Debo haber visto por primera vez el trabajo del colectivo Mujeres Creando en una red social. Probablemente alguno de mis conocidos puso un corazón a una publicación para que en la línea del tiempo virtual de mi pantalla apareciera una foto de los grafitis que el colectivo, originalmente conformado por Julieta Paredes, María Galindo y Mónica Mendoza, suele pintar en las paredes bolivianas.
para ella la culpa, para él la disculpa
entre machos y fachos el país se va al tacho
para todo caudillo salvador, las mujeres somos juguetes sin valor
pachamama, tú sabes que el aborto es milenario
desobediencia, por tu culpa voy a ser feliz
Fueron algunas de las frases que leí en los muros (y mantas) dentro de las fotografías: mensajes subversivos y desobedientes, como desobediente es todo feminismo, de acuerdo con lo que afirma Liliana Colanzi en “La imaginación radical”, el prólogo que escribió para la antología de ensayos La Desobediencia en el que también afirma:
Los feminismos de hoy se proponen reinventar el mundo a partir del cuestionamiento y la imaginación radicales: se meten con lo privado y con lo público; de su escrutinio y de su reescritura no escapan ni el poder ni la subjetividad ni el lenguaje. Y a partir de la insubordinación y del deseo de otro mundo están cambiando, de forma intensa y a menudo conflictiva, el sentido común de nuestro tiempo. (14)
El trabajo de Mujeres Creando busca imaginar el mundo de otra manera. Mediante sus obras, el colectivo resiste frente al patriarcado, al modelo neoliberal y, también, hace críticas a la izquierda y a los movimientos sociales bolivianos (vid., Ramírez, 7). En palabras de la misma María Galindo: “Mujeres creando podría ser definido como una guerrilla urbana feminista, anarquista, sediciosa y no violenta” (211) que utiliza la calle para mostrar su trabajo por considerarla un afuera de la institución. Los grafitis y las performances del colectivo suelen aparecer, precisamente, en espacios públicos para modificarlos, con la intención de irrumpir en la mirada de los transeúntes y, de esta manera, hacerles llegar mensajes específicos, es decir, cuestionamientos duros al sistema heteropatriarcal.
Uno de los trabajos que llamó particularmente mi atención aquella ocasión en la que miré por primera vez el trabajo de Mujeres Creando fue el “Altar Blasfemo”, un efímero mural pintado por Danitza Luna, Esther Argollo y María Galindo en 2016, en una de las paredes exteriores del Museo Nacional de Arte en el marco de la Bienal Internacional de Arte (SIART) en La Paz. El altar tenía dibujado a un papa masturbándose, grafitis y, en la parte más importante del altar, una mujer crucificada.
La obra debía permanecer expuesta durante toda la bienal, pero sólo duró unas cuantas horas porque algunos de los transeúntes la encontraron excesivamente transgresora de los principios del cristianismo y decidieron que lo mejor era quitarla lo antes posible, así que borraron las imágenes del mural con pintura y escribieron mensajes sobre éste; los transeúntes interactuaron con la obra, la intervinieron de una manera inesperada.