Zambra subvierte la función normativa del examen, haciendo que la terminología usada (excluir, adecuar, ordenar, esquematizar, planear) resuene por su absurda, evidente violencia uniformadora y libere otros usos virtuales. Y así, por ejemplo, en las primeras páginas, en lugar de excluir términos ajenos a una cadena semántica, construimos campos de fuerzas con la potencia de las palabras, remontándolas, cada una en contacto con la otra: Facsímil como «trampa» de la «copia» y del «educar», que demasiadas veces es «allanar», «aplastar», «invadir», «entrenar» para ello; de allí al «temblor» de la «Junta», el «miedo», los «cadáveres», el «apagón», la ausencia de «salvavidas», la «resistencia»; el «borrar» y los «sedimentos» de la memoria: el «silencio» (pp. 13-20). Las páginas nos convocan ante el examen, para reconstelar sus fragmentos. Zambra aprovecha que la estructura de los ejercicios permite una extensión creciente de los textos, para que vayan adquiriendo a poco a poco una narratividad siempre entrecortada. Por supuesto, no existen respuestas y cada conjunto de palabras y oraciones se hace caja de resonancia para que interrogue a todas las demás. Poesía, relatos, novela, «darle vuelta al género es, en este caso, un mero atavismo académico» (Zambra, 2012: 93). Facsímil no es tampoco un libro «interactivo», como las modas quisieran. Mucho menos exhibe postizas intenciones experimentales. Más bien es un juego, y asume toda la seriedad compartida, todo el gozo gratuito, todo el compromiso vital que un juego comporta. Reactiva, así, la parte de juego que en el examen queda como virtualidad del encuentro, antes que sea re-capturada por los dispositivos de separación: «Creo que gracias a la copia salimos un poco del individualismo y empezamos a convertirnos en una comunidad. / Es triste decirlo de esta manera, pero copiar nos volvió solidarios. De vez en cuando nos invadía la culpa, la sensación de fraude, sobre todo de cara al futuro, pero prevalecía la indolencia y la frescura» (Zambra, 2014: p. 72).
En el texto ya mencionado, Agamben intenta repensar el concepto de profanación como negligencia, como «una actitud libre y ‘distraída’ –esto es, desligada de la religio de las normas– frente a las cosas y a su uso, a las formas de la separación y a su sentido» (Agamben, 2005: p. 99). Un ejemplo es, precisamente, el juego. Agamben cita a Émile Benveniste, quien definió la relación constitutiva, en la religión, entre mito y ritual, entre el logos –los relatos fundadores– y las prácticas que los representan, que los ponen en escena. El juego funcionaría de una manera negligentemente profanatoria: desactivando un elemento del connubio y ejerciendo libremente el otro. Así, en el juego de palabras, se desactiva el ritual y se hace un uso libre del mito; el juego de acción, en cambio, pone en escena el ritual, destituyendo su fundación en el logos. Los niños son profanadores de una multiplicidad de aparatos de separación: su negligencia cada vez suspende la finalidad de las cosas (las economías, los derechos, las religiones) y las deja girar en el vacío de su pura, alegre «usabilidad».
Es en este espacio donde creo que podemos leer el libro de Zambra, seguirle el juego, compartir las trampas. Facsímil destituye, profana las narrativas que fundan cualquier examen, neutraliza los relatos que sustentan sociedades enteras, mientras excluyen a la mayoría de las vidas en tanto no «aptas». Pero mantiene el ritual: vuelve a poner en escena el comparecer, el aparecer juntos de los personajes secundarios, el jugar con la palabra, los afectos, los cuerpos. Es allí, quizás, donde la potencia de la literatura acompaña a los estudiantes que profanan las calles, para darle –alegre, desordenadamente– un nuevo uso. Un Cristo destrozado es lo de menos.
Bibliografía
Agamben, Giorgio. Profanaciones. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2005.
Dardot, Pierre y Laval, Christian, La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal, Barcelona, Gedias, 2013.
«Ex jesuita por ataque a iglesia católica: «He visto tantas veces destruir lugares sagrados mapuche. ¡Váyanse a la mierda!», El mostrador, 10 de junio de 2016, disponible en https://goo.gl/hNZGC4
Zambra, Alejandro. No leer, Santiago, Universidad Diego Portales, 2012.
___. Facsímil, Santiago, Hueders, 2014.