los cultivos representaban un motivo de deformaciones y, en muchos casos, de muerte.
Es inevitable que al trasladar la historia de un medio a otro surjan comparaciones respecto a la forma cómo se cuenta. Vale el esfuerzo considerar que, aunque el idioma es el mismo, los lenguajes del libro y el audiovisual son distintos. Más que exaltar la espectacularidad de una imagen, conviene más entender que dicha representación es la traducción de una serie de palabras. La fidelidad entre una película derivada de un texto literario dependerá más del seguimiento a la trama principal, incluso a pesar de los cambios necesarios en la traslación. En el caso de Distancia de rescate la variación es evidente en varios aspectos: la construcción del suspenso, por ejemplo, se modifica de forma considerable. El cine dispone de una serie de recursos técnicos, desde lo más simple, como una imagen desenfocada o superpuesta, hasta la explotación y conjunción de elementos sonoros, lumínicos, efectos especiales, variaciones temporales y elementos de postproducción. Sin embargo, es la muestra explícita de lo abyecto o lo siniestro —cuerpos deformados, animales muertos o en crisis, el estado de emergencia de los cuerpos enfermos y la desesperación por intentar rescatar lo insalvable— lo que suscita esa sensación de perplejidad propia del género.