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Debo olvidar que existí: Elena Garro, los intelectuales y el 68

Cortesía Fundación Garro y Paz

RAFAEL CABRERA. Debo olvidar que existí. Retrato inédito de Elena Garro. México: debate, 2017, 238 pp.

En 2006, a través de la resolución a una petición de transparencia en el Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI), se pusieron a disposición las versiones públicas de documentos clasificados sobre la participación social de Elena Garro en los años 60 que se encuentran en el Archivo General de la Nación (AGN). Desde un inicio, la resolución del IFAI se convirtió en un escándalo cuando el informe de uno de los comisionados, Alonso Lujambio Irazábal, señaló a Garro como una informante que a su vez era espiada por el gobierno mexicano. La noticia se repitió en todos los medios y pronto las versiones y declaraciones de familiares, estudiosos y detractores históricos de Garro se polarizaron sin antes haberse valorado los documentos que vinculan a la escritora.1

Es del dominio público la relación que Elena Garro sostuvo en México con los intelectuales. En una entrevista que concede a Elena Poniatowska en 19622 cuenta que en una ocasión, a finales de los 50, después de que un grupo de escritores en un evento del Fondo de Cultura Económica rechazara firmar una petición de ayuda en favor de los campesinos de Morelos, Garro salió del recinto para desinflar las llantas de sus automóviles. A muchos de ellos los llama “juntapalabras”, “escritores coloniales” o “gritones más o menos bien pagados” citando al poeta alemán Heinrich Heine. En 1968, antes del asesinato de cientos de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, publicó el artículo “El complot de los cobardes” en el que se manifestaba en contra de los movimientos estudiantiles por considerarlos manipulados por intelectuales en busca de sus propios intereses.3 En 1992 publicó Memorias de España 1937, un recuento mordaz y anticanónico sobre los artistas mexicanos que asistieron al II Congreso de Intelectuales Antifascistas en medio de un país en guerra. En su obra de ficción también hay una escritura incisiva con todo lo que tiene qué ver con la falsa apariencia y la oquedad de ideas de los artistas o intelectuales como el poeta de retórica hueca Tomás Segovia de Los recuerdos del porvenir, el ‘descabezado’ Benito Fernández en la obra de teatro homónima o la fuerza poderosa y arbitraria hasta el ridículo de “las cabezas bien pensantes” del cuento que se encuentra en el libro Andamos huyendo Lola, por mencionar algunos ejemplos.

Elena Garro no sólo fue una mujer que se movió en espacios diseñados por y para hombres, sino que fue una escritora que exploró estéticas y temas literarios distintos a los de su época. Pero, sobre todo, fue una voz reflexiva y una activista social que incomodó a quienes estaban cerca del poder, incluido Octavio Paz quien fuera su marido durante 22 años y quien llevaba una exitosa carrera diplomática y literaria. Por ello, no es de extrañar que aún después de su fallecimiento en 1998, Garro todavía despierte tanto encono entre sus contemporáneos o quienes se dicen ser los herederos de sus adversarios en cuyo legado también participa cierta rivalidad. Esta animadversión ha propiciado que la biografía de Elena Garro se haya enturbiado impidiendo tener un escenario claro y objetivo de los hechos que la involucran. Garro tampoco lo pone nada fácil pues a lo largo de su vida escribió y realizó declaraciones públicas y privadas que la contradicen. Sumado a ello todavía se desconocen o no se han organizado y leído en su totalidad la enorme documentación que la escritora dejó a través de diarios, cartas, manuscritos y anotaciones varias que se encuentran tanto en la Universidad de Princeton, en archivos de los herederos que se preservan a través de la Fundación Elena Garro y Elena Paz, así como en manos de diversos especialistas en literatura, escritores o coleccionistas. Algunas biografías sobre Octavio Paz han tergiversado ciertos hechos sobre Garro, pues sus redactores utilizan la falacia de prueba incompleta para aparentar cierta verosimilitud al mencionar documentación existente y, al mismo tiempo, entregar una mirada sesgada sobre la escritora a sus lectores.4 Esto ha hecho, quizá, que también en sentido inverso, algunos estudiosos de Elena Garro hayan colocado la balanza en el otro extremo otorgando completa credibilidad a las declaraciones que hace la propia Garro, aun cuando haya inconsistencias, en asuntos de interés público.

Cortesía Fundación Garro y Paz

A inicios de 2017, luego de un año de celebraciones por el centenario de nacimiento de Elena Garro en el que también se despertaron viejos rencores de sus antagonistas, la editorial DEBATE publicó Debo olvidar que existí. Retrato inédito de Elena Garro del periodista Rafael Cabrera, una investigación que en parte tiene su origen en su tesis de licenciatura que se centra en la etapa de Garro durante los sucesos políticos y sociales de México en 1968 y los años previos a su exilio definitivo producido en 1972.5 “Este libro tiene una desventaja”, dice la nota del autor, “nunca conocí ni entrevisté a Elena Garro. O quizá sea uno de sus atributos: una distancia necesaria para entender un personaje tan enigmático como contradictorio. Conozco bien los arrebatos que la figura de Elena enciende, el desprecio que escupe sobre su nombre o el afecto que adultera la razón al hablar de ella”.6 Esta advertencia, que pareciera innecesaria, es una declaración de intenciones que deja ver lo que ya comienza a perfilarse en los últimos años: una generación de jóvenes investigadores que, alejados del encantamiento que provocó la personalidad de Elena Garro sobre quienes la conocieron y, además, fuera de los intereses del ámbito intelectual de sus contemporáneos, pueden ensayar una biografía con los nuevos hallazgos documentales sin juicios de valor que nos ayuden a entenderla como figura pública situada en un determinado contexto histórico y, desde luego, como escritora.

La columna vertebral de Debo olvidar que existí, como en la investigación académica de Rafael Cabrera, es la participación de Garro como agente política en el marco del Movimiento estudiantil de 1968 y los sucesos que se produjeron para que en los años siguientes tuviera una vida clandestina, su primer intento de huida del país en 1969 y el exilio final en 1972 que duraría 21 años. Aunada a esta narrativa, que no está por demás decir, amena, fluida y con un manejo de la expectación que acrecienta el interés del lector, en el libro Cabrera intercala pasajes biográficos para que el lector no sólo tenga un panorama general de Elena Garro sino para dar cuenta de una escritora rica en facetas profesionales (no nada más como narradora y dramaturga sino como guionista de cine, periodista, activista social) e ir entretejiendo su vida con actores determinantes que construirán de manera directa o indirecta el escenario del 68.

Es necesario señalar que este reportaje es una de las investigaciones sobre Elena Garro en el 68 más exhaustivas. Si bien, los especialistas en la autora se han dedicado a recabar datos biográficos, el tema del Movimiento estudiantil durante varias décadas no fue un asunto del que se pasara de largo pero tampoco se ahondaba, muchos de ellos repetían las declaraciones de Garro en los diarios luego de que fuera acusada por Sócrates Campus Lemus como líder de los estudiantes y sus declaraciones en entrevistas que dio ya en el exilio. Versiones encontradas, puesto que en la primera era acusada por los medios de delatar a más de 500 intelectuales implicados en el Movimiento estudiantil, y en la segunda la escritora negaba totalmente tanto su participación en el Movimiento como su delación. En 2005, con la publicación de El asesinato de Elena Garro coordinado por Patricia Rosas Lopátegui, un libro en donde una serie de investigadores, entre ellos Rafael Cabrera, se dieron a la tarea de buscar los textos periodísticos de Garro que escribió entre los años 40 y 60, se abre una nueva perspectiva para entender los aspectos ideológicos de la autora como el ya citado artículo “El complot de los cobardes” en el que da a conocer de manera pública su postura ante el 68.7 Tal hallazgo, que apoya su posterior declaración sobre su no participación con los jóvenes estudiantes, se convirtió en una prueba importante pero no suficiente en un contexto histórico tan amplio y complejo. La desclasificación de los documentos en la AGN en 2006, a pesar del escándalo mediático, abrió otros caminos de búsqueda.

Cortesía de Rafael Cabrera

Para armar las piezas de la investigación de Debo olvidar que existí, Rafael Cabrera no sólo presenta los documentos desclasificados de la AGN y sitúa a los personajes que intervinieron en ella, sino que comienza a desandar los pasos de Elena Garro para dilucidar los posibles disparadores del conflicto, para lo cual realiza una intensa investigación hemerográfica y una serie de entrevistas con quienes de alguna manera estuvieron relacionados a ella y que sobreviven al paso de más de 40 años de los acontecimientos. De este modo, el libro dialoga entre diversos tiempos: la niñez y la juventud de una Elena inquieta que quería ser general o bailarina, la madurez de una mujer que a pesar de su inclinación conservadora –monárquica y católica, decía– emprendió una batalla social como la lucha por la recuperación de las tierras de los campesinos de Morelos, y de los años que rebasaron su muerte para verla y reconstruirla a distancia. Porque además, uno de los aciertos de este libro, es la sencillez y claridad con la que se presenta la información desde las diversas fuentes donde abreva y que responde más que nada a un trabajo meticuloso de síntesis y de cuidado del autor.

Rafael Cabrera cumple con su promesa inicial, Debo olvidar que existí no es una defensa ni una sentencia a Elena Garro. El autor pone a disposición los testimonios encontrados para dejar claro al lector la complejidad del caso con los documentos y declaraciones que se tienen hasta hoy día y que por ello no debe darse por concluido, para entreverar los intereses políticos y personales de los implicados y para matizar una vida dentro de un contexto histórico que a 50 años todavía queda mucho por saber.

Acerca del autor

Liliana Pedroza

Doctora en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en cuento mexicano contemporáneo. Sus líneas de investigación se centran…

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Notas al pie:

  1. Ver Terada, Tomoo. “Elena Garro y la guerra de las verdades”, Replicante, vol. III, núm. 9, pp. 129-134.
  2. Me refiero a “La prueba de fuego de los intelectuales” y “Los intelectuales mexicanos son gritones más o menos bien pagados” publicados en el periódico Novedades el 8 y 9 de septiembre de 1962, respectivamente.
  3. Ver Garro, Elena. “El complot de los cobardes”, Revista de América, núm. 1182, 17 agosto de 1968, pp.20-21.
  4. El caso más evidente es el de Christopher Domínguez Michael en los artículos en los que menciona a Elena Garro. No sólo realiza su exposición con argumento de autoridad sino con falacia ad hominem y de prueba incompleta.
  5. Cabrera, Rafael. Elena Garro y el 68. La historia secreta. Tesis para obtener el título de Licenciado en comunicación y periodismo, UNAM, 2011.
  6. Cabrera, Rafael. Debo olvidar que existí. Retrato inédito de Elena Garro. México: debate, 2017, p. 13
  7. Rosas Lopátegui, Patricia. El asesinato de Elena Garro: periodismo a través de una perspectiva biográfica. México: Universidad Autónoma de Nuevo León, 2014 (2da. ed. aum.).